Zona Rural

Campo Durando, la escuela que resiste

  • Cuando se habla de escuela rural, el imaginario popular suele remitir a una suerte de tapera perdida entre montañas y tierras agrestes. Sin embargo, ocho kilómetros al noroeste de San Jorge, la escuela Nº 771 “Tomás Espora” se erige en el llano, fértil y lluvioso característico de la zona.
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LLEGAR COMO SEA. A veces, las lluvias ponen intransitables a los caminos de calzada natural. Y las maestras llegan al establecimiento a caballo. Fotos: Gentileza

 

Clarisa Ercolano

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Actualmente la población de la comunidad es escasa ya que las familias terratenientes, que tradicionalmente vivían en el campo, han migrado a la zona urbana. Y la zona rural se pobló de las denominadas familias golondrinas, donde el jefe del hogar trabaja como peón rural y realiza sus actividades en la agricultura moderna y la labranza alternativa.

Vanesa Mussano, acaba de dejar el cargo tras 22 años como directora del establecimiento y le contó a El litoral cómo es educar en una escuela donde según sus expresiones, la característica es “la resistencia”.

—¿Cómo comenzaste en la escuela y de qué forma creés que la misma es un valuarte social de esa zona?

—Comencé a trabajar en Campo Durando luego de un concurso de ascenso llevado a cabo por el Ministerio y donde logro titularizar en el año 2006 como directora de 4º categoría. Así que desde 2006 hasta 2018 me desempeñé como directora titular de esa institución.

La escuela es reconocida en la zona como “escuelita Durando” y es un valuarte social especialmente para la gente que vive en la ciudad y fue ex alumno de la misma.

Actualmente la asociación cooperadora está conformada por trece mujeres, ex alumnas de la escuela y colaboradores incansables que también son ex alumnos. Durante estos años trabajamos mancomunadamente para sostener el edificio y mantener a la escuela abierta. Siempre existe la sombra de un descenso de categoría de la escuela o un posible cierre, ya que cada año el censor escolar ve disminuida la matrícula de niños en la zona.

—Además de los alumnos, ¿qué otras ocupaciones tenías?

—Como docente rural, llamado también personal único, me ocupaba de todas las dimensiones que interactuan en una escuela, desde la dimensión pedagógica, incluso muchas veces dictando clases de las áreas especiales -plástica, tecnología, inglés y educación física- ya que la escuela no cuenta con la disponibilidad de los profesores que dicten estas materias al alumnado.

También me ocupaba de la dimensión administrativa cumplimentando los requerimientos administrativos de cualquier escuela de la provincia, dimensión extensión a la comunidad donde mantenía una fluida comunicación con las familias. Asesoraba a la asociación cooperadora, mantenía comunicación con instituciones de la ciudad, participaba en actos oficiales en la ciudad y mantenía un vínculo afectivo y de trabajo con las demás instituciones rurales de la zona.

En cuanto a la dimensión edilicia, me ocupaba de la limpieza del establecimiento, preparaba del servicio de copa de leche y controlaba las falencias de infraestructura ocasionadas por deterioros o vandalismo.

—¿Qué fue lo más extraño que te viste haciendo?

—¡Sacando serpientes del aula! En una determinada época del año y coincidiendo con las excesivas lluvias que muchas veces ocurren, se acumula agua que proviene del oeste de la provincia y con ello la llegada de estos reptiles que se las ingenian para ingresar por minúsculos huecos y esconderse en los canastos de juegos de las aulas.

Así que en varias oportunidades me he visto pidiendo colaboración a los adultos que llegaban a la escuela para sacar del edificio a estos animalitos que encontraban en el aula un espacio para esconderse.

—Contame sobre el tema de las repetidas inundaciones...

—La zona rural donde está inserta la escuela es medianamente un terreno elevado pero para llegar desde la ciudad hasta la escuela se debe atravesar una zona de bajos. Por lo tanto en épocas de lluvias intensas, muy intensas y prolongadas (años 2007, 2011, 2016) la escuela permaneció aislada ya que no podíamos llegar ni los docentes ni los alumnos, porque en todas esas oportunidades también se inundaron los alrededores.

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LA ESCUELA es reconocida en la zona como “escuelita Durando” y es un valuarte social, especialmente para la gente que vive en la ciudad y fue ex alumno de la misma.

La continuidad escolar de los niños se logró ya que los mismos se trasladaron a vivir a la ciudad por el tiempo que duró el fenómeno, en la casa de un familiar y alguna escuela de la ciudad nos cedía un espacio para continuar con el dictado de clases de estos niños que veían interrumpida su trayectoria escolar por las inclemencias del tiempo.

Al cabo de dos o tres meses, cuando el agua se retiró y luego de poner la escuela en condiciones edilicias e higiénicas retomamos las actividades allí.

No es menor recordar que en cada inundación hemos llegado los docentes acompañados por mujeres de cooperadora y padres de alumnos a la escuela en tractor o carro con caballos para retirar los elementos tecnológicos, ya que esta escuela siempre fue blanco de los vándalos.

Incluso en la inundación del 2016, durante el período de tiempo que no pudimos llegar la escuela fue saqueada; y gracias a la intervención de un padre que recorría la zona a caballo se pudo detectar esta maniobra y con la intervención inmediata de la policía rural y un vecino de la ciudad que denunció movimientos raros en su barrio se pudo dar con los delincuentes y recuperar la mayoría de lo robado.

Fue muy arduo el trabajo para dejar el edificio en condiciones ya que los ladrones habían ocasionado varios destrozos y ensuciado y tirado por el suelo todo lo que encontraban a su paso. Fue el robo más desastroso que tuvo la escuela.

—¿De qué forma llegabas a trabajar?

—Auto particular o moto. Compartimos en muchas oportunidades el viático con los docentes que trabajaron en el lugar.

—¿Qué otras dificultades además del tema del agua tuviste que sortear?

—Una dificultad recurrente fue el tema de las fumigaciones aéreas y terrestres. Con el correr de los años los trabajadores rurales fueron tomando conciencia de que en la escuela hay un grupo humano conformado en su mayoría por niños y que toda aspersión que se realizara en horario escolar en los alrededores de la escuela era altamente contaminante. No fue fácil.

Muchas veces tuve que salir del aula y dirigirme a hablar personalmente con el trabajador rural y explicarle la situación de riesgo para nuestra salud a la que nos exponía. En los últimos tiempos vecinos y trabajadores fueron tomando conciencia y a través de un diálogo respetuoso se pudieron establecer pautas de convivencia.

 

Valores

—¿Qué recordás con mayor alegría o satisfacción y qué te generó dolor o tristeza?

—Era una alegría comenzar cada ciclo lectivo sabiendo que había llegado gente nueva a la zona porque ello era una garantía de continuidad de la escuela abierta. Y si tengo que puntualizar un hecho preciso de alegría fue cuando logramos restaurar el aula, pintar y equipar con mobiliario y tecnología el aula igualándola a una sala de una escuela privada de una gran ciudad.

Fue un hecho realmente placentero que compartimos y diseñamos con mi querida compañera, docente de nivel inicial, Marisa Fracassi. Toda esta refacción se pudo ejecutar gracias a aportes del Ministerio de Educación.

Ahora que me retiré de la ruralidad, luego de veintidós años de gestión ininterrumpida en la misma invito, con nostalgia a otros colegas docentes a que se animen a participar en la educación rural, he descubierto que muchos de los valores humanos más elementales para la supervivencia se aprenden y practican en estos espacios.

Matrícula

—¿Cuántos alumnos tuviste a cargo y cuántas docentes había?

—En la última década, período en el que trabajé en la escuela, la matrícula osciló entre los 10 y los 15 alumnos (nivel inicial-nivel primario), con períodos donde llegó a ser de 6 y otros de 21. Es un hecho muy relevante que la escuela mantenga esa matrícula ya que hay muy poca gente viviendo en la zona. Con respecto a los docentes tenía a cargo la docente de nivel inicial y un docente de música que dicta una hora de clase semanal y cuyo cargo pertenece a la Escuela nº1342.