EL VIOLINISTA PABLO SARAVÍ ACTÚA CON LA SINFÓNICA

Talento argentino

El músico será el invitado del ensamble musical en el concierto previsto para el viernes 29 de junio en el Centro Cultural Provincial. El programa incluirá obras de Geminiani, Vivaldi, Mendelssohn Bartholdy, Rossini y Warlock.

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Como violinista y violista grabó varios CD con repertorios que van desde el barroco hasta el presente. A la vez, es experto en instrumentos de arco, escribió libros sobre el tema y realiza conferencias sobre luthería.

Foto: Gentileza producción

 

Juan Ignacio Novak

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El Centro Cultural Provincial (Junín 2457) será el espacio que albergará, el viernes 29 de junio, el próximo concierto de la Orquesta Sinfónica de Santa Fe. Será el octavo de esta temporada, arrancará a las 21 y el repertorio se basará en obras de Francesco Geminiani, Antonio Vivaldi, Felix Mendelssohn Bartholdy, Gioachino Rossini y Peter Warlock. Como invitado, estará presente el director y violinista Pablo Saraví, oriundo de Paraná, premiado dos veces con el Konex, por ser “una de las personalidades más relevantes de la música clásica en la Argentina”.

—Ya actuó junto a la Sinfónica de Santa Fe. ¿Cómo recuerda esas experiencias? ¿Qué es lo que más valora del ensamble santafesino?

—Sí, he actuado con la Sinfónica de Santa Fe el año pasado, en un concierto que dirigió el Maestro Walter Hilgers. Tuve, desde el primer ensayo, la certeza de encontrarme frente a un conjunto muy profesional y con gran compromiso artístico, además de un público muy cálido y entusiasta.

—¿Por qué eligió el violín? ¿Qué modelo utiliza en la actualidad y por qué?

—El primer instrumento que llamó mi atención en forma poderosa, cuando yo tenía 8 años y vivía en Mendoza, fue el violín, por su característica forma y por su manera de cantar, que se parece a la voz humana. Pedí entonces a mi padre que me consiguiera un profesor para que me enseñara a construir un violín. Mi papá, ex violinista y fundador de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, me dijo que allí en Mendoza no había quién enseñara ese oficio, pero me aconsejó a aprender a tocar el violín porque era la mejor forma de conocerlo de cerca. Fue un sabio consejo y así seguí adelante y me convertí a los 14 años, riguroso concurso mediante, en músico integrante de la Sinfónica de la UNCuyo.

Utilizo más de un instrumento durante el año, para no “fatigarlos” con un uso demasiado intensivo y además variar un poco. Esta vez toco en Santa Fe con un violín antiguo de un autor nacido en Vils (Tirol) llamado Eberle, me gusta mucho su timbre cálido y en particular sus graves.

Más y mejores formadores

—Se presentó en diversas partes del mundo. A la luz de su experiencia, ¿qué mirada tiene sobre la música académica argentina de hoy?

—Según conozco, hay muchos centros de estudio que enseñan música. Sin embargo, el nivel de los docentes, en términos generales, es limitado y a veces francamente bajo (hay excepciones, por supuesto). Esto tiene que ver con deficientes planes de estudio y con salarios pobres, lo que hace que docentes con muy buena formación y capacitación prefieran dedicarse a la enseñanza privada. Por otra parte, hay un movimiento de orquestas juveniles que empezó hace unos años, pero donde hay muchos desniveles, según la zona donde estén, porque muchos de esos proyectos apuntan más a lo social que a lo musical y a veces carecen de muchos recursos básicos. Si bien es de celebrar que muchos jóvenes se acerquen a la música, hay que tener en cuenta que si tienen la intención de dedicarse a ella, se necesitan más y mejores docentes formadores. Lamentablemente en nuestro país, los gobiernos se suceden y las políticas culturales que se prometen en campañas no se cumplen efectivamente después de las mismas. Pero de todos modos, tengo una cuota de optimismo porque la Argentina es un país donde nacen siempre grandes talentos, y eso muchas veces ayuda a que no se note tanto la escasez de recursos o de buenas gestiones culturales. Todo este panorama es muy general, por supuesto, ya que conozco excepciones honrosas entre gestores culturales realmente interesados en mejorar las cosas. Pero rara vez trabajan en las ciudades más grandes del país.

—¿Cómo fue la experiencia con la World Orchestra for Peace?

—Es una orquesta que suena tan bien ya en un primer ensayo de lectura, suena como una grabación profesional de elite. Hay que tener en cuenta que la fila de Primeros Violines está integrada por Concertinos de famosas orquestas del mundo, así como en general, los integrantes de otras familias de instrumentos son solistas en sus orquestas de distintos países. Es una experiencia única y un privilegio formar parte de ese organismo. Cada concierto es una experiencia increíble y única. El mes próximo, el 21 de julio, tocaremos en el Royal Albert Hall de Londres, conmemorando los 100 años del fin de la Primera Guerra Mundial.

Luthiers

—Realiza conferencias sobre luthería. ¿Cuál es la situación actual de este oficio en la Argentina? ¿Qué desafíos aparecen?

—En las últimas dos décadas hubo un visible renacimiento de la luthería en nuestro país. Hasta la década de 1980, la mayoría de los luthiers había sido producto de la inmigración italiana. Actualmente, yo conozco personalmente a una docena de luthiers profesionales en la zona del Gran Buenos Aires y otro tanto o algo más en las provincias. Su principal desafío es construir instrumentos buenos para uso de los músicos profesionales que integran las diversas orquestas de nuestro país, y también, eventualmente, de algunos solistas. Para ello deben aprender con buenos maestros (que no abundan) o deben buscar una buena formación en lugares como Cremona (Italia) donde han ido a estudiar muchos argentinos, algunos de ellos están de vuelta y produciendo instrumentos en nuestro país. Otros, como Eduardo Gorr (santafesino), Carlos Roberts (chubutense) o Martín Gabbani (porteño), que han ganado importantes premios en Europa con sus instrumentos, y aunque viven en Cremona, muchos músicos de aquí tenemos instrumentos suyos. Otro de los desafíos es tener buenos modelos clásicos para poder imitar. Ya no hay grandes instrumentos de los mejores maestros del pasado en nuestro país, salvo pocas excepciones. Pero por suerte existe un museo en Buenos Aires (Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco) donde hay unos 15 excelentes instrumentos de diversos autores insignes de la luthería clásica, a manera de ejemplo. Es la colección de violines y violas más importante de América del Sur.

Repertorio

El programa previsto para el concierto del 29 incluirá las siguientes obras: de Francesco Geminiani, el Concerto grosso en Re menor “La Follia” (Sobre la Sonata op. 5 Nº 12 de Arcangelo Corelli); de Antonio Vivaldi, el Concierto para cuerdas y continuo en Mi menor RV134; de Felix Mendelssohn Bartholdy, el Concierto para violín y cuerdas en Re menor, op. Póstumo; de Gioachino Rossini, la Sonata para cuerdas en Sol Mayor y de Peter Warlock, Capriol Suite.

Bach

—Grabó CDs con repertorios pertenecientes a diversas épocas. ¿Cuál es su preferida? ¿Y cuál o cuáles son los compositores por los que siente mayor predilección?

—A mí me gustan diferentes estilos musicales por motivos diversos. Pero tengo especial afinidad por la música del período barroco. Mi compositor preferido es Bach, aunque Beethoven es otro de mis ídolos. Y también están Vivaldi, Haendel, Mozart, Mendelssohn, Tchaikovsky, Brahms y Debussy que me fascinan. Hay tantos...pero “papá Bach” siempre es mi primera opción.