ALFREDO DI BERNARDO

Mansa alegría de entrecasa

Luego de presentar “Algo así como un padre”, el escritor dialogó con El Litoral sobre cómo llegó a ser libro la experiencia de paternidad que, primero tuvo el formato de cuadernillo “para los amigos” y luego de blog. “Quería dejar asentados mis recuerdos felices de esa etapa fundacional”, contó.

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“Siempre me estoy desmarcando de la etiqueta”, define Alfredo Di Bernardo.

Foto: Mauricio Garín

 

Leonardo Pez

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El viernes 8 de junio, Alfredo Di Bernardo presentó su sexto libro, “Algo así como un padre”. Fue en un lugar mítico para el arte santafesino y para su formación como escritor y tallerista: la Asociación Cultural El Puente. “Quería dejar asentados mis recuerdos felices de esa etapa fundacional”, contó el autor a El Litoral y, además, señaló que el proceso de escritura le sirvió para confirmar que “los preconceptos culturales los tienen los adultos, no los niños”. También recordó que antes del libro hubo dos etapas: cuadernillo y blog. “Cuando hice el cuadernillo, me di cuenta que podía superar la limitación de los que conocían la historia”.

—¿Cómo fue el pasaje del blog al libro?

—Como hombre de la Galaxia Gutenberg, me sigue pareciendo impactante. En el blog había un estilo medio socarrón, con frases largas y envolventes, que generaba una complicidad con el lector. En el libro, traté de limpiarlo, para que no quede tan estructurado. Decir “ante la mirada del vástago” en el blog es una cosa, pero en el libro parece que me estoy haciendo el interesante.

—¿Por qué creés que ocurrió eso?

—El blog te da más libertad. Cuando lo quise pasar a papel, me di cuenta de que se podía malinterpretar el juego planteado en el plano virtual. Además, me sorprendieron dos cambios culturales. En 15 años, cambiaron muchas cosas. Antes, hablar de pareja informal podía parecer contracultural. Por eso, también modifiqué el final, que decía: “Parece que mamá y yo estamos destruyendo la Argentina”. Por otro lado, en función de los avances en las luchas del feminismo, tuve que revisar muchas situaciones o chistes que, a la luz de la época, podían malinterpretarse.

—¿Cómo se da la posibilidad de publicar el libro?

—El contacto con Ana Editorial se dio a través de Pablo Felizia, que fue alumno mío en la Academia de Literatura en el Colegio Inmaculada. La editorial surgió el año pasado en Paraná, como un homenaje de él y su primo a su abuela Ana. El primer libro que se publicó fue “Crónicas patrias”, una ficción basada en hechos reales con entrevistas a ex combatientes de Malvinas nacidos en Entre Ríos (a partir de la tesis con la que se graduó Pablo como Licenciado en Comunicación). Ana es una editorial independiente. Para mí, es la primera vez que me publican fuera de Santa Fe.

Es real, pero ¡ojo!

—¿En qué género inscribirías el libro?

—Julia Ruiz, mi biógrafa oficial, dice que es una novela dentro del género autoficción. En la novela contemporánea, la mayoría de los autores hace ese juego de ambigüedad con el lector, dicen “esto es real porque estoy como personaje, pero ¡ojo!”. Yo no considero que sea una novela; tiene elementos reflexivos que lo alejan de la novela y lo acercan al libro de autoayuda (risas).

—¿Qué diferencias encontrás con el registro, por momentos periodístico-observacional, presente en las “Crónicas de un hombre alto” y “Las cosas como somos”?

—Este libro fue escrito entre 2003 y 2004. Diría que es un antecedente de las crónicas, donde aparece la primera persona de forma más realista. En “Algo así como un padre” hay un narrador que no tiene nombre y ninguno de las personas tiene el nombre real. Dice Julia que con esa aclaración hago un juego ficcional del estilo “es cierto, pero no es cierto”. Obvio que es autobiográfico. En todo caso, el trabajo no fue literaturizarlo -está más cerca de la crónica que del cuento o de la novela- sino tamizarlo con humor y distorsionar algunas situaciones para que sea más caricaturesco.

Memoria emotiva

—¿Cómo recibió tu hijo el libro?

—Cuando mi hijo cumplió 21 años, le regalé el cuadernillo. Le pareció muy divertido. Ahora, va a leer el libro siendo padre de un hijo que tiene la edad que él tenía cuando transcurrieron los hechos reales. Supongo que para él va a ser muy impactante. Además de aquel cuadernillo, hice un segundo que le mostré a otra gente. Me di cuenta de que podía exceder los límites familiares y que la gente podía entenderlo y disfrutarlo. Todavía no pensaba en un libro. Entonces lo empecé a difundir en un blog, a modo de folletín virtual por entregas: cada martes y jueves a las 21 colgaba un nuevo fragmento.

—Eso genera una especie de memoria emotiva, algo que está presente en los trazos del libro.

—Es la base. Pese a que salió publicado quince años después de su escritura, de ninguna manera se me hubiese ocurrido trasladarlo en la época para actualizarlo. En la parte donde dice “la mujer marcaba mejor que Mascherano”, originalmente decía “la mujer marcaba mejor que Passarella”. Hubo detalles que modifiqué para que no quede tan anacrónico. Pero quería respetar que es un libro que transcurre en los ‘90.

—Y en el medio hablás de Vascolet, Súper Hijitus, Pelopincho y Cachirula...

—(Risas) Es curioso porque hay un doble juego temporal. Se publica en el siglo XXI una historia que fue escrita en los primeros años del siglo, pero que evoca una época de los ‘90 donde, a su vez, juego con mis recuerdos infantiles de los ‘70. Es como ir mirando en cascada hacia atrás.

Viajes en el tiempo

—Te gusta viajar en el tiempo, ¿no?

—¡Sí! Me acuerdo de “El túnel del tiempo” y de “La máquina del tiempo”. Me fascina esa idea de volver hacia atrás, como pasa en “Volver al futuro”. Algún día se va a inventar el Google Mind y vamos a poder revivir tu cumpleaños de diez o tu primer día de clases. Lo van a vender muy caro (risas).

—Tus primeros escritos tienen que ver con la ciencia ficción.

—Empecé escribiendo crónicas de partidos reales o imaginarios. Hacía una revista deportiva que se llamaba “El Goleador” -escrita, diseñada y dibujada por mí con birome y con todas mis limitaciones-. (Hace un dibujo). Hacía la cabecita con la camiseta, ahí está pateando, la pelota, acá el arquero tirándose y el arco. La parte de ciencia ficción se llamaba “Aventuras en las galaxias” y fue escrita en una Lexicon 80. Ésa sí que era una novela. Lo gracioso es que la escribí antes de la saga de Star Wars. A tal punto que cuando vi “La Guerra de las Galaxias” no me gustó... ¡no estaba tan buena como mi novela!

—De la ciencia ficción y lo fantástico, te fuiste acercando a una literatura realista.

—En su ensayo (“Un pie afuera y otro adentro. La dialéctica realidad-ficción en la obra de Alfredo Di Bernardo”), Julia habla de mis constantes juegos entre salir y meterme en la realidad (“una travesía por los cauces de la ficción en busca de sus límites y sus desembocaduras”). Empecé en una cosa abstracta, volada, alegórica, con mucho realismo mágico y literatura fantástica hasta terminar en las crónicas que son realidad pura -con una vuelta literaria-.

—¿Cómo definirías a “Algo así como un padre”?

—Es un libro amable, familiero, apto para todo público -aunque siempre está presente la ironía-. Ahora necesito otra cosa para no quedar como el tipo que escribe cosas amables. Quizá mis próximos libros tengan cosas más crueles, realistas o psicologistas. Ya no me interesa escribir un cuento fantástico. Tengo 16 ó 17 planteos realistas y un poco más oscuros para un próximo libro de cuentos. Siempre me estoy desmarcando de la etiqueta.

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“Es un libro autobiográfico. El trabajo fue tamizarlo con humor y distorsionar algunas situaciones para que sea más caricaturesco”.

Foto: Gentileza Autor

Alfredo Di Bernardo

Escritor santafesino nacido en 1965. Publicó “El regalador de colores” (1993), “La realidad y otras mentiras” (1999), “Informe sobre miopes” (2001), “Las cosas como somos” (2009), “Crónicas del hombre alto” (2013) y “Algo así como un padre” (2018). Es autor de los blogs “Algo así como un padre” y “O juremos con grieta morir”. Entre 2002 y 2017 editó “El regalador”, micropublicación virtual de divulgación literaria. Entre 2003 y 2009 coordinó los Encuentros Literarios Sub20, de la Asociación Cultural El Puente, destinados a escritores adolescentes. Entre 1998 y 2016 se desempeñó como coordinador de la Academia de Literatura del Colegio de la Inmaculada Concepción.