Mónica Ritacca y María Vittori
[email protected]/ [email protected]
Mientras sigue la polémica por los inacertados pronósticos sobre el nivel de la crecida del Paraná en nuestra ciudad, la gente afectada espera ansiosa la bajante del río. Quieren volver a sus casas, y con ello volver a la rutina que “cada tanto” suele verse modificada por una inundación.
Este mediodía El Litoral recorrió La Vuelta del Paraguayo en lancha, un barrio de la ciudad donde los vecinos ya están acostumbrados a crecidas del río y a tener que irse apenas se corta el camino de ingreso.
Sin embargo, y quizá por la experiencia que adquirieron con el paso del tiempo, no todos se fueron de sus casas. Muchos optaron por quedarse “para cuidar lo que se tiene y costó sacrificio adquirir”.
En total, en La Vuelta del Paraguayo viven 98 familias. De ese número, 44 fueron relocalizadas por la Municipalidad en boxes de madera a la vera de la ruta 168 y 54, por decisión propia, se quedaron en el barrio. Pese a estar en orillas diferentes, el deseo es el mismo: que baje el Paraná.
Frente a esta situación, y sobre todo teniendo en cuenta que más de la mitad del barrio continúa habitando en él, hay lanchas del municipio comandadas por guardavidas que recorren la zona permanentemente partir de las 7 de la mañana y hasta las 13; en algunos días el horario se extiende a las 17. Además, transporta a adultos y niños que deben cruzar para trabajar o asistir a la escuela.
Desde adentro
Lo primero que llama la atención en el barrio anegado es el hecho de que no se ha cortado la luz.
Según informaron desde la Municipalidad, la semana pasada se presentó personal de la EPE con la finalidad de cortar el suministro pero consideraron que lo más prudente era no hacerlo ya que “no tardarían en engancharse y eso sería más riesgoso, sobre todo teniendo en cuenta la altura que tiene el río ahora”.
Si no fuese porque el agua se encuentra dentro de las casas o a escasos metros, pareciera que la vida continúa con normalidad en La Vuelta del Paraguayo. La gente se muestra tranquila. La despensa del barrio se mantiene abierta para brindar a los vecinos todo lo que éstos necesiten. Y la escuela funciona de manera habitual, ya que está construida en un terreno más elevado.
“Cuesta más abandonar tu casa”
El agua no modificó radicalmente la vida de los vecinos de La Vuelta del Paraguayo, tanto de quienes se quedaron como de quienes aceptaron ser relocalizados. Sólo trastocó la rutina.
Claudio Romero es uno de los que se quedó en su casa, donde el agua llegó e ingresó. “Desde que empezó a crecer el río decidimos quedarnos. Mi cuñado se ofreció a prestarnos un lugar, pero
tenía medio techo y había que ponerle chapas. Como nunca las conseguimos, elegimos quedamos en casa”, contó.
Botas, canoas, mucha paciencia y la mirada fija en los instrumentos improvisados para medir la altura del río parecen ser los protagonistas de los días de las personas que optaron por permanecer en sus hogares.
“No nos molesta mucho el agua. Dentro de todo estamos bien. Para cruzar lo hacemos en canoa o vamos por el camino en botas. A la noche nos quedamos adentro mirando tele. Acá en casa somos cerca de diez personas y para abastecernos caminamos hasta el kiosco de mi cuñado”, explica Claudio.
Desde la orilla seca, y donde la asistencia que reciben las familias es calificada como buena, uno no logra comprender el sentido de permanecer en una casa inundada aun exponiéndose al peligro que implica la crecida de un río. Pero desde la otra orilla –la invadida por el agua- la explicación de Claudio es bastante simple. “Gracias a Dios no nos ha pasado nunca nada. Cuesta acostumbrarse a las crecidas, pero cuesta más abandonar tu casa e irte a vivir a otro lugar. Querés volver a tu hogar, por miedo también a que alguien te saque lo poco que tenés”.
Un abuelo todo terreno
Ramón Basegas es otro de los vecinos que eligió quedarse en su casa, aunque reconoce que es recién a los 6,30 metros que su hogar corre peligro.
Ya ha entablado una amistosa relación con el río y tiene experiencia en sus crecidas, teniendo en cuenta que vive en la Vuelta del Paraguayo desde el año 1978.
“Yo me pude quedar pero mi hijo sí tuvo que irse de su casa”, señala. Mientras tanto, Ramón cuenta con su fiel canoa para ir a trabajar o para abastecerse de cualquier cosa que su familia necesite.
Durante el día cuida a sus nietos mientras su hija trabaja. “Ellos van a la escuela Cuarto Centenario, así que los cruzo todos los días. Pero cuando vuelven los tengo que controlar para que no se me vayan a la canoa”, reconoce.
Al llegar la noche, según Ramón, el barrio mantiene su tranquilidad y no se ven robos en la zona. Esto calcula que probablemente tenga que ver con que aún hay servicio de energía y con que la mayoría de los vecinos, los que viven en el área más alta, se han quedado todos en sus casas y sólo los más afectados están en los boxes de madera.
Textos: Mónica Ritacca y María Vittori
Cámara: Juan Vittori
Edición de video: Leonardo Botta y Mauricio Ramón
Fotos: Guillermo Di Salvatore