Remo Erdosain Garúa finito, como le gusta decir a un periodista local. Estamos en la mesa de siempre contra la ventana. Tazas y pocillos de café, los diarios sobre la mesa, algún suplemento deportivo que informa sobre las últimas peripecias del Mundial de fútbol. —Estoy orgulloso de nuestro Seleccionado nacional -exclama José. —Y yo estoy avergonzado de nuestro gobierno nacional -responde Marcial. —No podés dejar la política de lado aunque más no sea por un rato -reprocha Abel. —No, no puedo. —Convengamos -digo- que resulta difícil estar orgulloso de un gobierno que tiene a Boudou de vicepresidente. —De presidente en estos días, te recuerdo -corrige Marcial- porque mientras la señora pasea por Brasil y se reúne con sus amiguitos del “Brics”, el señor Boudou, para orgullo de todos los argentinos, ejerce los atributos de la presidencia de la Nación. —Les recuerdo a ustedes que son tan amigos del Estado de derecho -subraya José- que existe la presunción de inocencia. —Ustedes, los peronistas, se acuerdan del Estado de derecho cuando están a punto de ir en cana -dispara Marcial. —Yo no sería tan categórico -intevengo-, pero convengamos que una persona es procesada cuando existe una semiplena prueba de su culpabilidad. —Eso lo debería decir un abogado -recuerda José. Seguramente -consiente Abel- pero admitamos que para que un juez se anime a procesar a un vicepresidente es porque está absolutamente seguro. —Tratándose de este personaje -apunta Marcial- para mí no hay ninguna duda. Como reza el tango: “Pero hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada, la manera de sentarte, de fumar, de estar parado”. —Creo -expresa Abel- que hasta los funcionarios del propio gobierno están avergonzados del vicepresidente que tienen. —Puede que haya algunos con sentimiento de vergüenza -consiente Marcial- pero conociendo el paño te diría que la mitad está con Boudou y la otra mitad que lo ataca no lo hace por motivos éticos -materia desconocida para estos caballeros, asignatura ausente en su currícula- sino por esa afición que domina a los regímenes en descomposición de serrucharse el piso. —O sea que hagamos lo que hagamos somos culpables -exclama José. —No soy quién para decir eso -contesta Marcial- pero soy de los que creen que lo mejor que le podría pasar al peronismo sería no gobernar por lo menos durante diez o doce años. —¡Qué generoso! -manifiesta José. —Generosos son ustedes -enfatiza Abel-, que en los últimos treinta años gobernaron veinticuatro. —Porque nos votó el pueblo. —Eso es verdad -asiento- y si el pueblo quiere que sigan gobernando los peronistas lo seguirán haciendo porque así es la democracia. —Pero que después no se quejen -señala Marcial. —Ustedes junten votos, póngase de acuerdo y después hablen -reacciona José. —Por ahora nos conformamos con hablar -digo- observar por ejemplo que el señor Boudou debería, por lo menos, pedir licencia. —Yo estoy de acuerdo -asiente Abel- pero ya se sabe que en este caso la culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer. —O sea la Señora -completa Marcial. —Y por más vueltas que le demos -digo- queda claro que Boudou está donde está por voluntad o capricho de la Señora. —Y Lázaro Báez recauda lo que recauda por las mismas razones -agrega Marcial. —Lo que decís -observo- es delicado. El señor José María Campagnoli está en un banquillo de acusado por intentar probar lo mismo. —Lo que la Señora no le perdona -completa Abel- es que el fiscal Campagnoli haya pretendido investigar a su hijo Máximo. —¡Dios me libre y me guarde! -exclama Marcial. —Dios me libre y me guarde habrán dicho los jugadores de fútbol -agrego- cuando fueron recibidos por la Señora. —Sinceramente daba vergüenza ajena -se indigna Marcial-, y creo que lo que hizo fue una falta de respeto a los jugadores. —No sé en qué te basás para decir eso. —En la forma que les habló a los jugadores, con un tono irrespetuoso propio de una chirusa con plata. —Un poco de respeto a la presidente -se enoja José. —Que empiece ella por respetar. Y en este caso, a los jugadores, ciudadanos que no se merecían ser ninguneados de ese modo. —Lo que me sorprende -digo- es que ella suponga que así hay que dirigirse a los jugadores de fútbol, jugadores que, dicho sea de paso, estuvieron correctísimos, discretos, vestidos con formalidad y medidos en sus expresiones. —Todos estuvieron medidos, menos la que por investidura debía estarlo. —Hemos llegado a un punto -acentúa Marcial- en que un jugador de fútbol está en condiciones de darle lecciones de urbanismo y modales a un presidente. —No se olviden que Sabella es kirchnerista -observa José. —Ningún problema -digo-, a diferencia de los kirchneristas acepto que alguien pueda ser de esa facción política sin ser necesariamente una mala persona. —Sabella será oficialista, pero es discreto, prudente, le importa trabajar en equipo -pondera Abel. —Exactamente lo opuesto a la señora -puntualiza Marcial-, que nunca intentó reunir a sus ministros, que todo lo hace sola o en secreto y que se la pasa descalificando a todo el mundo. —Un dato más -agrega Abel-, Sabella admite que se cumplió un ciclo y, por lo tanto, debe retirarse. ¿Ustedes se imaginan a la señora haciendo algo parecido? —Ni por las tapas. —A mí me sorprenden algunas de sus palabras -digo- como cuando dijo que había argentinos que querían el fracaso de la Selección. No conozco a nadie que se haya expresado como ella dice. —Se refería a los periodistas -observa José. —Como siempre -completa Marcial. —Los periodistas deportivos discuten sobre las diferentes alternativas del Seleccionado de fútbol -resalto-, y me parece bien que así sea. ¿O la señora tampoco quiere que se discuta sobre fútbol? —Para mí lo desopilante fue decirles a los jugadores que durante el Mundial nunca los vio jugar -acota Abel. —Esto es como recibir a García Márquez o a Cortázar y decirles que nunca leyó nada de ellos. —En estos temas -dice Marcial- los peronistas son inefables. Menem, por ejemplo, lo transformó a Borges en novelista. —Y la señora dijo burradas más grandes, pero eso sí, a los discursos los dice sin papel, lo que le permite decir a Forster que es una intelectual brillante. —Brillante como él -asocia Marcial. —No comparto -concluye José.