Mano a mano con “el Checho” Batista en Rusia

“Les armamos una ensalada tremenda a los jugadores”

Dice que “en el 2009 anuncié que esto nos iba a pasar”, que “en la Argentina se habla más de la tecnología que de la pelota” y que “cuando me drogaba, mi mujer me hacía quedar desnudo antes de permitirme que entre a mi casa”. Imperdible charla con alguien que la vivió de adentro y de afuera, como jugador y entrenador de la selección.

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“Si nos quedamos afuera, hay dos caminos: o seguimos chocándonos contra la pared o paramos la pelota. ¡Siete técnicos en diez años tuvo este plantel!”, dice el Checho Batista.

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Moscú, Rusia)

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Tuvo una vida alocada hasta los 28 años. No lo parecía. En la cancha, esas piernas que parecían desgarbadas —pero que llegaban a todas partes adonde había que llegar— lo convertían en un “5” fenomenal. Integró un equipo inolvidable de Argentinos Juniors. Uno todavía tiene el fresco recuerdo de aquella decisión que tomó “el Piojo” Yudica de irse de Unión, después de una muy buena campaña, para tomar las riendas de aquel Argentinos que había salido campeón y que se preparaba para jugar la Libertadores. Uno también recuerda la final intercontinental con la Juventus de Platini, en Tokio, con una actuación deslumbrante del “Bicho” a pesar de la derrota (¡y después se dice que de los segundos nadie se acuerda!). Pero “el Checho” Batista —de él hablamos— estaba preparando el camino para una caída en tobogán que lo llevaba hasta el mismo abismo. A Bilardo no le quedó otra que llevarlo al Mundial de México y dejar afuera a “su” volante central, que era Miguel Ángel Russo. Batista, al principio, se sintió como “sapo de otro pozo”. Y después de ser campeón, Menotti lo llevó a River y de allí lo echó Passarella. Fue el volante central que los dos técnicos que se enfrentaban en un duro cruce de ideas futbolísticas —Bilardo y Menotti— querían para sus equipos. Sin embargo, enseguida llegó su propia tortura de la cual se arrepiente y la cuenta. “Preguntáme lo que quieras, no tengo problemas en tocar el tema”, confió en una larga charla que estuvo matizada con anécdotas, recuerdos y una posición muy crítica de alguien que la vivió de adentro como pocos.

—Empecemos por lo actual, Checho. Estamos viviendo un cuadro de situación prácticamente impensable y al borde del abismo. ¿Qué pensás?

—Mirá, yo lo vengo diciendo desde el 2009 y muchos me miraban de reojo y con escepticismo y descreimiento. ¿Por qué nos asombramos de lo que nos pasa ahora? Se pedía un recambio, ¿no?... Casi a gritos... Y hay ocho jugadores nuevos, pero los estamos probando en un Mundial. Y esas cosas se pagan. Meza, Pavón, Tagliafico prácticamente están debutando en la selección. Y eso no puede ser.

—Parece que no encontramos la fórmula, ¿no?

—¡Siete técnicos en 10 años!, ¿de qué fórmula me hablás?... Y no nos asombremos si nos quedamos afuera. Y si quedamos afuera, hay dos caminos: o seguimos chocándonos contra la pared o paramos la pelota y apostamos a un proyecto. Somos la única selección del mundo que tuvimos tres técnicos en una eliminatoria. Es el fiel reflejo de lo que pasa en el mismo país, donde los clubes cambian de técnicos hasta tres o cuatro veces por año. Eso te lleva a lo que nos llevó.

—¿Qué culpas tiene Sampaoli?

—Es fácil echarle la culpa ahora a él. A mí, me tocó lo mismo cuando dirigí a la selección. Yo tuve 20 entrenamientos en un año cuando fui el técnico. Sampaoli trajo jugadores que ni conoce o los está conociendo recién ahora en profundidad. Ésa es la realidad.

—Pero antes no pasaban estas cosas en el fútbol argentino. Fijate lo que fueron los procesos de Menotti, Bilardo, Basile, Bielsa, en los tiempos de Grondona...

—Bueno, pero eso un día se terminó y todo cambió. Yo fui uno más. Me tocó a mí, a Diego, a Sabella, a estos que vinieron en este último proceso. Diego pensaba distinto que yo y los tuvo un año, yo los tuve un año, Sabella -distinto también- y llegó hasta el Mundial, Martino diferente a Sabella, Bauza a Martino y así... ¡Les armamos una ensalada en la cabeza tremenda a los jugadores!... Nosotros, con Bilardo, entrenábamos de lunes a jueves. Lo fuimos conociendo de a poco. Entonces, ¡no le echemos la culpa a Sampaoli! Es como cuando se la echa al técnico que desciende con un equipo. Es el último eslabón de una cadena de responsabilidades donde hay otros tanto o más responsables. Esto es el fútbol argentino actual. Tiene que cambiar a nivel dirigentes, técnicos, periodismo y también la gente.

—¿Y cómo?

—No podemos hacer lo de Alemania, no podemos apostar a un cambio estructural porque no tenemos infraestructura, pero algo hay que hacer. En el 2009, dije que cuando se vaya esta camada de jugadores, que fueron grandes futbolistas y ahora muchos de ellos no están bien por una cuestión lógica de decadencia, nos costará mucho estar en un Mundial porque no hay trabajo de inferiores, no hay proyecto.

—¿Los ves factible?

—No sé... En la Argentina se habla más de la tecnología que de la pelota, se habla más de un GPS, de un drone, de una computadora y parece que patearíamos eso cuando entramos a una cancha. Hay que formar jugadores serios para que lleguen a la selección.

—Mucho se habla de que en la selección hay un club de “amigos de Messi” y vos fuiste técnico de la selección. ¿Es cierto eso?, ¿te pasó?, ¿te condicionó?

—Vos sos técnico, ¿a quién convocás?... ¿No lo vas a convocar a Agüero?, es amigo de Messi... ¿A Higuaín?, es amigo... ¿A Mascherano?, es amigo... Los amigos de Messi son todos importantes. Ahora, si lo convocás a Lautaro Martínez o alguno de estos pibes que están apareciendo con muchas condiciones, porque estás armando un proyecto a cuatro años, es otra cosa. Pero todos los que se dicen amigos de Messi son convocables. Los llamás vos, yo y cualquiera. A mí, Lionel nunca me dijo que convoque a alguno. Lo único que le pregunté es adónde se sentía cómodo. Fue el tiempo en el que Guardiola lo ponía de doble 9 en el Barcelona y yo lo hacía jugar por derecha. Entonces le pregunté adónde se sentía mejor.

—¿Te sorprendió el nivel que tuvo en estos partidos?, ¿qué le pasa?, ¿es preocupante?

—Lo que le pasa es que a este equipo le falta el plan B. Nosotros teníamos a Maradona y el resto le hacíamos el trabajito para que la rompa. Pero si a Diego lo marcaban mucho, aparecía Burruchaga. Y se la dábamos a él. Este equipo no tiene plan B. Puede ser Dybala. Pero le falta el socio a Lionel, alguien que hable su mismo idioma. Banega en su momento lo fue, Gago también, fueron los socios que yo le puse en el oro olímpico... ¿Quién?... No sé... Dybala es una alternativa.

—Y los dirigentes, ¿cómo estamos?, ¿qué “pito tocan” en todo este barullo?

—Están haciendo mejor las cosas. Lo primero que tienen que hacer es ser organizados. Le tengo fe a “Chiqui” Tapia, pero no pretendamos que sea sólo él o los dirigentes los que cambien esto, todos debemos poner un poquito para que el fútbol argentino crezca.

—Vos jugaste en un gran equipo como aquel Argentinos Juniors del ‘84 y ‘85 que aún se recuerda y de memoria. Y saliste de una escuela de fútbol como es o fue la de Argentinos. ¿No se respeta más la verdadera genética del jugador argentino?

—No se vive más esa forma de jugar que teníamos nosotros. No sé en qué momento, pero un día se terminó. Copiamos cosas europeas que no van con el sentimiento nuestro. Hoy, se habla de la tecnología y no de la pelota. A mí, dame Giusti, Marangoni y Bochini o Jota Jota, Merlo y Alonso... Pero hoy todos se lavan la boca con el fútbol del Barcelona... No me cuenten que Barcelona juega bien, porque esos equipos jugaban muy bien también. La pelota está por encima de todas las cosas, enseñarles a los chicos de 7 u 8 años a jugar a la pelota y no a exigirle resultados. Yo me discuto y peleo con los que dirigen inferiores, porque deben entender que no hay que ganar sino formar. Pero la culpa es del directivo que obliga al coordinador a ganar. ¿Y qué va a ser el coordinador?, obvio que decirles a los técnicos que ganen porque, si no, los echan. Y no se dan cuenta de que “lo que Pedrito no aprendió, Pedro jamás lo aprenderá”. Pero está todo tan desnaturalizado que pasa desapercibido. Hoy, un jugador traba la pelota con la cabeza y lo aplauden, pero enseguida se la da al contrario y eso no sirve. Perdimos el sentimiento de jugar al fútbol. No hay potrero, hoy hay computadora, teléfono.

—¿Y qué propondrías?

—Yo quise hacer algo: que el técnico entrene en la semana pero que el sábado o domingo vaya otro, qué se yo... Un padre, a dirigir el equipo... Que el pibe se divierta en el partido, pero que en la semana, el técnico le enseñe, porque para eso está.

—¿Te arrepentís de algo que hayas hecho en el fútbol o que no hayas podido hacer?

—En el fútbol no, pero por problemas personales jugué diez años nomás, de los 18 a 28. Y a esa edad, por una estupidez mía tuve que dejar ese nivel. Y me fui a Japón.

—Hablás de tu adicción a las drogas. ¿Por qué entraste?

—De boludo... De boludo... Tenía todo y cometí el error... No creo que haya sido por hacerme el canchero... Yo era muy tímido, lo soy, y quizás por sacarme esa timidez caí en la droga. O capaz que por algún problema de chiquito, no sé... Era mi mejor momento, tenía plata, jugaba en River, era campeón del mundo... Pero algún problema había...

—¿Cómo saliste?

—Yo tuve el acompañamiento de mi familia... Mi señora se portó cien puntos conmigo y yo tenía miedo de que me dejara... Yo llegaba a casa y tenía que entrar desnudo... Así como te lo digo, desnudo... Mi mujer me paraba en la puerta y me decía: “Dale, sacate todo, desnudate porque sino, acá no entrás”.

—Siempre hay algo que te hace un click. ¿Qué fue?

—Cuando mi nena le dijo a una compañerita de la escuela: “Ahí no entrés, porque está mi papá enfermo”... Ahí me di cuenta de la gran cagada que me estaba mandando.

El día que no quiso ser “doble 5” con Redondo

—Videla, Batista y Commisso; Castro, Borghi y Ereros, era el Argentinos del ‘85. ¿A quién le dabas la pelota?

—Mi compañía era Olguín, fue el único central que vi gambetear rivales como un delantero. Entonces yo se la daba a Videla o a Commisso, Borghi se tiraba atrás y hacíamos un rombo. Nunca un pase largo. Yo distribuía. Y al “Chivo” Pavoni lo dejábamos solo atrás y que se las arregle.

—Y vos de 5, que te destacabas por el manejo de la pelota...

—El 5 es el enganche de mitad de cancha para atrás. Si no tenés un buen 5, la pelota no le llega bien a los de más arriba. Teníamos un equipazo, con especialistas en cada puesto.

—Hoy serías el doble 5 de juego, con uno al lado de marca, ¿no?

—¡Nunca jugaría de doble 5! Me pasó cuando debutó Fernando Redondo en Argentinos. Y eso que Fernando fue uno de los mejores 5 que vi en mi vida.

—¿Cómo fue eso?

—El pobre Nito Veiga me llama para decirme que íbamos a jugar los dos en el medio, Fernando y yo. Era el año 87 y estaba por pasar a River. Le dije que no, que lo ponga a él y que yo iba al banco. Se quería morir Nito, no sabía qué hacer ni qué decirme. Al final lo entendió y Fernando jugó de 10, yo de 5 y “el Nene” Commisso de 8... No podría... No entendería eso de uno que corra y el otro que juegue.

“Tardivo fue todo para mí”

Alberto Pompeo Tardivo fue un gran jugador que tuvo un paso prolongado como futbolista y entrenador de Colón, y también estuvo muy vinculado a Argentinos Juniors, club en el que jugó, dirigió en inferiores y también en primera. “El Beto” reside en Santa Fe y es de esos hombres sabios que, lamentablemente, se desperdician en la ciudad. Siempre me ha contado anécdotas sobre el Checho Batista y era el momento de preguntarle a él, al “Checho”, si todo lo que dice “el Beto” es cierto. Y nos encontramos con que Tardivo se quedó “corto”.

—¿Qué fue Tardivo para vos?

—A “Beto” lo quiero mucho, fue todo en mi carrera y no sólo en lo futbolístico. Yo jugaba de 9 en inferiores y Alberto me dijo: “Che pibe, ¿vos qué haces ahí adelante?”. Se ve que me veía parecido a él y me puso de 5, me enseñó todo lo que se le puede enseñar a un 5. Los fundamentos, cómo me tenía que parar para cabecear de un lado y del otro y para que la pelota vaya al lugar correcto... Todo.

—¿Es verdad que se peleaba con tu papá?

—Se hizo amigo de mi viejo. Lo que pasa es que él no me ponía en reserva y yo veía que tenía que jugar. Y le dije que le iba a pedir el pase. Alberto se calentó y me dijo: “¿Vos qué te pensás?, ¿que sos Maradona?... ¿qué pase querés?... Andá para allá y no me embromes”. Yo, igual y de rebelde, fui a pedir el pase y me sacaron rajando.

—Pero al final te puso...

—Cuando agarró primera me puso de una. No me ponía en reserva pero enseguida me metió en Primera. Si no fuese por él, no jugaba al fútbol, no llegaba a lo que fui. Tardivo es todo para mí.