Tribuna de opinión

Museo tomado

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El amontonamiento de cuadros de diversas clases, técnicas y tamaño no permite distinguir los detalles. Hay algunos de grandes dimensiones junto a otros más pequeños y esta proximidad de unos con otros los desvaloriza, los fagocita. Foto: Archivo El Litoral

Ana M. Paris (*)

Una vez más se comprueba cómo pueden crearse confusiones que exceden el sentido común.

Después de concurrir al Museo Rosa Galisteo de Rodríguez de Santa Fe para recorrer la Muestra 01 Museo Tomado, no se puede decir que lo que se ve allí sorprende, más bien desalienta y surge la pregunta: ¿por qué esa forma de presentar las obras?

La idea puede ser buena, es decir: llevar la mayor cantidad de dibujos, pinturas, esculturas de propiedad del Museo, a conocimiento de la ciudadanía que concurre a sus instalaciones.

Pero, la forma de concretar la misma, naufraga en forma evidente, ya que el montaje de los cuadros expuestos en las paredes no tiene un orden que facilite la percepción de las imágenes. Eso se hace más evidente en los cuadros que se encuentran en las hileras más altas, observando desde abajo.

No se pueden distinguir los detalles y, en general, pasa lo mismo con el amontonamiento de cuadros de diversas clases, técnicas y tamaños. Hay algunos de grandes dimensiones junto a otros más pequeños y esta proximidad de unos con otros los desvaloriza o podría decirse, los fagocita. Los empequeñece más, máxime por la falta de espacio entre ellos.

Sumado a esto la mayoría no tiene nombre de autor, técnica, procedencia, o un número guía para ubicarlo en algún sitio que aclare tales falencias.

El personal que realiza la tarea de guía atiende amablemente a los presentes y sugiere que esto puede solucionarse dirigiéndose a Internet donde existen tales datos. En ese caso no es difícil terminar agobiado ya que debería primero memorizar la obra, y segundo ir a una computadora, celular o similar a buscar el cuadro y enterarse de qué se trata lo que se acaba de ver. Ejercicio un tanto complejo para practicar, máxime para aquellos que no cuentan con tales medios, lo cual deja afuera a un sector de interesados, en contraposición a lo que se desea: incorporar más gente al mundo del arte.

Renglón aparte merece el grupo de esculturas que se exponen en el centro de la sala principal, en forma desordenada, acumuladas, sin espacio entre sí, lo cual no permite realizar el recorrido que es básicamente necesario para la apreciación de piezas tridimensionales.

Apoyadas en el piso, la mirada del observador, en lugar de poder ubicarse a una altura lógica para captar la imagen, debe agacharse para poder apreciarlas, especialmente en el caso de las de menor tamaño. Muchas han sido colocadas sin la base especialmente diseñada por el autor, apareciendo como enterradas sobre la superficie de parquet.

Varios de los autores de tales expresiones artísticas ya no están en este mundo, por lo cual no llegarán a enterarse del manejo irrespetuoso de sus trabajos que fueran objeto de premios y distinciones recibidas oportunamente para luego ser legadas al Museo.

Se comenta que este estilo o forma de montaje se realiza en varios museos de otros lugares, pero eso no valida o justifica el resultado.

El caos del mundo exterior, que también se esgrime como justificativo de tal ordenamiento y que todos conocemos, realmente se muestra acá, y por eso, precisamente por eso, debería evitarse para no repetirlo y así revertirlo por lo menos en este ámbito, presentando la muestra del quehacer artístico en una forma más didáctica, lo cual produciría un ambiente propicio para revalorizar lo que los artistas plasmaron en el plano y en el espacio.

(*) Artista plástica. Ex directora escuela Mantovani.