Tribuna política internacional

Donald Trump busca fortalecer su política exterior en América Latina

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Donald Trump ha demostrado que con su gobierno, Estados Unidos ejecutará una política exterior hacia América Latina más activa y con mayor presencia que la de su antecesor, Barack Obama. Foto: DPA

Matías Truchet (*)

A poco más de un año de mandato, Donald Trump ha demostrado que con su gobierno, Estados Unidos ejecutará una política exterior hacia América Latina más activa y con mayor presencia que la de su antecesor, Barack Obama.

Los cambios políticos en el contexto regional latinoamericano no son las únicas variables que permiten describir y explicar el cambio en la política exterior de Estados Unidos hacia el continente. Los objetivos, la agenda internacional y el estilo de una política exterior, son algunas alternativas para analizar el accionar externo de un país.

El Departamento de Estado estableció como objetivo institucional para América Latina el fortalecimiento de “una comunidad inter-americana constituida por socios económicos que sean democráticos, estables, y prósperos; vecinos amigables que ayuden a asegurar nuestra región contra el terrorismo y las drogas ilegales; naciones que trabajen juntas en el mundo para promover valores políticos y económicos compartidos”.

De esta manera, el objetivo de la política exterior de Estados Unidos hacia Latinoamérica es fortalecer tres ejes principales: económico, político y simbólico. Al mismo tiempo, la designación de militares como funcionarios con responsabilidad en la política hacia la región, le brinda un perfil geopolítico y altamente estratégico. Como aditivo, el Director de Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional (es decir, el encargado en la Casa Blanca de coordinar la política exterior estadounidense hacia América Latina), es un ex agente de la CIA.

La agenda internacional de Estados Unidos en la región ha estado atravesada, entre otros temas, por la inmigración ilegal (y la polémica construcción del muro en la frontera con México); la institucionalidad regional, en especial, las críticas a Venezuela; la ayuda económica al continente; la lucha contra el narcotráfico; y la cooperación bilateral en materia de seguridad.

En relación a la inmigración ilegal, las tensiones gubernamentales alrededor de la construcción del muro con México han impedido que, por el momento, se consolide como acto de política exterior. No obstante, Estados Unidos se encuentra presionando en Centroamérica para replicar allí el Plan Colombia, con el fin de disminuir los índices de inseguridad, violencia y narcotráfico, y en consecuencia, la inmigración ilegal.

Por otra parte, la intención estadounidense de fortalecer la democracia formal-liberal en el continente (de ahí, las denuncias a los gobiernos de Cuba, México, Nicaragua y Venezuela por autoritarismo y por la limitación en el ejercicio de los derechos humanos), le valió el apoyo de los países del Mercosur, alineándolos en su agenda política. Esto ha sido incentivo suficiente para estrechar los vínculos diplomáticos, especialmente en materia de seguridad. La cooperación bilateral en este ámbito, ha permitido el reinicio de ejercicios militares conjuntos entre Estados Unidos y diversos países de la región, entre ellos, Chile y Argentina.

Finalmente, Estados Unidos ha empleado un estilo directo y unilateral de política exterior, particularmente en aquellos temas en los que ha sido crítico, buscando tener un impacto inmediato y ser eficaz. En este sentido, se entiende la fuerza con la que este país ha asentado diversos temas en la agenda de la región. Al mismo tiempo, en aquellos temas propositivos relacionados con cuestiones comerciales y/o políticas, Estados Unidos ha apostado por relaciones bilaterales por sobre el uso de instancias multilaterales. De esta manera, las relaciones con sus socios han sido de cooperación, matizadas mayoritariamente de condiciones funcionales a los intereses de Estados Unidos en la región. Mientras que con aquellos países adversos, Estados Unidos ha tenido una política no conciliadora.

Así, las variables abordadas permiten observar una tendencia clara en la orientación de la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina.

La designación de militares al frente de posiciones de decisión estratégica; la profundización de la cooperación en materia de seguridad, tanto para la lucha contra el narcotráfico como para frenar la inmigración ilegal; la cooperación bilateral militar; la presión y las críticas sobre la institucionalidad regional; y la apuesta a la bilateralidad como medio para el relacionamiento internacional, indican que Donald Trump propone un giro estratégico en el perfil de su política exterior hacia América Latina. Un giro que, principalmente, consistiría en trasladar el interés por temas económicos y comerciales, a un interés por cuestiones de seguridad regional, priorizando el poder duro de Estados Unidos en la región y una institucionalidad democrática fuerte que le sea funcional. Todo esto, a los fines de fortalecer los márgenes de poder de Estados Unidos frente a un escenario global que actualmente pone en discusión el liderazgo y las formas de ejercer el poder de este país.

(*) Estudiante avanzado de la Licenciatura en Relaciones Internacionales. Miembro del Observatorio de Política Internacional de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Católica de Santa Fe (UCSF).