Cambian los ritos mortuorios

Morir y ser ceniza: aumentan las cremaciones en la ciudad

En 2017, murieron en Santa Fe 3.757 personas, de las cuales el 51 % tuvo como destino final los hornos municipales, tendencia que se mantiene en 2018. Sólo el 6 % fue a tierra y el 30 %, a nicho. En años anteriores, las cremaciones eran cercanas al 40 %.

Una antropóloga de la UBA analiza el fenómeno: “En las ciudades grandes, los lazos con los muertos empiezan a volverse menos estrechos, como entre los vivos”, dice. La influencia de la Iglesia y de la modernidad, una visión más pragmática y un mercado que lo promueve.

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Basílica de Guadalupe. Varias iglesias de la ciudad tienen cinerarios, lugares especialmente consagrados para depositar las cenizas de los fieles difuntos.

Foto: Mauricio Garín / Archivo

 

Lía Masjoan

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“Polvo eres y al polvo volverás”, dice el libro del Génesis (Cap. 3, Vers. 19), para recordar a quienes profesan el culto católico que la vida en la Tierra es pasajera, así como todas las cosas materiales que las rodean.

Cuando la vida de un ser querido se apaga, los rituales que rodean el momento de la despedida final varían según las creencias y la cultura en la que sucede. Se crea en lo que se crea, lo cierto es que la muerte de una persona implica su desaparición física. Qué hacer con el cuerpo es una decisión que algunos toman en vida, pero otros ni siquiera lo piensan y ponen su destino en las manos de sus familiares.

En la ciudad de Santa Fe, se está produciendo año a año un cambio de tendencia. Por primera vez, en 2017 hubo más cremaciones que sepulturas -sea en tierra, en nicho o en panteón- en el cementerio municipal. Los registros de los últimos 5 años muestran este crecimiento (ver cuadro), incluso los datos de los últimos 7 meses.

Vale aclarar que no todas las reducciones que se realizan son de personas recién fallecidas. Algunas corresponden a nichos que se vacían transcurridos dos años, cuando vence el primer plazo de uso y es necesario renovarlo; y muchas más varios años después cuando, quizás, el duelo ya fue elaborado y nuevas generaciones deben hacerse cargo del mantenimiento.

Para acompañar esta demanda, y de paso resolver el problema de falta de espacio e infraestructura que tiene la necrópolis local, el Municipio resolvió comprar otros dos hornos crematorios, que se pusieron en funcionamiento el viernes pasado tras obtener la habilitación de Litoral Gas. De este modo, podrá duplicar la capacidad de cremación e intenta bajar a cero la espera que hoy implica reducir un cuerpo a cenizas.

Multicausal

Este cambio progresivo en la manera en que los santafesinos se vinculan con la muerte no puede explicarse de forma lineal. Es multicausal y se entrecruzan factores religiosos, culturales, sociales, económicos e históricos. Así lo analiza Bárbara Martínez, doctora en Ciencias Antropológicas, directora del Equipo de Investigaciones sobre la Muerte y el Morir de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, e investigadora del Conicet.

La primera salvedad que hace es que “Argentina es muy diversa, y la forma en que los vivos se relacionan con sus muertos y con la muerte, también”. Dicho esto, reflexiona que “parece haber una tendencia, en especial en las ciudades grandes, a que los lazos con los muertos se empiecen a volver menos estrechos, así como sucede entre los vivos; se están volviendo más laxos”. Quizás por eso, “hay una modificación en los rituales, que hace que algunos de ellos disminuyan, y se incrementen otros”. Así, si bien los cementerios ya no reciben tantas visitas, muchas tumbas lucen descuidadas y los puestos de flores tienen cada vez menos demanda, aumenta el uso de otras modalidades, como la cremación. Pero esto suele depender del contexto local y no puede verse como una tendencia general.

“Es importante resaltar que la relación de los vivos con los muertos depende siempre de factores económicos, políticos, religiosos, entre otros”, destaca la investigadora, y cita como ejemplo la relación que existía con las personas que fallecían en un sector de la sociedad argentina a principio de 1900: “Hace un siglo nada más, la gente de mayor poder adquisitivo fotografiaba a sus moribundos y fallecidos como modo de expresar su rol relevante en la sociedad. En algunos casos, el fallecimiento de un personaje destacado era relacionado inmediatamente con su inmortalidad”. Ése es el caso, por ejemplo, de una fotografía de Sarmiento recientemente fallecido, que es publicada en los medios de comunicación gráficos de la época. “Entonces, era relevante exaltar las características heroicas del personaje, pero también tener un recuerdo de sus aspectos físicos. Hoy, en el contexto de la modernidad, si sucediera esto causaría rechazo, porque en la actualidad las personas relacionan a la muerte con ciertos aspectos oscuros, y se torna tabú. Antes era diferente, se moría en familia, rodeado de los seres queridos; no se moría en instituciones hospitalarias ni en geriátricos, como ahora. Había un lazo familiar mucho más estrecho”.

El rol de la Iglesia y del mercado

En 1983, la Iglesia Católica -que durante mucho tiempo prohibió la cremación, salvo en los casos en los que hubiera una epidemia, por cuestiones de higiene- dio un paso clave en el modo de pensar la muerte y el destino del cuerpo.

“Hubo una modificación del Código de Derecho Canónico, que es el que rige las acciones de la Iglesia, y a partir de ese momento la institución se volvió más permisiva con la cremación. Aunque no la sugiere ni la promueve, no la sanciona. Esto abrió terreno para que la gente comience a incorporarla y si antes consideraba imposible la cremación, ahora comenzó a hacerlo con más soltura” .

De hecho, ya son varias las iglesias de la ciudad que tienen cinerarios, lugares especialmente consagrados para depositar las cenizas de los fieles difuntos.

En paralelo, se produjo un crecimiento del mercado y de la demanda. “Eso también pasó con las funerarias a comienzos del siglo XX”, recuerda la investigadora. “Antes, el moribundo estaba en su casa hasta que fallecía y se velaba allí mismo hasta que se lo llevaba para enterrar. Con el avance de la modernización y de la mercantilización, comenzó a haber gente especializada en eso. Además, la demanda va creciendo a medida que crece la oferta y Santa Fe ha incorporado más hornos crematorios”.

¿Qué hacer con las cenizas?

Cuando se decide cremar al ser querido, se debe pensar también en qué destino se le dará a sus cenizas. Hay personas que dejan una indicación expresa y eligen que sean esparcidas en aquel lugar que, en vida, fue especial... Pero también hay familias que prefieren retenerlas en sus casas, y hasta construyen un pequeño altar donde colocan flores y encienden velas.

Sobre esto, la doctora Bárbara Martínez, reflexiona que, por lo general, “el tabú está puesto sobre la muerte y el cadáver, y no sobre las otras cuestiones relacionadas. Por eso muchos no tendrían un cadáver en su casa (más allá de las normativas al respecto), pero sí las cenizas del cadáver”. E insiste con poner el foco en los lazos sociales, entendidos según la idea de muerte como algo que incomoda, que molesta: “No cualquier persona se lleva las cenizas de su muerto a su casa, cuanto más estrecho es el lazo y más cercanía hay con la muerte, posiblemente se considera más llevar las cenizas”. Así, la construcción social de la muerte se va volviendo un poco tabú o más lejana en estas sociedades más modernas. Y son diferentes en otros lugares, incluso de Argentina y de la misma provincia de Santa Fe. “La clave está puesta en la cuestión de los lazos sociales”, finaliza.

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Tendencia. Los cementerios ya no reciben tantas visitas, muchas tumbas lucen descuidadas y los puestos de flores tienen cada vez menos demanda. Mientras, aumenta el uso de otras modalidades, como la cremación. Foto: Pablo Aguirre

Cinerarios

Muchos católicos consultan en el cementerio municipal en qué iglesias hay cinerarios para depositar las cenizas. Las tres iglesias que ya tienen cinerarios consagrados son: Basílica de Guadalupe, la Catedral Metropolitana y la iglesia de Lourdes. En breve se terminará de construir otro en la iglesia San Pedro.

“No todos los muertos son iguales”

Para la doctora en Ciencias Antropológicas, Bárbara Martínez, “no cualquier sujeto es pasible de ser cremado porque no todos los muertos son iguales, hay algunos que son preservados por el resto”. Muy informada de la realidad del cementerio santafesino, y de los rituales locales en torno a la muerte, citó el caso del reconocido médico Rafael Mansilla, quien tiene su propio santuario en la necrópolis local y es visitado por muchísimas personas que van a pedirle salud, pero también trabajo y cualquier otra necesidad. “Sería impensado que a él lo cremaran y tiraran sus cenizas en cualquier lugar porque la gente le rinde culto”.

  • El tabú está puesto sobre la muerte y el cadáver, y no sobre las otras cuestiones relacionadas. Por eso muchos no tendrían un cadáver en su casa (más allá de las normativas al respecto), pero sí las cenizas del cadáver”.

Bárbara Martínez,

doctora en Ciencias Antropológicas.