Fernando Aramburu visita Argentina

“El nacionalismo en España no está basado en el miedo sino en el supremacismo”

El autor de la novela “Patria” describió la situación que se vive en su país.

missing image file

En su novela abordó el drama del terrorismo armado de ETA.

Foto: Telam

 

Alfredo Ves Losada - Telam

[email protected]

El escritor español Fernando Aramburu, autor de “Patria”, una de las novelas de mayor impacto de los últimos años por su abordaje del drama de terrorismo armado de ETA, aseguró que aunque “la llama del nacionalismo está baja en el País Vasco, está fuerte en Catalunya, donde ocurren hechos que esperan a quien los pueda convertir en relatos”.

En una entrevista que mantuvo con Télam en Mar del Plata, donde participó del ciclo de escritores Verano Planeta, Aramburu adelantó que por primera vez desde su adolescencia dedicará este año a viajar y juntar experiencias sin ningún proyecto literario largo en la agenda.

“Un escritor debería ser dos personas: una a la que le ocurren sucesos y otra encerrada en casa convirtiendo en texto lo que la otra le cuenta”, dijo.

De su paso por Argentina se llevará unas cuantas ideas y también algunos descubrimientos: “Leí ‘La Uruguaya’, de Pedro Mairal, a comienzos de año. Me pareció fantástica, y aquí he reincidido leyendo ‘Una noche con Sabrina Love’ y estoy muy entusiasmado”.

-Desde 1985 reside en Alemania. ¿Influyó eso a la hora de abordar un tema vinculado a la memoria como el caso de ETA en el País Vasco?

-Es la única perspectiva que yo he tenido, y no sé cómo hubiera escrito mis obras en el caso de haber permanecido en mi país. Sí puedo decir que esta distancia geográfica se ha ido anulando gracias a la invención de internet, pero durante un tiempo estuvo ahí, es cierto. Con el tiempo comprendí que me proporcionaba una mirada panorámica sobre cuestiones graves e incluso sangrientas. Siempre he procurado compensar el alejamiento físico con la cercanía emocional.

-¿Y cómo se aborda desde Alemania un tema ligado al nacionalismo?

-No me parece baladí vivir en un país que tiene un pasado atroz. Cuando me establecí como residente fijo, esta herida histórica estaba todavía muy presente, había todavía personas implicadas directamente. Eso ha cambiado con el tiempo y se ha llegado a una situación que a mí me gusta mucho: no hay día en el cual la televisión alemana no dé un documental sobre el nazismo, los campos de concentración, los bombarderos, con el ánimo de que el televidente no olvide.

-”Patria” buscaba desacralizar el patriotismo. ¿Le preocupa el auge actual de ciertos nacionalismos?

-Son altamente alarmantes, no se pueden minusvalorar. En Europa hay un tipo de nacionalismo de repliegue, no invasor como aquellos que propiciaron las atrocidades de los años 30 y 40. La gente tiene miedo, va por las calles de su ciudad y ve personas con vestimentas que le resultan extrañas y algunos partidos aprovechan este temor colectivo para sacar rédito. El problema en el caso alemán es que estos movimientos xenófobos y de extrema derecha hacen que algunos ciudadanos se reconcilien con aquel pasado nazi, o lo vean como algo no tan atroz.

-¿Es distinto el caso en España?

-El nacionalismo que se da en España es de otro tipo: no está basado en el miedo sino en el supremacismo. En la idea de considerarse superiores a los otros y tratar de expulsarlos porque no forman parte de la raza o de la colectividad o comunidad que se desea a toda costa establecer. Es más bien discriminatorio. En Catalunya la llama del nacionalismo está muy fuerte, en el País Vasco está a poco gas.

-¿Los hechos en Catalunya pueden ser el eje narrativo de futuras obras de ficción?

-No tengo la menor duda al respecto. Donde hay gente hay conflictos, y donde hay conflictos hay novelas. En Catalunya ahora mismo están ocurriendo multitud de hechos que están esperando a los novelistas que los puedan convertir en relatos.

-¿Un novelista se tiene que tomar más tiempo que un sociólogo o un historiador para atacar el tema?

-Probablemente el novelista es quien llega en último lugar. Pero tiene una tarea específica: es el responsable de las palabras perdurables, aquellas que pasado un tiempo, si están logradas, podrían seguir generando interpretaciones.

-¿El novelista tiene que pensar en la repercusión del texto a la hora de escribir?

-Uno ya tiene suficiente con llevar su historia hasta el punto final. Lo que sí hago yo es preguntarme si lo que estoy contando habría sido posible, fuera de la literatura, en la realidad colectiva. Cada lector es un mundo, y las interpretaciones son variadas. Yo sabía de antemano que ‘Patria‘ no podría gustar a determinados sectores, pero me habría parecido un fracaso que mi libro dejara indiferente a la gente.

-¿Qué busca como lector?

-Los libros que más me gustan son aquellos que me hacen olvidar que tengo un artefacto de papel en las manos. Me está ocurriendo con el autor argentino Pedro Mairal. Leí ‘La Uruguaya‘ a comienzos de año. Me pareció fantástica, y he reincidido aquí leyendo ‘Una noche con Sabrina Love‘, y llevo cien páginas y estoy absolutamente entusiasmado. Por ejemplo en su caso, me creo la novela. Es que como novelista soy un pésimo lector de novelas porque las disecciono. Y cuando me creo la historia como me está ocurriendo en este caso, entonces disfruto como un niño.

-¿Disfruta también al escribir?

-Soy muy espartano, muy disciplinado. Y tengo una idea lúdica de la literatura, aun cuando escriba de hechos dramáticos. No se trata de ser juguetón, pero soy una persona que se levanta a gusto por las mañanas porque voy a escribir. Al atardecer leo un promedio de cuatro horas, con un espíritu parasitario, chupo recursos, palabras, ideas. Soy un atracador de literatura ajena. No plagio, pero no es raro que un pasaje ajeno me inspire un fragmento mío, a veces como contestación. Ahora mismo, por primera vez desde la adolescencia he decidido no embarcarme en un proyecto literario largo en 2018: me voy a dedicar a viajar, a acumular experiencias. Un escritor debería ser dos personas: una a la que le ocurren sucesos y otra encerrada en casa convirtiendo en texto lo que la otra le cuenta. Como esto por desgracia no es posible, uno tiene que encontrar el equilibrio.