Tribuna de opinión

El Papa Francisco, sucesor de Pedro

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En su visita a Perú, durante el encuentro que mantuvo con los pueblos originarios, el Papa Francisco reparó en las heridas de la Amazonia y su gente. Foto: EFE

Por Prof. María Teresa Rearte (*)

Si como cristianos conservamos la fe en la naturaleza del primado confiado a Pedro en la Iglesia por el mismo Señor Jesús, y nos atenemos al fundamento dado por las palabras bíblicas a él referidas, no lo hacemos con ánimo triunfalista. Sino con corazón humilde y agradecido, porque el encargo dado por Jesús convertirá a Simón Pedro en lo que no era “por la carne y la sangre”.

Con el mismo realismo que admitimos las limitaciones humanas de un Papa, y del Papa, y la desproporción con relación a la grandeza del ministerio que le ha sido confiado, también reconocemos que Pedro y sus sucesores han sido la “roca” contra las ideologías. También de cara a la reducción de la Palabra a todo lo que en una época y lugar es vanidad, como contra los poderes mundanos por los que los más débiles son sometidos arbitrariamente. Y en el actual Pontífice una apertura hacia horizontes y problemas que la hora actual requiere, con infatigable entrega y compromiso.

Como cristiana no celebro a los hombres, sino que glorifico a Dios que no abandona a la Iglesia no obstante las tribulaciones del presente. Y que ha querido que el ser “roca” se cumpla por el ministerio de Pedro y sus sucesores. La realización de las promesas hechas por Cristo a Pedro permanecen en el curso de la historia contemporánea, para alegría de quienes por la fe reconocemos en el Papa Francisco al vicario de Cristo y sucesor del apóstol Pedro.

Es un error de algunos compatriotas pensar que, por ser argentino, el Papa Francisco es un apéndice de Argentina, porque de ningún modo tiene por qué estar sujeto a los vaivenes de la política partidaria de nuestro país. Y mucho menos a las luchas internas ni a los planes del gobierno nacional. Por lo que, respetuosa de la condición de agnóstico, ateo, o como sea que él mismo se defina, me parece torpe y grotesco que el filósofo Alejandro Rozitchner, asesor del presidente de la Nación, en un programa televisivo calificara al Papa Francisco de “irrelevante”. Y destacara por ej. a su colega Durán Barba. No perdemos nada los católicos conque no incluyera al Papa en su catálogo de personas destacadas. La misión del Papa se orienta en otra perspectiva y dimensión, la que no proviene de razones humanas ni de la apreciación del nombrado; sino de la voluntad del Señor Jesús. Por lo que, sin intención ni posibilidades de espacio para abarcar toda la visita papal a Chile y Perú, sólo propongo una breve referencia a algunos mensajes del Pontífice.

Visibilidad y sacramentalidad de la Iglesia

En su discurso a los obispos chilenos, el Papa decía: “Unos de los problemas que enfrentan nuestras sociedades hoy en día es el sentimiento de orfandad; es decir, sentir que no pertenecen a nadie. Este sentir postmoderno se puede colar en nosotros... No olvidemos que somos parte del santo pueblo fiel de Dios y que la Iglesia no es ni será nunca de una elite de consagrados, sacerdotes u obispos”. ¡Cuánto alcance tiene la palabra del Papa en la Argentina!, donde se ha suprimido la palabra “pueblo”. ¿Será de tanto repudiar el populismo, o gobernar desde una elite de técnicos, equipos, empresarios, amigos? Lo cierto es que el vocablo Pueblo de Dios pertenece a la esencia de la fe cristiana. Pero el mensaje se refiere también al “clericalismo”, como “la falta de conciencia de que la misión es de toda la Iglesia y no del cura o del obispo, lo que limita el horizonte, y lo que es peor, coarta todas las iniciativas que el Espíritu puede estar impulsando en medio nuestro. Digámoslo claro: los laicos no son nuestros peones, ni nuestros esclavos. Ni tienen por qué repetir como ‘loros’ lo que decimos”. Y subraya que el clericalismo “poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos”.

En la cárcel de mujeres

No me sorprendió la visita a una cárcel, porque es frecuente en el Papa. Pero sí me alegró que fuera a una cárcel de mujeres. El Papa confesaría después que “fue el momento que más lo conmovió del viaje.”

El centro penitenciario femenino de San Joaquín, atendido por la Iglesia a través de la pastoral carcelaria, rodeado de rejas y alambrado de púas, se tiñó de colores y mensajes papales. Estuvo presente la presidente Bachellet, que fue recibida con aplausos. Una de las detenidas le dijo al Papa querer “agradecerle por haber pensado en las mujeres privadas de libertad, porque cuando lo hizo sé que pensó en nuestras hijas e hijos.”

En la Pontificia Universidad Católica de Chile

De su discurso en esta universidad habría muchas citas por hacer. Pero quiero destacar una que contrasta con el marcado individualismo de la cultura y la política de neto corte neoliberal que tenemos en nuestro país. Y se avecina en Chile. Decía el Papa: “Sin el ‘nosotros’ de un pueblo, de una familia, de una nación y, al mismo tiempo, sin el nosotros del futuro, de los hijos y del mañana; sin el nosotros de una ciudad que ‘me’ trascienda y sea más rica que los intereses individuales, la vida sería no sólo cada vez más fracturada, sino más conflictiva y violenta.”

No quiero cerrar mi referencia a la visita papal a Chile sin mencionar a la presidente Bachellet, que me pareció cálida con relación al Pontífice, tanto en la recepción como en la despedida, con su presencia en la cárcel de mujeres como en ocasión del mensaje pontificio a la comunidad mapuche, que desearía comentar; pero me limita el espacio del que dispongo.

La herida de la Amazonia peruana

“He deseado mucho este encuentro..., decía el Papa. Junto a ustedes me brota el Canto de San Francisco: ‘Alabado seas mi Señor...’. Sí, alabado por la oportunidad que nos regalas con este encuentro.”

No se puede eludir la cita de este pasaje por la resonancia bíblica que el Papa otorga a la ocasión. “Quienes no habitamos estas tierras, necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: ‘Quítate las sandalias, porque el suelo que pisas es tierra santa’ (Ex 3, 5)”. Repara en las heridas de la Amazonia y su gente. Y expresa su deseo de “visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas”.

Es posible que los pueblos de la Amazonia nunca estuvieran tan amenazados como ahora. La suya es tierra en disputa para el neo-extractivismo y la fuerte presión de los intereses económicos ávidos de petróleo, gas, madera, etc. Y amenazados por políticas que no tienen en cuenta a la persona humana. Por eso el Pontífice decía: “Si para algunos ustedes son considerados un obstáculo o un estorbo, en verdad, con sus vidas son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costos del mismo. Ustedes son memoria de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común”.

La grandeza de la humanidad

Ante una multitud calculada en 1.300.000 fieles el Papa presidió una misa en la Base Aérea Las Palmas, donde se refirió a hacer presente a Jesús allí donde uno se encuentre. E hizo una fuerte y profunda alusión a nuestras ciudades con “situaciones de dolor e injusticia”. Y mostró cómo la indiferencia “nos transforma en anónimos y sordos ante los demás, nos convierte en seres impersonales de corazón cauterizado...”. Sin embargo, recordó al Papa Benedicto XVI, para quien “la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre.”

Para terminar, la Iglesia no es una comunidad de seres perfectos. Sino de quienes buscan misericordia. Sólo se constituye allí donde los hombres se reconocen necesitados de la gracia. “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”.(Mc 2, 17). La autosuficiencia cierra el camino hacia Dios. Pedro originariamente no fue el nombre del apóstol. Sino que es el apelativo dado por Jesús al pescador de Betsaida, significando la misión de ser la roca que se oponga a la marea de la incredulidad y la destrucción del hombre por el hombre.

(*) Ex profesora universitaria y del nivel superior. Escritora.