Por segunda vez en la ciudad

“Los Mutantes del Paraná” calentaron Demos

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El viernes pasado, en una noche fría e ideal para la vida hogareña, Los Mutantes del Paraná se presentaron por segunda vez en nuestra ciudad y nuevamente en el centro cultural de calle 9 de Julio.

Foto: Gentileza Diego Gentinetta

 

Lisandro Plank

En un contexto social en el que todos tienen algo para decir y que la palabra hablada y escrita se multiplica por todas las redes sociales, Los Mutantes del Paraná irrumpieron en la escena cultural de la región con una propuesta que apunta estrictamente a lo musical y a lo instrumental. Su música mutante, que oscila entre géneros tan diversos como el jazz, la chacarera, la cumbia y el tango, tiene una marca propia y contundente: la incitación al baile y al movimiento. A través de sus canciones, en su gran mayoría de autoría propia, los oriundos de la localidad de Zárate, en el norte de la provincia de Buenos Aires, logran transmitir no sólo la gran capacidad de mixtura de ritmos y géneros a la hora de componer, sino también la pasión y el disfrute que les genera el despliegue musical en equipo.

El viernes pasado, en una noche fría e ideal para la vida hogareña, Los Mutantes del Paraná se presentaron por segunda vez en nuestra ciudad y nuevamente en las instalaciones de Demos Comunidad Cultural Emergente.

En los momentos previos al show, uno de los organizadores del evento dejó en claro las causas de esta nueva gestión para convocar a este proyecto musical que, a pesar de su corta vida, pareciera estar ganándose un lugar importante en la cultura emergente de la región: “El primer contacto con la banda fue el año pasado, cuando los convocamos para tocar en nuestro primer aniversario. Después de esa presentación, decidimos que tenían que volver a Santa Fe y a Demos. Por eso, volvimos a gestionar este recital en nuestra casa. Según nuestro criterio, Los Mutantes son una banda que además de sonar muy bien y de tener músicos de alto nivel ofrecen un espectáculo muy divertido, que invita a bailar y a disfrutar. Con ellos, celebramos nuestro primer año de vida y eso fue un acierto. No podíamos perdernos la oportunidad de tenerlos nuevamente en nuestro espacio”.

Como suele pasar con este tipo de eventos nocturnos, el show estaba anunciado a las 22 y fue recién unos minutos antes de la medianoche cuando la música ambiental se apagó y los instrumentos comenzaron a enchufarse. En el escenario, aparece el núcleo creativo y gestor del proyecto mutante, allá por el año 2011: es el trío formado por Charly Valerio (guitarra, sintetizador y voz) y los hermanos Dirrheimer, Nahuel (guitarra y voz) y Santiago (contrabajo, bajo, voz) que se acomoda en el frente y comienzan a desplegar una intro de piano al que se le suman paulatinamente el resto de los sonidos. En el fondo, pero no por eso menos importante, toman posición Juan Manuel Fernández y Santiago Rudas, los encargados de darle sustento rítmico en batería y percusiones a las composiciones mutantes.

La sutileza de los primeros sonidos hizo que varios de los espectadores que estaban cómodamente sentados en las numerosas mesas que ofrece el lugar apuraran sus últimos bocados y tragos y comenzaran a acercarse al escenario. Sin embargo, luego de las tres primeras canciones, las mesas fueron sólo un frío recuerdo y la fotografía muestra ahora a las ciento y pico de personas presentes aglomeradas en un movimiento rítmico de piernas y cabezas. Sobre el escenario, entre las miradas cómplices y sonrisas de los músicos y amigos, empiezan a desprenderse canciones que más allá de su ecléctica naturaleza, tienen un hilo común en cuanto a las armonías y a los diferentes momentos que cada una de ellas conlleva. Dejando de lado, la meticulosidad cronológica, uno de los puntos más altos del ritual llegó con el único cover que ofrecieron los mutantes: una impecable versión litoraleña de “I want to break free” (Queen) que sirvió para dividir el show en dos, de ahí en adelante, todo fue baile arriba y abajo del escenario. Pasaron canciones intercaladas de sus dos discos de estudio, “El entrerriano” (2012) y “Noctámbulo” (2013) e incluso, regalaron un estreno que aún sin tener título ya es una seguridad que integrará la próxima producción mutante que, según los propios músicos, ya se encuentra en proceso de producción.

Canciones como “Macumba”, “El entrerriano” y “Machete”, que son de esos tracks ideales para escuchar con auriculares para alejarse un poco mientras se transita la cotidianeidad, tomaron forma de baile al ser desplegadas en vivo. Toda esa energía latente se transformó en un reclamo espontáneo de los presentes cuando llegó el anuncio del final con un gran abrazo y posterior saludo reverencial por parte de los músicos. Sin embargo, y como suele pasar en la planificación de los recitales, los zarateños se habían guardado lo mejor para el final, y en versión doble: primero llegó “La palangana” que con su impronta de rumba hizo que se volvieran a armar las parejas de baile, como ya había sucedido en otros tramos del show; para luego darle paso a la última entrega de la noche, “Machimbre”, que forzó que al baile se sumaran los coros y palmas rítmicas de un público que terminó de completar la comunión entre artistas y espectadores, dejando de lado por un grato momento el frío que afuera esperaba.

El esfuerzo de salir de casa valió la pena.