LA POLITICA EN FOCO

Banderas y banderías

La presencia del presidente de la Nación en el acto por el Día de la Bandera siempre sobrepone el factor político al institucional. En esta oportunidad, su ausencia también lo hizo.

Emerio Agretti

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Símbolo de unidad, y emblemáticamente por encima de cualquier otra identificación, la bandera argentina y su celebración han sido recurrentemente motivo de fricciones y divisiones. Por un lado, como elemento para mensurar la cercanía o falta de ella entre el gobierno provincial y la Nación. Y por el otro, por habérselo tomado como escenario privilegiado para la protesta social o la manifestación partidaria.

Por eso, lo que haga el presidente de turno siempre es noticia. El ranking indica que Cristina Fernández encabezó la ceremonia en cinco oportunidades, Carlos Menem cuatro, Néstor Kirchner tres, Mauricio Macri dos -tras la defección de este año- y Raúl Alfonsín sólo una. El virtual copamiento político durante el kirchnerismo -fundamentalmente en los mandatos de Cristina, e incluyendo el célebre “vamos por todo” del acto del bicentenario de la creación-, relegó a los mandatarios socialistas a un segundo plano “no inclusivo”, con la vecindad del palco tomada por una barra militante y en muchos casos hostil. Aunque sin un carácter tan intenso y beligerante, los actos de Macri también encontraron a los representantes santafesinos en una posición de incomodidad, cifrada en el no alineamiento político y en las tensiones propias de cuestiones no resueltas. La crítica situación económica y la previsión de manifestaciones añadían esta vez aún más condimentos poco institucionales a la ocasión.

Según esa lógica, la decisión del presidente de no acudir debió haber operado como un factor de descompresión: la ciudadanía iba a poder disfrutar de una fiesta cívica sin condimentos partidarios, las autoridades santafesinas no se verían relegadas, la protesta perdería fuelle ante la ausencia del principal destinatario, y el mandatario nacional no estaría expuesto a riesgos para su integridad física (una cuestión que ahora forma parte de los temas a considerar en su agenda). Lejos de ocurrir eso, el faltazo de Macri -al que se añadió la inexplicable e inédita ausencia de cualquier otro funcionario en su representación- desató un nuevo rosario de cruces y reproches, entre las imputaciones de ninguneo, la polémica por la seguridad -que no se vio precisamente favorecida por el episodio del hombre del cuchillo- y hasta incluso el carácter unilateral o acordado de la determinación. Una vez más, la fiesta quedó ensombrecida o salpicada por la política.

En la previa, el ministro de Interior volvió a Santa Fe con el renovado compromiso -y la correlativa presión- de llegar a un acuerdo político por la deuda, y no volver a la Corte (de todos modos, tampoco estuvo con él ningún funcionario provincial). Y Elisa Carrió pegó una sacudida al tablero electoral, al confirmar que Luciano Laspina no será candidato a gobernador por Cambiemos y “bendecir” a Mario Barletta, descalificando a José Corral en el proceso. Todo esto en un contexto en que lo que -no sin esfuerzo- podría llamarse el “lifschitzismo” sostiene empecinadamente el proyecto reeleccionista, pero preventivamente pergeña otras variantes electorales, en sintonía diferente a la de su propio partido. Y con varios candidatos lanzados y un par de nombres que generan expectación -Perotti y Bielsa-, el peronismo también debe definir orientación y filiaciones internas.

Para el 20 de Junio del año que viene, las cartas ya estarán echadas. Y en un contexto electoral, será muy difícil que las banderías no se impongan a la bandera. Habrá que ver qué hace el presidente.

Lejos de descomprimir, el faltazo de Macri -al que se añadió la inexplicable e inédita ausencia de cualquier otro funcionario en su representación- desató un nuevo rosario de cruces y reproches.