Museo tomado

Una hipérbole de la visualidad y la visibilidad

Por José Luis Volpogni (*)

¿Cómo se verá el Rosa dentro de un año cuando termine la muestra “Museo tomado”? “A partir de mayo, las 2.700 obras patrimoniales irán cubriendo las paredes y pisos del museo en su totalidad. Los visitantes tendrán la posibilidad de vivir este proceso desde el día cero hasta su culminación en mayo de 2019”. Con esta información en pizarras colgadas de las paredes del hall de entrada se nos pone en situación y la pregunta inicial se carga de sorpresa, asombro y cierto guiño lúdico y celebratorio.

Esta nueva propuesta en el Rosa se transforma en un desafío a nuestras certezas, costumbres y hábitos: nos interpela como espectadores y nos posiciona como receptores activos. Descoloca nuestra “zona de confort”. La desmesura, la exageración y una decidida voluntad barroca nos predispone a una regocijante experiencia de lo artístico.

Las nuevas estrategias curatoriales tienen como objetivo incorporar la novedad del arte contemporáneo en las políticas institucionales. En esta estrategia, se inscribe la muestra “Museo tomado” que irá desarrollándose en tiempos establecidos hasta que el patrimonio quede totalmente expuesto.

El Museo literalmente tomado por lo que le es más propio: el Patrimonio, el que ya pertenece al museo y el que se producirá a partir de sucesivas incorporaciones.

En ese sentido, lo que comenzó el 5 de mayo es algo más que una muestra. Es una operación estética que, anclada en el patrimonio, despliega un escenario de continuas visibilidades. Y que, anclada en lo institucional, desarrolla un escenario de continua visibilidad para el patrimonio. Lo que estamos invitados a ver es una política de diálogo entre las distintas obras, estilos, temáticas y formatos, en el que cada espectador construye su propio relato a partir de las elecciones personales.

Como si resonara una música de Pink Floyd, se rompen las filas de la reserva y el patrimonio avanza sobre las paredes, el edificio, la arquitectura. El caudal del patrimonio desborda su cauce y el arte fluye y se muestra. Una trama dispuesta a acoger las producciones del Salón de Mayo.

La conjunción de los astros, la intervención de los dioses, la casualidad o la causalidad, la idoneidad del jurado, o no sé qué designio del destino hizo que a partir de ahora en el patrimonio se incorpore “Recordar”, la incómoda, movilizadora y proactiva obra de María Soledad Sánchez Goldar.

La obra nos invita a pensar qué es lo que evocamos cuando intentamos recordar lo que pasó, en este caso, en el arte. Al recordar hacemos una serie de operaciones que tienen que ver con seleccionar, ocultar, reponer. Recordamos ¿lo que podemos o lo que queremos? “Recordar es una forma de resistencia”.

“Recordar”, de Sánchez Goldar, nos exige abandonar la contemplación y comenzar un proceso de múltiples conexiones legible/ilegible, acercar/alejar, blanco sobre blanco, negro sobre negro. La función de recordar es una operación necesaria; también es engañosa y ambigua. “Recordar es volver a pasar por el corazón”.

Las expresiones contemporáneas no son producto de las ocurrencias, son estrategias conceptuales que promueven la intervención. Las obras destacadas con premios y menciones son claros ejemplos de las actuales tendencias poéticas que atraviesan las producciones artísticas. “Museo tomado” propicia el concepto de patrimonio activo favoreciendo que éste fuera el público del Salón de Mayo. Una imagen para recordar...

(*) Licenciado en Artes Visuales.