Bicentenario del gobierno de Estanislao López

El Brigadier dio los cimientos de la organización provincial

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El gobernador Estanislao López a la Junta de Representantes: manifiesta que con el fin de proceder al fomento de la agricultura, comercio e industria ha dado comisión a su secretario, Dr. Francisco Seguí, para dichas gestiones. Santa Fe. 1º de agosto de 1822.

Foto: Original en el Archivo General de la Provincia de Santa Fe

Ana María Cecchini de Dallo

Estanislao López llegó al gobierno con carácter interino el 23 de julio de 1818. Se vio compelido a ello como consecuencia de una revolución que le cuestionaba el poder al gobernador Mariano Vera y cuyo objetivo era el dictado de una Constitución provincial. Se trató de una confrontación partidaria que dividía a los santafesinos, que había provocado el cese del Cabildo y tenía a la ciudad ocupada por milicias que respondían a ambos bandos.

El acuerdo al que se llegó merced a las gestiones del cura José de Amenábar, consistió en el intercambio por parte de ambas facciones de cinco partidarios los cuales permanecerían en calidad de rehenes de la opuesta. Uno de los ofrecidos por el grupo revolucionario era el capitán Juan Manuel Roldán, padre de Estanislao López.

Fue por ello que el 23, se presentó López con las fuerzas provinciales que comandaba, abandonando su retiro en el campamento de San José del Rincón.

Al asumir el gobierno interino, Estanislao López describió crudamente la situación de la ciudad: “...al borde de su última ruina, sin relaciones, sin comercio, sin industria, sin agricultura, sin bases de subsistencia, sin orden económico interno, sin unión ni medios para conciliarla entre sí, y en guerra destructora de arbitrios tomados por las provincias empeñadas en nuestra desolación...”.

A partir de este estado de situación López dio inicio a su gestión, que concebía al Estado provincial en todos sus ángulos fundamentales.

Para resolver uno de los varios frentes de guerra que afrontaba Santa Fe acordó la paz con la mayor parte de las parcialidades aborígenes, el otro frente lo planteaba el Directorio, a él le dio batalla, salvando de ese modo la autonomía provincial, y también enfrentó las milicias cordobesas -conducidas por Juan B. Bustos-, e incluso algunos entrerrianos, al mando de Hereñú, mientras tres naves de guerra amenazaban a la ciudad desde la Bajada.

Fue un año durante el cual las poblaciones provinciales fueron saqueadas, e incluso incendiadas como ocurrió con la Villa del Rosario, agravando la pobreza en las mismas.

Los pilares de la organización

El pensamiento organizador de López puso su acento en primer lugar en el reclamo político de la facción que había originado la revuelta de 1818 que demandaba una Constitución para la provincia.

Encaró entonces las consultas a la Junta de Representantes, ella y tal vez otros asesores, le acercaron proyectos que él descartó, los cuales aún se desconocen, para, finalmente, adoptar el Estatuto Provisorio de 1819.

Este Estatuto, el primero que se dicta en una provincia, tuvo dos objetivos claros, darle al Estado provincial el carácter de República y reconocer la soberanía del pueblo como fuente originaria del poder.

La división de poderes se bosqueja en él a partir de un Ejecutivo fuerte, imprescindible para un tiempo de guerra, una Junta de Representantes, formato legislativo que se va construyendo lentamente, mediante la absorción de funciones que eran competencias del Cabildo, entre tanto, éste último, permanece como autoridad capitalina hasta desaparecer en 1833. Desde 1821 esta Junta fue declarada “libre e independiente”, integrada con representantes de todos los poblados mediante elecciones amplias por voto directo.

El Poder Judicial apenas es esbozado, convirtiéndose en la mayor carencia conceptual del Estatuto, ya que reitera las instituciones tradicionales de Justicia que integraban el Cabildo. En 1826, encontrándose todavía pendiente la organización judicial a la que López aspiraba, creó un Tribunal de Apelaciones con tres integrantes, que se denominaba Tribunal de Alzada y luego, por un reglamento sancionado el 28 de enero de 1833, instituyó un juez de 1ª instancia en lo Civil y Comercial, un defensor de pobres y menores, un jefe de Policía y un juez de Paz para cada uno de los cuarteles.

El estatuto, en su simplicidad y ausencia de artificios eruditos, fue un gran acierto del gobernante, para contar con una norma institucional que pudiera ser adaptada según la marcha y necesidades de los tiempos.

El otro pilar eran los recursos productivos, para lo cual puso límites a la matanza de vacunos que eran cazados con el fin de comerciar sus pieles, la restricción posibilitaría la reproducción y aumento del ganado en el territorio, que también se había visto diezmado por las necesidades de las campañas bélicas y los saqueos de las tropas invasoras de Buenos Aires. A la vez dictó normas para restablecer el comercio dañado durante el proceso revolucionario y alentar la producción agrícola.

La trascendencia que asignó a la recuperación de la provincia quedó explicitada por la indemnización que obtuvo en el Tratado de Benegas, en él, la provincia de Buenos Aires, en su condición de responsable de todas las invasiones a Santa Fe, debía repoblar los campos con más de 30.000 cabezas de ganado y pagarle una suma de $2.000 mensuales a los santafesinos, lo que se cumplió hasta 1851.

Un riguroso sistema de doble control de ingresos y gastos tuvo una primera instancia en el mismo Estatuto de 1819 al crear la Junta de Hacienda, presidida por el gobernador e integrada con otros tres miembros, que controlaría al Ministerio del ramo, cuyo fin era conocer el estado de los ingresos, inversiones y existencias; estableciendo la publicación de la información en un sitio al que pudieran acceder los ciudadanos. Esta publicidad de los actos de gobierno, especialmente los de carácter financiero y los que afectaban a fondos públicos, da cuenta de la transparencia con la cual procuró gobernar.

La trascendencia que tenía mejorar y ampliar las posibilidades educativas, la convirtió en otro de los pilares fundantes de la provincia, para ello la transformó en una política de Estado, con la cual incrementar el acceso a la misma. Creó nuevas escuelas elementales en la ciudad capital, y en las principales villas de la provincia: San José del Rincón, Coronda y Rosario; procuró una mejora en los salarios docentes y un mayor acceso a la educación de alumnos sin recursos, otorgándoles becas y adquiriendo libros y material para coadyuvar en la tarea.

Colaboró desde el Estado a la instalación y financiación del Instituto Literario San Jerónimo y el Gimnasio Santafesino en los cuales se brindaba una formación de mayor nivel para los jóvenes.

La oportunidad de cursar en la Universidad fue solventada a través del apoyo estatal a unos diez alumnos santafesinos en la Universidad de Buenos Aires.

La educación femenina estuvo entre sus inquietudes, para ello brindó el apoyo estatal a la escuela privada de la señora francesa Amelia Mablioni de Rebeq.

Andrés Roverano señala que la manera de expresarse de López era de un estilo sencillo, intercalando palabras que le eran muy propias como “paisanos” para considerar a sus comprovincianos, lo cual evidenciaba “su serena personalidad y sensatez”.

Este Estatuto, el primero que se dicta en una provincia, tuvo dos objetivos claros, darle al Estado provincial el carácter de República y reconocer la soberanía del pueblo como fuente originaria del poder.