SANDRA BARCLAY, ARQUITECTA PERUANA

“Trabajamos para el ser humano”

Recientemente distinguida como Arquitecta del Año, tuvo a su cargo la clase inaugural de la edición 2018 de la Maestría que se dicta en la Fadu. La frase del título suena a eslogan, pero es la filosofía con la que encara su profesión.

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“Creo que es importante en la trayectoria de los alumnos que en algún momento de la carrera tengan una figura que los marque, los inspire y los motive”. Foto:Flavio Raina.

 

Nancy Balza

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La Universidad Nacional del Litoral inició una nueva cohorte de la Maestría en Arquitectura, y Sandra Barclay fue la profesional invitada para la conferencia inaugural. No es la primera ocasión en que la prestigiosa arquitecta peruana visita la ciudad y la zona. De hecho es la tercera vez que viene a Santa Fe, y en otras ocasiones conoció Paraná y otras ciudades del país, sola o con su socio, Jean Pierre-Crousse, con quien comparte el estudio Barclay & Crousse Architecture -con sede en Lima y París- y por quien muchas de sus intervenciones son en plural. Como también las respuestas a las preguntas formuladas en las varias entrevistas que atendió, con notable amabilidad, en medio de una agenda académica realmente intensa.

Barclay recibió este año el premio Arquitecta del Año, que organiza The Architectural Review y The Architects Journal, distinción que ya lleva seis ediciones y que busca “poner en valor el trabajo de las mujeres, solas o asociadas”. Allí, fue seleccionada junto con una colega española y dos inglesas. Y una vez en Londres, donde se entregó el premio a comienzos de marzo, presentó en 8 minutos y con 8 diapositivas el proyecto seleccionado. “Fue muy emocionante porque eligieron el Museo de Paracas”.

— ¿Y qué es el Museo de Paracas?

—Es el museo de sitio de la cultura Paracas, ubicado en la costa del Perú, unos 300 kilómetros al sur de Lima. Es un lugar espectacular, una reserva natural con un paisaje sublime. Había un primer museo, construido por un arqueólogo alemán, y que el terremoto de 2007 destruyó totalmente. La Cooperación Española organizó un concurso con financiamiento de la Unión Europea. Ganamos este concurso y una de las razones y de las ideas fundamentales fue mantener una continuidad en esta construcción del paisaje que tenía que ver con la memoria del primer edificio, en el mismo lugar y con una misma geometría muy simple. A partir de ahí se complejiza y tiene además dos partes: una donde funciona un programa de talleres abiertos a la comunidad de Pisco y una pequeña librería, y otra parte museográfica.

—Por lo que se observa en las imágenes, es un lugar espectacular pero desafiante también.

—Es sublime, en realidad. Está en el borde del océano. Además, hay una cantidad de aves y unos cerros rojos..., y uno se pregunta: “¿Cómo hago para no perturbar esto?”. Pensamos que el museo debía ser una capa más de ésas que van modificando el paisaje, pero no como un objeto que “aterrizó” allí. Trabajamos con un cemento puzolánico rojo que se usa normalmente para cimientos; hicimos un pulido y quedó una pátina que se va oscureciendo con el tiempo y se integra muy bien con los cerros de alrededor. El resultado fue un volumen simple que no viene a alterar mucho el entorno, siempre trabajando con mucho cuidado el interior, controlando la justa luz, creando las condiciones óptimas para recorrerlo. Eso como parte de lo que uno ya sabe hacer. La obra tuvo algunos accidentes porque una vez que se terminó, quedó abandonada cuatro años. Para nosotros era muy difícil porque lo hemos ido a visitar y parecía una ruina descuidada. En realidad no se había podido hacer el traspaso del edificio al Ministerio de Cultura y gracias al empuje de la ex ministra de Cultura Diana Álvarez-Calderón se inauguró una semana antes de que ella se fuera, con la justa. Ahora si que es un placer, está funcionando desde julio de 2016 y es una maravilla. Para nosotros no hay nada más gratificante que ver que funciona y que tiene un sentido estar ahí.

—¿Y el Lugar de la Memoria, en Lima?

—También es muy especial. Es un proyecto que nace de una iniciativa privada, de la Comisión de la Verdad que presidía Mario Vargas Llosa y busca de todas maneras que exista este lugar de reconciliación para tratar de entender lo que pasó en esos años de violencia en Perú (el conflicto interno que vivió entre 1980 y 2000). Se buscó financiación mayoritariamente de la Unión Europea. El edificio quedó un par de años sin que pueda ser traspasado al Ministerio de Cultura. Finalmente se abrió y lleva tres años funcionando. Es muy importante para Lima y para el país porque este lugar se pone en red con todos los pequeños lugares de memoria que hay, sobre todo, en Los Andes del Perú. Tiene un rol educativo muy importante, se empieza a usar, está viviendo y eso es muy gratificante.

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El Museo de Sitio de Paracas, por el que fue distinguida Arquitecta del Año. Foto: El Litoral

“CREER EN LA CARRERA”

Barclay nació en Lima y allí estudió en la Universidad Ricardo Palma. Luego emigró a Francia donde se graduó en la Escuela de Arquitectura de París-Belleville y obtuvo, con su tesis, el Premio Robert Camelot al mejor diploma, otorgado por la Academia de Arquitectura de Francia.

De su etapa académica en Perú, destaca la formación recibida “de un gran maestro que fue Juvenal Baracco”, de quien reconoce haber aprendido “el entusiasmo y la convicción por la profesión y por la idea de que el proyecto es siempre perfectible”. Y de su fase en París, donde hizo una equivalencia para su título, la influencia de “Enrique Ciriani, un gran maestro, peruano también, que vivía en Francia” y de quien aprendió a “trabajar el espacio con rigor, siempre para mejorar las condiciones del hombre”; “los dos, apasionados por la enseñanza”, una cualidad que ella misma transmite cuando habla de su carrera y de la docencia que ejerce en la Pontificia Universidad Católica de Perú y que trajo a Santa Fe en la semana del 10 de abril.

“Creo que es importante en la trayectoria de los alumnos que en algún momento de la carrera tengan una figura que los marque, que los inspire y los motive. Porque en la carrera uno da y da, y al principio no siempre recibe el reconocimiento o el agradecimiento. Pero hay que creer en ella, en ese poder de transformar la vida de las personas. Es una linda carrera”, afirma.

Junto a Crousse trabajaron 16 años en París y en 2006 regresaron a Perú, luego de diseñar tres casas entre la playa y el desierto peruano, proyecto que la decidió a volver. También tuvieron a su cargo un proyecto en la costa norte, un edificio de aulas genérico para la Universidad de Piura “que busca proponer una nueva tipología y es el que vamos a mostrar en la Bienal de Arquitectura de Venecia -desde el 26 de mayo- adonde fuimos invitados”. Otro de sus proyectos, también fuera de Lima, es en Moquegua, en la sede institucional del gobierno de esa localidad ubicada en el sur del país.

Son esos proyectos los que presentó en la clase inaugural de la Maestría de la Fadu. Y a la conferencia la denominó “Del plano al mapa”.

—¿Por qué ese nombre?

—Porque pensamos y decimos que en un proyecto, cuando se empieza a construir, el plano deja de tener una cierta supremacía y empiezan a entrar otras variables como lo artesanal, la huella de aquellos que trabajan y las imperfecciones, que en realidad van dibujando mapas y cuentan una historia del edificio y del paso del tiempo, del proceso de construcción, las dificultades, los imprevistos, las correcciones. Nos gusta que eso se lea. Eso es para nosotros el mapa y es una constante en todos los proyectos.

—¿Se puede decir que hay una ideología en la arquitectura?

—Simplemente, primero hay una búsqueda de calidad. Y conciencia de que trabajamos para el proyecto, para el usuario, el ser humano; no trabajamos para nosotros mismos ni para figurar ni para hacer culturas. Como filosofía me parece importante y desde el inicio lo sentimos así. La primera experiencia proyectual que tuvimos, trabajando con los arquitectos asociados Laurent y Emmanuelle Beaudouin, fue para reestructurar el Museo de Bellas Artes en Le Havre (Francia), un edificio existente muy importante. En la etapa del concurso estábamos proponiendo nuestras ideas y pensando cómo hacíamos nuestra arquitectura allí adentro; la toma de conciencia fue a partir de una conversación con el arquitecto del edificio original. En esa conversación nos pidió que tratemos de entender la intención del edificio original y de llevarla más allá. “Trabajen para el edificio, para el proyecto”, nos dijo. Inmediatamente nos puso en otro plano y fue otra escuela porque resultó en un trabajo de cuatro años. Ya después seguimos con esa idea como parte de nuestra filosofía, de trabajar para el proyecto y para quien va a recorrer y usar el edificio.

PERFIL

Sandra Barclay es arquitecta por la Universidad Ricardo Palma (Perú) y por la Escuela de Arquitectura de París-Belleville (Francia). Es magíster en Paisaje y Territorio por la Universidad Diego Portales de Chile. Desde el año 2006, ejerce la docencia en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

La obra del estudio que integra junto a Jean Pierre-Crousse alcanzó reconocimiento internacional a través de importantes premios, incluido el Premio Bienal a la Arquitectura Latinoamericana en la XIV Bienal de Buenos Aires (2013) y el Premio Cica 2013, categoría Arquitectura Latinoamericana, otorgada por el Comité Internacional de Críticos de Arquitectura.

En 2016 obtuvieron el Premio Oscar Niemeyer para la Arquitectura Latinoamericana, por su edificio “Lugar de la Memoria”, en Lima.

Entre sus obras construidas, se destacan el Museo Malraux en Le Havre, 170 viviendas mixtas en Nantes, y la Casa Equis en Cañete.

  • Las organizadoras del premio (a la Arquitecta del Año) explicaban que, en realidad, éste no debería existir. Existe y será necesario hasta que ya no sea necesario visibilizar el trabajo de las mujeres”.

Sandra Barclay

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Lugar de la Memoria, en Lima, por el que recibió, en 2016 junto a su socio Jean Pierre-Crousse, el premio Oscar Niemeyer. Foto: El Litoral