Reflexión de Pascua

El día que cambió la historia

El día que cambió la historia

Pastor Daniel Altare

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“Ese día se manifestó la gracia de Dios por la resurrección de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien derrotó a la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio”. 2 Timoteo 1:10.

Ese día se cerró el antiguo pacto y se abrió un Nuevo Testamento. Desde ese momento se partió la historia para siempre, quedando atrás lo que fue antes de Cristo para comenzar a vivir lo que sería la historia después y con la influencia de Cristo.

Surgió la predicación del Evangelio (la buena noticia de Salvación) irrumpiendo en Jerusalén y expandiéndose con difusión en todas las naciones. El Evangelio comenzó a transformar a las personas. Este testimonio lleva a San Pablo a expresar lo siguiente: “De modo que si alguno está en Cristo es una persona nueva. Las cosas viejas pasaron, Dios las cambia en experiencias nuevas” 2 Corintios 5:17.

Jesús ya había comunicado la esencia del Evangelio cuando dijo: “El que oye mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida” San Juan 5:24.

Con el Evangelio nace la Iglesia, no como una institución, sino como una comunidad internacional de fieles, la cual está compuesta por todos los cristianos auténticos. Como decía San Pablo: “Por todos los que en cualquier parte del mundo invocan el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y Señor Nuestro” 1 Corintios 1:2.

También surgen y siguen surgiendo en ciudades, pueblos y localidades, las iglesias locales, congregaciones y parroquias donde los cristianos nos reunimos para canalizar y practicar nuestra fe.

Todo fue a partir de ese día, después de que Jesús (el Hijo de Dios por parte de Padre, pero también el hijo del hombre, perfecto ser humano por parte de madre, ya que nació de la bienaventurada Virgen María) entregara su vida sobre el altar de la cruz, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Después que fue sepultado, y la guardia romana custodió la tumba, fue hasta el amanecer de aquel domingo en que un ángel removió la piedra del sepulcro, los guardias quedaron paralizados y luego huyeron despavoridos mientras el mensaje angelical fueron estas palabras: “No está aquí, porque Él ya ha Resucitado como ya lo había dicho”.

Desde ese día cambió la historia porque comenzó la lucha entre la fe y la incredulidad. Esta lucha continúa hasta el día de hoy.

La triple realidad de la fe

La incredulidad siempre abre la puerta a la duda, a la sospecha, al cuestionamiento y a la negación. La duda siempre produce confusión “se han llevado al Señor y no sé dónde lo han puesto” dijo María Magdalena. La incredulidad pide pruebas “si no veo, no toco y no palpo, no creeré”, dijo Tomás. Otros se conformaron con creer todo menos la resurrección, aceptan sólo el Cristo histórico: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?” dijo el ángel. Y otros llevados por la incredulidad, niegan la resurrección: “si Cristo no resucitó, como cristianos somos dignos de lástima” dijo San Pablo.

La fe nos proyecta una triple realidad. En primer lugar la realidad más trascendente, dijo Jesús “el que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que rehúsa, se niega y no quiere creer en el hijo de Dios, no tendrá esa vida, sino que recibirá el terrible castigo de Dios” San Juan 3:5. De estas palabras depende nuestra salvación eterna. La segunda realidad es que nos hace testigos de la mejor noticia, “a este Jesús, Dios lo resucito, de lo cual todos nosotros somos testigos” dijo Pedro en Pentecostés. Hechos 2:32 y San Pablo ratifica este concepto en 1 Corintios 15:20 “Pero lo cierto es que Cristo ha resucitado, es el primero de entre todos los que murieron” y Jesús lo recalcó a sus discípulos, “como me envió el Padre, así yo también los envío a ustedes” San Juan 20:21.

En tercer lugar nos otorga la garantía más absoluta “Él murió por nuestras injusticias, pero resucitó para nuestra justificación” Romanos 4:25. Esta garantía es consolidada con las palabras de Jesús, cuando expresó “porque Yo Vivo, ustedes también vivirán conmigo” San Juan 14:19.

En pleno siglo 21 continúa la lucha entre la fe y la incredulidad; pero un día esta lucha terminará para siempre, vendrá el momento en que la certeza derrotará para siempre al cuestionamiento.