Tribuna de opinión

El camino menos transitado

Miguel Roig (*)

“Inside Job” (1) analiza la crisis de 2008 desde sus orígenes y pone como una de sus cotas de inicio el año 1981, cuando Ronald Reagan nombra como secretario del Tesoro a Donald Regan, y da comienzo la desregularización, aquello que se conoció como la reaganomics. Al comienzo de este documental es entrevistado Andrew Sheng, titular de la autoridad bancaria china -cargo similar al presidente del Banco Central- quien declara: “Los físicos y los matemáticos dejaron de desarrollar nuevas tecnologías para la guerra fría y ahora trabajan para aplicarla en los mercados financieros: crean armas financieras”. El multimillonario Warren Buffet, sin eufemismos, las llama: armas de destrucción masiva. Andrew Sheng también opina que en los mercados no se busca otra cosa que obtener enormes ganancias privadas con pérdidas públicas. Si se ve al sistema económico de esta manera, es entendible cómo se somete al poder político desde el mercado financiero.

Si el disparo de salida lo ejecutó Reagan nombrando a Donald Regan -ex presidente de Merrill Lynch- como secretario del Tesoro; si Henry Paulson ocupó el mismo cargo con George W. Bush e inyectó 700.000 millones de dólares públicos para salvar la economía y fue presidente ejecutivo de Goldman Sachs; si Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, antes fue vicepresidente también de Goldman Sachs; si Mario Monti, primer ministro y titular de la cartera económica de Italia, fue director europeo de la Comisión Trilateral y asesor de Goldman Sachs (durante el período en que el banco ayudó a ocultar el déficit del gobierno griego de Kostas Karamanlis); si el ex ministro de Economía de España, Luis de Guindos, ha sido asesor europeo de Lehman Brothers hasta su quiebra; y tantos y tantos funcionarios se han desplazado desde el corazón del mercado financiero al centro del poder político, cuesta mucho pensar en dar una respuesta política al capitalismo financiero global. “Este desastre nos va a dar mucho dinero”, afirma Jeremy Irons en la película “Margin Call” (2), cuando encarna a Richard Fuld, el presidente de Lermahn Brothers que llevó el banco a la quiebra.

Islandia, como es sabido, es un pequeño país de 320.000 habitantes cuyo nivel de vida hasta el año 2000 era de los más altos en Europa, tanto desde la perspectiva social y económica como medioambiental. En aquel año, el poder financiero tomó el mando. Se desregularizó la economía y se privatizaron los pequeños bancos locales, que adquirieron préstamos por 95.000 millones de euros, cifra que es diez veces la economía islandesa. Las agencias de calificación le otorgaron la triple A, al tiempo que los bancos crearon productos financieros a través de los cuales era factible comprar, entre otras clases de operaciones, compañías en el exterior. La amalgama entre el poder político y el sector financiero era tal que en los viajes gubernamentales compartían plazas los dirigentes y los banqueros. Cuando el sistema colapsó, a pesar de la buena calificación que había obtenido -tan positiva como la que disfrutaban los bancos griegos e irlandeses hasta la víspera del crash-, los bancos quebraron y el paro y todos los efectos nocivos de la crisis cayeron sobre Islandia junto con la nube de contaminación producida, entre otras causas, por las nuevas empresas de fundición de aluminio autorizadas por la desregulación. Sin embargo, inesperadamente, Islandia reaccionó ante el poder financiero. En lugar del suicidio o la escritura de una carta a Bruselas para ser leída por un tecnócrata, los ciudadanos prefirieron intentar su propio relato reescribiéndose a sí mismos. Tal como en el cuento de Borges, “Pierre Menard, autor del Quijote”, volvieron a escribir su relato nacional con un sentido actual, es decir, recuperando el texto de la democracia pero leído desde de una nueva realidad.

La primera reacción al colapso fue que en las elecciones generales los dos partidos mayoritarios, representantes del bipartidismo local desde 1927, fueron laminados y surgió una coalición que tomó el poder. Se nacionalizaron los bancos, es decir, volvieron a su situación original, se creó una nueva moneda y se redactó una nueva constitución por el camino más democrático posible: se elaboró a través de la red y fue supervisada por una comisión de ciudadanos elegidos por la población. Hoy, Islandia ha recuperado su propio destino, su relato original.

¿Por qué no leer y escribir aquí, en nuestro país, en el mismo sentido, desde el patriotismo constitucional, un destino posible? El patriotismo constitucional esbozado por Jürgen Habermas, más cercano al republicanismo que a lo étnico; al patriotismo que apela al bien común. ¿Hay algo más democrático que compartir como país aquellos valores comunes de convivencia, igualdad, justicia y soberanía?

Como en el conocido poema de Robert Frozen, “The Road Not Naken”, sería escoger, entre dos caminos, el menos transitado: y eso hace la diferencia.

(*) Escritor y periodista.

(1) “Inside Job”, dirigida por Charles Ferguson, ganó el Oscar al mejor documental en 2011, se puede ver completa aquí: vimeo.com/27159349

(2) “Margin Call”, dirigida por J.J. Chandor, nominada al Oscar por mejor guión en 2011.