Reflexiones contemporáneas

¿Qué son los prototipos?

Por J. M. Taverna Irigoyen

La aldea global ha girado 180 grados de su eje. (Aclárese: es la misma, pero distinta). Y entonces, actuamos según propios discernimientos, que en definitiva no son tales. Difícil resulta, entonces, reubicarse en lo sensorial y en lo sensitivo de cada vida. Esto, que equivale indirectamente a lo emocional, tiene que ver con la conducta propia que, curiosamente, entronca con la colectiva. Se habla entonces de la pérdida de los valores (campo en el cual pueden entrar, indiferenciados, muchos sentimientos), hecho que naturalmente coincide, entre otros, con un cada vez más pronunciado desconocimiento del principio de autoridad. Se dice con frecuencia que ya no existen ejemplos. Los buenos, claro está. Y mirando para arriba, no hallamos nada que nos haga emular o condicione favorablemente a ciertas actitudes positivas de vida. Ha desaparecido el concepto de lo modélico. Es decir, no hay modelos. Y cuando por ahí descubrimos pronunciamientos noblemente encauzados en la sociedad, no dejamos de destacarlos con admiración y cierto respeto.

Hubo un tiempo en que se hablaba con frecuencia de prototipos. En educación, en el arte de curar, en la política, en el servicio al bien común. ¿Qué son los prototipos? El diccionario marca que es el modelo y el ejemplar más perfecto de una virtud o cualidad. Una suerte de patrón a seguir. Una guía, si se quiere. La palabra (y quizá consiguientemente su referencia) ha caído en desuso y hasta se desconoce. Pregúntele a un joven qué quiere decir. Quizá arribe al concepto por aproximación, no por conocimiento práctico. O le suene más arquetipo, que es guiar, dominar, ser el primero, tipo soberano y eterno, que sirve de ejemplar y modelo al entendimiento y a la voluntad de los hombres. Modelo original y primario. Ser el primero. Y es que vivimos en una sociedad en que las individualidades rigen en gran medida los comportamientos. Cada vez pesa menos el sentido real de lo colectivo. Se imitan roles asociados al éxito, dentro de una sociedad del espectáculo. Se conjugan fórmulas de identidad que conducen a una libertad sin mordazas. Los derechos priman por sobre los deberes. Y lo participativo responde a leyes generalmente discutibles, cuando no descolocadas.

Si hubiera que calificar hoy el sentido del prototipo, se diría que para muchos constituye una forma de autoritarismo. Cada uno elige su forma de vida. Y por sobre reflexiones que pudieren darse en el plano dialoguista, cabría oír el concepto que se vive de acuerdo con otros códigos simplemente porque estamos en una sociedad distinta. (Argumentos que a veces coaptan y otras se imponen coercitivamente).

Los prototipos han creado grandes pueblos, naciones de paz y desarrollo. Tal vez el prototipo genera, en sí mismo, el concepto de orden. Lo cierto es que no se corresponde con los tiempos que corren, esencialmente. Tiempo de arbitrariedades y de rupturas al sentido común, en que se reitera a cada paso que cada uno es dueño de su vida y de decidir el propio camino. Posibles identidades que no son fáciles de interpretar. Cada uno maneja su verdad como más le place o menos le incomoda. La importancia de ser / valer / crecer / participar, no es transferible. Cada uno lucha a su manera. Pero para madurar y alcanzar opciones que signifiquen, siempre habrá que recordar que existen prototipos para todos y cada uno. Formas modélicas que cabe no olvidar, si se intenta vivir (o soñar) en un mundo mejor...

Tiempo de arbitrariedades y de rupturas al sentido común, en que se reitera a cada paso que cada uno es dueño de su vida y de decidir el propio camino. Cada uno maneja su verdad como más le place o menos le incomoda.

Vivimos en una sociedad en que las individualidades rigen en gran medida los comportamientos. Cada vez pesa menos el sentido real de lo colectivo. Se imitan roles asociados al éxito, dentro de una sociedad del espectáculo.