La “mexicaneada” en Moscú y nuestra selección...

El verdadero “muñeco maldito” y el deterioro del fútbol argentino

“Chucky” Lozano se hizo más famoso que el Chavo y el profesor Jirafales, haciendo que Luzhnicki se convierta en una “bonita vecindad” mexicana. Tremenda e histórica victoria de los Charros y una opinión que vale la pena leer: la de Daniel Arcucci en diálogo con El Litoral.

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Daniel Arcucci y El Litoral en el Centro de Prensa del estadio Luzhnicki, después del gran triunfo de los mexicanos. Sentó raíces en Santa Fe con la familia De Azcuénaga.

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Moscú, Rusia)

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No somos los únicos que tendremos que rebobinar y empezar de nuevo. Parece que todos quieren “congraciarse” con Infantino, quien auguró un Mundial “que quedará en la historia”. Y no se trata de las cuestiones organizativas, solamente, sino de lo que más importa, al menos para nosotros, que es el fútbol. Perdieron los alemanes, no pudieron ganar los brasileños, tampoco los españoles y ahí andamos nosotros, todavía “pateando” nuestras dudas y deseando que en cuatro o cinco días se construya lo que no se pudo hacer en cuatro años.

Tremendo lo de México. Habitante privilegiado de ese partido que es histórico y que se festejó entre lágrimas. Antes del partido, mientras la marea humana se dirigía hacia el estadio Luzhnicki, la reventa estaba a la orden del día. “Nosotros pagamos hasta 500 dólares, pero hay uno que tiene algunos tickets y los quiere vender a 800”, comentaba un mexicano a El Litoral. Y ni qué hablar de aquel que portaba un gran cartel en el que “ofrecía” a su hermana por una entrada.

Muchos se preguntarán por qué ocurre esto y es porque cuando se inició la venta, Fifa distribuyó los tickets sin tener demasiado en cuenta los países que jugaban ese partido. Por eso, muchos argentinos no pudieron ingresar al estadio de Spartak y lo propio pasó con los mexicanos en Luzhnicki. A esta altura y con el gran triunfo consumado, uno se pregunta qué habrá sido de la vida de aquellos que querían entrar y no disponían del ticket. Si no lo consiguieron, se quedaron afuera de un triunfo que ningún mexicano podrá olvidar.

Fue un gran partido, emotivo, cambiante, con una selección mexicana que supo de qué manera enfrentar a los campeones del mundo. Vendió cara la derrota Alemania, es cierto, pero también habrá que reconocer que los mexicanos, en el segundo tiempo, retrocedieron agazapados y a la espera de la embestida de contra. No parecía un partido propio de una selección que no se permite otorgar ventajas como históricamente ha sido la alemana. Pero se dio por esa necesidad extrema que tenía Alemania de empatar el partido. Y “el Chucky” Lozano, más “muñeco maldito que nunca”, se encargó de convertir el gol más importante de su vida y de la historia del fútbol mexicano.

En las tribunas, El Litoral conversaba con los mexicanos y preguntaba sobre aquella fiesta con mujeres que precedió a este torneo. “Mira hombre, mientras en la cancha corran, jueguen y ganen, que hagan de su vida lo que quieran. A nosotros no nos interesa la vida privada de los jugadores. Si en la cancha la ‘rompen’, como dicen ustedes, está todo bien”, decían. Claro, con el resultado puesto.

Alemania recibió esa suerte de “maldición” a los campeones del mundo, que cuatro años después no pueden ganar. Se recuerda, por ejemplo, lo más cercano que fue aquella paliza de los holandeses a España en Brasil. Pero yendo un tiempo hacia atrás, a nosotros nos pasó las dos veces que fuimos campeones del mundo. Bélgica en el Mundial de España de 1982 y Camerún en el de Italia de 1990.

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Daniel Arcucci es una de esas opiniones valederas y profundas. Se hizo muy amigo de Maradona en aquellos primeros tiempos, tanto de él en el periodismo como de Diego en el fútbol, y eso le permitió también un conocimiento acabado de la selección. Estuvo en el estadio Luzhnicki en ese domingo histórico para los mexicanos y hablamos de Argentina.

—¿Preocupado como muchos de nosotros, Daniel?

—La reflexión es ésa, preocupación, decepción. En las últimas horas, yo hablé de decepción y no de indignación. Explico por qué. En los últimos 34 entrenamientos, se planificó este partido, se sabía cómo iba a jugar Islandia y qué clase de partido plantearía, por eso me preocupó que el equipo haya demostrado una fragilidad anímica notable y una falta de ideas que asusta. Esto provocó que el primer golpe lo deje casi nocaut. Si Mascherano fue una de las figuras o la figura, asistimos a un verdadero problema teniendo en cuenta que enfrente teníamos a un equipo defensivo.

—Sampaoli habló de que armó un equipo factible y no un equipo querible. ¿Coincidís?

—Esa frase de Sampaoli es realista. Yo confiaba en el realismo del entrenador, y sigo confiando, porque Sampaoli no fue inconsciente, sino que sabía lo que pasaba y hasta dijo que sus gustos quedaban un poco al margen. El problema es que esa confianza que teníamos antes de este partido, ha perdido ya un porcentaje. Y la mochila con la que llegamos, se hizo ahora más pesada todavía.

—¿Creés que estamos asistiendo acá en Rusia al final de un ciclo?

—Es el final de un ciclo, claro, pero hasta por una cuestión generacional. Mascherano ya dijo que éste es su último Mundial y creo que, con él, seguramente se irán otros, pero por una cuestión de edad en muchos casos. Es un final de ciclo también porque todo lo que se ha vivido en los últimos tiempos en la AFA y en el seleccionado ha sido tremendo. Y esto es romper con una historia.

—¿Por qué?

—Porque en el 2006, cuando Grondona lo nombra en forma apresurada a Basile, desde mi punto de vista, empezó un deterioro, se dejaron de respetar los ciclos mundialistas, ya no se integró a los seleccionados juveniles como había ocurrido hasta el 2006 y las consecuencias son éstas, lamentablemente.

—¿Cómo evaluaste la actuación de Messi?

—No me gustó Messi y estoy empezando a darme cuenta de que, para mí, Messi es un enigma. Lo que veo es que cuando la situación es adversa, él asume dos clases de reacciones: una es positiva, como pasó en Ecuador, y la otra es negativa y perjudicial, como la del otro día. Eso es lo que no me termina de convencer de Messi. Y en cuanto a su actuación, evidentemente no hizo un buen partido: no jugó bien ni ayudó al equipo pero tampoco el equipo lo ayudó. Sampaoli dijo que era totalmente necesario que se dieran las dos cosas. No se dio ni una ni la otra. Ni Messi jugó bien ni tampoco el equipo jugó bien.

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No se querían ir del estadio los mexicanos. Tomaban cerveza sin parar, saltaban, gritaban, festejaban y obligaban a que la policía se acerque para ver si todo estaba en orden. Cuando salieron del estadio, se formó en la llegada al Metro un cordón policial que fue guiando a la multitud para ordenar el paso de la gente. Las escaleras mecánicas que llegan a medir más de 100 metros de recorrido se colmaron de una manera increíble. Y los trenes llegaban uno tras otro, con apenas un par de minutos de diferencia. Y como todos los que llegaron a Rusia para ver el Mundial tuvieron que hacer su “fan ID” (algo parecido a lo que se pretendió implementar sin éxito y con muchas sospechas en nuestro país con el AFA plus), se decidió que los días de partido, quienes dispongan del “fan ID” no paguen el pasaje del Metro. Entonces, al margen de lo económico, todo se hizo muy ágil. La pregunta que se cae de madura es: ¿estaríamos dispuestos y preparados en nuestro país para repetir algo semejante y con más equipos (serán 48 desde el 2026)?

DIARIO DE VIAJE - DÍA 5

Enrique Cruz (h) (Enviado Especial a Moscú, Rusia)

El tema del idioma es un verdadero problema y sin solución. No hay ningún indicio ni tampoco ninguna posibilidad de que esto mejore. Es cuestión de bajar algunas aplicaciones en el teléfono para que sirvan de alternativa para hacerse entender (hay una que le hablás al celular y reproduce no sólo con voz sino también con palabras escritas lo que se ha dicho o preguntado). Y también se trata de memorizar algunas palabras, sobre todo los nombres de las estaciones de Metro por ejemplo.

En ese trajín, se dan situaciones realmente muy risueñas, porque cuando uno explica que no entiende nada de ruso y pide que traigan a alguien que hable español, llega uno que habla inglés y al que tienen que buscar como si se tratara de un salvador. Pero resulta que el inglés que profesa es tremendamente precario y ni qué hablar cuando trata de sacar alguna palabra aislada en nuestro idioma. Y aun si fuese bueno el inglés, tampoco le entendería. Entonces, se origina una “hermosa” charla entre tres personas que hablan ruso, inglés y español sin entender ninguna de las tres lo que le están diciendo.

De todos modos, como ya lo señalé en otros capítulos de este diario, hay algunas cosas que cambiaron con relación a lo que me tocó presenciar en diciembre cuando estuve algunas horas en una ciudad cubierta por la nieve, en ese momento y nada que ver con los 25 ó 26 grados de ahora, para cubrir el sorteo de este Mundial. Una de ellas, es que se ha señalizado correctamente —y en el piso— el Metro que hay que tomar para llegar a los estadios.

Son experiencias, algunas muy lindas, otras muy risueñas y otras que a uno lo terminan llenando de impotencia. La vida diaria tiene picos angustiantes, a veces, y de mucha hilaridad en otros. Está bueno.

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Los mexicanos y sus ocurrencias para quedarse con un ticket y presenciar un partido que jamás podrán olvidar.

El Mundial y la mente

Por Pablo Sucarrat (*)

La selección comenzó con más incertidumbres que certezas desde el punto de vista futbolístico. El primer partido a priori parecía accesible, era predecible que Islandia iba a presentar un esquema defensivo. El problema surgió cuando la selección no pudo resolver dicho planteamiento, sumado a algunos bajos rendimientos. El resultado fue incertidumbre, bronca y un sabor amargo.

Nos separan varios días del próximo partido contra Croacia, que ya ganó y con sensaciones de haber podido convertir más goles. Equipo ordenado y con una idea de juego. La pregunta que puede surgir es la de saber cómo impactó el funcionamiento del equipo, además del resultado que ya no fue bueno. Por otro lado, las ideas salen de la convicción o no que tenga el entrenador y los jugadores; sin ese convencimiento, la incertidumbre comienza a pesar en el grupo.

Si pensamos en los campeones que hemos tenido en nuestras selecciones en otros tiempos, había como una cierta rebeldía frente la adversidad, estos campeones supieron afrontar las adversidades con entereza. En el ‘78, teníamos un país sumergido en dictadura, comenzaron no de la mejor manera, pero de a poco encontraron una fortaleza mental y anímica, la cual hacía pensar que podían ganarle a cualquiera. En el ‘86 tuvimos caudillos, de espíritu rebelde, los cuales en cancha, aunque algunos no muy dotados técnicamente y otros sí, como es el caso de Maradona, supieron vivir un Mundial con unidad, eran cooperativos, y combatientes. Su líder, de palabras fuertes, con caudillos en la defensa, equilibraba con un Valdano intelectual. Encontraron el equipo y frente a muchas críticas volvieron campeones de México, revestidos como héroes deportivos.

Hoy el fútbol ha avanzado, pero de lo que podemos estar seguros es que el cerebro, y su fortaleza, pueden quedar intactos y entrenarse. La ciencia nos ha demostrado que esto es totalmente posible. Pero en la selección parece que el entrenador considera que al factor mental no es necesario entrenarlo. Sin embargo, la selección, desde ahora, recorrerá un camino emocional, con altos y bajos. El problema es que no queda mucho tiempo.

Esperemos que los jugadores se rebelen a estas adversidades, y saquen esa esencia de campeón, esa fortaleza mental. Esto implica concentración, toma de decisión, rebeldía, inteligencia emocional al servicio del deporte más hermoso del mundo y en la competencia más importante: un Mundial.

(*) Sicólogo deportivo.