El viernes, en el CCP

Juampi González deja de ser “Soltero”

El comediante vuelve a Santa Fe en la gira despedida de su exitoso show, basado en experiencias personales y compartidas, de la mano de su personaje Alessandra Teapoya. El Litoral dialogó con el artista sobre el espectáculo y su manera de abordar el humor.

missing image file

“El 90 % es lo que me pasó en la vida, 10 ó 15 % de experiencia de otros, y un poquito de picante para que sea más gracioso”, dice Juampi.

Foto: Gentileza producción

 

Ignacio Andrés Amarillo

[email protected]

Juampi González despide su exitoso show “Soltero” en Santa Fe: “Dos horas de humor donde el público es protagonista y parte del show, porque todos alguna vez fuimos o seremos un soltero”, afirma la promoción. El mismo contará con la participación especial de su personaje Alessandra Teapoya. La cita es para el viernes en el Centro Cultural Provincial Paco Urondo (Junín 2457), desde las 21.30.

Las entradas se pueden adquirir en efectivo en la boletería de la sala o con tarjeta de crédito por Internet, a través del sitio www.eventbrite.com.ar. Los valores son los siguientes: platea preferencial (fila 1 a 5, sólo disponible online): $500; platea baja y palcos: $400; generales (planta alta) $350.

Éxito

El Litoral aprovechó para conversar con Juampi para adentrarse en su visión del humor y sus temáticas.

—¿Esperabas esta repercusión?

—Uno siempre quiere y desea. Va in crescendo, el miedo de uno es cuándo se acaba: uno no está acostumbrado a que le vaya bien mucho tiempo, después de mucho remarla. El show está bueno, se fue aceitando, y creo que lo que pasó fue que se generó (en Buenos Aires donde estoy todos los sábados, y en general) un boca en boca, y fue más allá de la convocatoria de un evento exclusivo. Acá actuaba una vez cada tanto, ahora todos los sábados y la convocatoria crece.

—El tema es entrador: la soltería en todas las etapas, desde el soltero descomprometido hasta el que se separó y volvió al estado. ¿Cuánto de experiencia personal hay, y cuánto de los amigos y conocidos?

—Es muy autobiográfico el show: casi todo de experiencias personales. El nombre “Soltero” fue lo último que escribí: primero escribí sobre una primera cita con una chica que me había cortado el rostro. Después sobre lo raro que me sentía en el boliche, algunas cosas viviendo solo; y cuando me di cuenta todo era sobre la soltería: ahí le puse el nombre. El 90 % es lo que me pasó en la vida, 10 ó 15 % de experiencia de otros, y un poquito de picante para que sea más gracioso.

—Hay una identificación muy fuerte...

—Sí, porque hablo de cosas reales. Es autobiográfico porque me gusta que la gente me conozca, y hablar de cosas que pasan. Por eso aunque estén en pareja todos tuvimos una cita mala, un rebote en un boliche, un encare por redes sociales (o que nos hayan encarado). Si no te pasó a vos, le está pasando a algún amigo o amiga. Hablo de mi vida, pero es la de un soltero de 30 años, común a mucha gente.

Ensayo y error

—Te definiste como comediante y no actor. Sin embargo abordás personajes y momentos muy definidos del show. ¿Cómo te volviste intérprete para trabajar esas instancias?

—Lo de los personajes fue un descubrimiento gracias a las redes sociales, porque te permiten arriesgar y jugar un poco más, porque es algo que uno hace gratis y por poquito tiempo: los videos de Instagram duran un minuto. Si hacés un contenido que no está bueno, el que lo está viendo no pagó nada y perdió un minuto de vida como mucho.

Podés probar más con prueba y error: ahí me animé más a hacer personajes, y una vez que estuvieron consolidados los llevé al teatro; el trabajo previo estaba hecho. Me pasa con Alessandra Teapoya, la sexóloga: cuando sale al escenario la gente ya la aplaude, porque se rieron con los videos y tienen ganas de verla. Distinto sería si tengo que subir con un personaje que nunca hice en una red social. En el escenario, donde la gente pagó y es una hora y media, ahí sí hay que tratar de hacer lo que estás seguro que funciona.

No soy actor porque no me siento calificado para un drama; hago personajes que son medio caricaturescos, exacerbaciones de algún personaje de la realidad.

—Cuando sale Alessandra, aunque no sea el eje de “Soltero”, hay una ovación.

—La están esperando mucho, es muy fuerte, y es por lo que muchos me conocen, quizás no por hacer stand up. Por eso la hago al principio, para que se saquen las ganas, y después venga el plato fuerte, donde me considero mejor, que es el stand up. La uso de telonera a Alessandra: sale sin presentación, interrumpiendo un video, para que sorprenda.

Interacciones

—¿Cómo es tu proceso a la hora de escribir un monólogo?

—Ahora hace tiempo que no lo estoy haciendo: hoy en día con el tema de las redes te come más escribir un videíto para subir en lo diario que un monólogo para dentro de seis meses. Hablo de cosas que me pasan, algo gracioso, o le contás una anécdota a un amigo y se río: eso puede funcionar. Ahí lo generalizás para que la gente se sienta identificada. Escribo sin la intención de hacer reír, con lo que tengo ganas de contar; después vas desmenuzando en partes más chiquitas y a cada una le vas agregando los chistes, para que el monólogo sea una concatenación de chistes.

—Sale el tema antes que el remate.

—Por ahí por la presión de ser gracioso vas a pensar más en el chiste que en lo que querés contar. Uno de los profesores de stand up que tuve siempre decía: “Para poder volar con la creatividad necesitás un tiempo de carreteo”. Es la escritura, para enfocarte en el tema, ver adónde lo querés llevar. Después lo que es gracioso lo dejo, si algo se puede comparar.

Y después el proceso de editar, el más difícil, probando en público: te grabás y ves qué funcionó, qué chiste funcionó y cuál no. El que no funcionó nada lo tirás a la basura; el que anduvo más o menos lo cambiás y le das una segunda o tercera oportunidad; y el que funcionó mucho lo podés mejorar pero sabés que anda.

—Hay una estructura, pero te permitís momentos para que entre el espectador. ¿Cómo administrás eso?

—Se van estirando mis shows, cada vez quiero jugar más con la gente. Primero porque es lo que me sorprende a mí función a función: al que escucha un monólogo por primera vez le sorprenden, pero a mí no porque se repiten. Entonces trato de interactuar para que me vayan desacomodando el show: me gusta esa autoexigencia de tirarme a la pileta, de jugar con el público y rematar de lo que me dicen.

Con Alessandra hay mucha improvisación: ahí bajo del escenario y me voy con un micrófono a hablar con la gente. Y se arma un consultorio en vivo, donde se mandan preguntas por Twitter. Ahí tengo que responder de forma graciosa. Es un abismo que igual de tanto hacerlo uno sabe para dónde ir, pero cambia en cada función.

En los monólogos trato de romper la rutina, para irme a jugar con la gente: lo valoran, se siente parte, porque estamos generando algo único e irrepetible de esa función en particular. Por eso de cada función subo la foto y los comentarios de las cosas más relevantes que pasaron. Es algo que me diferencia de otros comediantes.

—¿Qué cosas te sorprenden cuando no pegan, o algo que pensabas que era para pocos y funcionó bien?

—Uno prevé y acierta en la mayoría de las cosas. Después hay casos aislados donde tenés mucha fe en un chiste y no funciona, y cuesta borrarlo del monólogo: vos te enamorás del chiste y el público no (risas), que es el que decide.

Hay algún remate improvisado, también: en Uruguay me puse a hablar de las diferencias entre las formas de hablar entre argentinos y uruguayos para decir las mismas cosas, estando tan cerca. Cuando agradecés no dicen “de nada”, sino “a las órdenes”, también si le decís “qué linda remera” también: es como “si querés un día te la presto”. Para cualquier cosa positiva gritan “¡Uruguay nomá!”, como festejando un gol. Ahí empecé a improvisar, no lo tenía probado, pero era real y sincero y la gente se reía: uno que viene de afuera le presta atención.

Estilo propio

—¿Hay algo con lo que no te animes a hacer humor?

—Con las cosas con las que no trato en mi vida cotidiana. Si empiezan a hablar de política me levanto y me voy a preparar un fernet. No son temas que me interesen: la política, la religión. El humor negro no digo que esté mal, pero hay que ser bueno para hacerlo. Uno tiene que encontrar su estilo de humor, y a mí el negro no me sale bien. Sí hago mucho humor sexual, y encontré ahí una comodidad y una veta que me gusta. Pero no me limito por tal o cual tema.

—¿Qué o quién te hace reír a vos?

—Soy bastante buen público, me río fácil. Me crié con Les Luthiers, mi viejo los miraba mucho y me aprendí sus textos: fue mi introducción al humor. Cuando empecé a ver stand up (empecé a estudiar en 2009) no había tantos comediantes. Fernando Sanjiao, Pablo Fábregas, (Sebastián) Wainraich eran los más populares, por ahí podías enganchar un videíto en Internet. Esos fueron mis primeros referentes.

Ahora trato de reírme de todo, y no sé si hago bien o mal, pero cuando voy a ver a algún colega voy como público: no a analizar el chiste, quiero participar y reírme.

—Se termina una etapa. ¿Qué se viene?

—No estoy escribiendo tanto como debería. Sí tengo muchas ideas que me gustaría llevar a cabo, y hacer como la precuela de “Soltero”: arrancar desde la niñez y la adolescencia, contando cómo fue mi vida. Tengo muchos temas abiertos, pero no tengo monólogos en concreto; después tengo muchos chistes generales para meterles: puedo estar hablando de mi vieja y compararla con el auto.

Ahora quiero terminar de despedir “Soltero” en Rosario, Santa Fe, unas funciones en Capital, Córdoba (va a ser un show gigante). Cerrando el ciclo le voy a cambiar el nombre y va a ser “Despedida de Soltero” en el Maipo a fin de año.

Vamos a ver si hacemos algo tranquilo en el verano, porque vengo de hacer dos años la costa, que es un trabajo que vale la pena pero es muy desgastante: un día en San Bernardo, al otro en Gesell, al otro en Pinamar, al otro en Mar del Plata, vas a Capital, todas las semanas. Mi prioridad es en marzo o abril estar probando un show nuevo.