El adiós a Javier Mascherano

La voz del “Gran Jefecito” a la carga ordenó

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“Su imagen se desfiguró...”, canta el Indio Solari en el mítico “Jijiji” de los Redondos. Será la imagen física pero no la que Mascherano dejó, como huella imborrable, con la celeste y blanca eterna en su pecho y en su corazón.

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Moscú, Rusia)

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Hace tantos días que Argentina se fue del Mundial, que si no fuese por la gran cantidad de camisetas celeste y blanca que seguimos viendo por las calles y los estadios de Rusia, ya ni vestigios quedarían de una actuación decepcionante y merecedora de una evaluación profunda, sincera y que corte de raíz cualquier aureola de fracaso que ande dando vueltas.

Con la eliminación de Argentina se puso fin también al ciclo de varios jugadores. Algunos, por una cuestión natural de edad, ya sabían que se les presentaba la última oportunidad. Javier Mascherano era uno de ellos. Su lugar como titular indiscutido en el Barcelona empezó a flaquear desde la salida de Busquets -uno de los mejores volantes centrales del mundo- y hubo que buscarle otro puesto. El de último hombre le cayó bien. Lector inteligente de las jugadas, supo anticiparse y ser una buena opción para seguir aportando lo suyo en un equipo plagado de estrellas y especialistas. El banco fue su destino siguiente. Y la aventura de ir a China para jugar de “5” otra vez, una necesidad más futbolística que económica: fortalecer la chance de jugar el Mundial en su puesto natural, el de siempre, pudo más que el engorde de cualquier cuenta bancaria, algo que Mascherano, de más está decirlo, no necesita.

Quebró el récord de Zanetti e hizo historia en la selección. No podía ser de otra manera, porque su debut se produjo antes de que a alguien se le prendiera la lamparita en River para entender que estaban ante el “5” que un equipo como River necesitaba. Su paso por la selección fue irreprochable y la gente se identificó largamente con su entrega y su amor propio, al estilo de aquellos grandes caudillos que sembraron una manera de hacerse ídolos. La famosa “hoy te convertís en héroe” a Chiquito Romero, antes de los penales en la semifinal contra Holanda en Brasil, es una de esas frases rutilantes e inolvidables en la historia de la selección. Jugó 147 partidos, cifra prácticamente imposible de alcanzar porque implicaría muchas cosas que no son sencillas de lograr: mucho tiempo de excepcional nivel e identificación plena con los técnicos de turno. Que la rompas siempre y que todos los técnicos te busquen sin importar esquemas, estrategias ni estilos, es algo reservado exclusivamente para los elegidos.

Es una pena que haya salido cinco veces subcampeón (entre Copa América y Mundial) y que pueda mostrar “sólo” aquellas dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos en un país enfermo de exitismo como el nuestro. Los ingleses reclaman una estatua frente al Big Ben para Southgate, el entrenador de su selección. ¿Qué tendríamos que hacerle los argentinos a Mascherano entonces?

Recuerdo el día del partido en honor al Papa Francisco entre Italia y Argentina en el estadio Olímpico de Roma. Estaba en la salida del vestuario cuando los jugadores argentinos partían raudamente -como siempre- mirando para adelante y haciéndose los distraídos hasta que lo llamé a Mascherano y le mencioné que era de Santa Fe. No fue la primera ni la última vez. Mascherano siempre paraba. Pero esta vez fue especial. Pocos días antes se había producido aquella explosión de gas en un edificio de Rosario. Se detuvo, me miró y se acercó. Y empezó a hablar y a contestar lo que le preguntaba sin mirar ni escuchar al resto. Quería hablarle a la gente de Rosario -él es nacido en San Lorenzo- y a conocidos que tenía en ese lugar de la tragedia... Mascherano es de los pocos, muy pocos, que siempre paraba a hablar.

Se fue dejando la imagen que dan los grandes guerreros, aun en la derrota. Su cara sangrante, desfigurada por el esfuerzo, es la síntesis de los que dejan todo de verdad en una cancha. Mascherano es el ejemplo a seguir como dijo alguna vez Maradona, que algo conoce de esto de dejar todo por jugar en la selección. Y parafraseando a Menotti, siempre genial en sus conceptos, “Mascherano sabía lo que tenía que hacer él y lo que debía hacer el equipo. No sabía sólo lo suyo, sino que sabía lo suyo y lo de los demás. O sea que sabía todo”. ¿Y si empezamos a pensar y a prepararlo para que sea el futuro entrenador de la selección?