Enrique Cruz (h)
Aquella tarde del 29 de julio de 1989 no podrá olvidarse jamás por parte del hincha de Unión. Era la final del dodecagonal por el segundo ascenso. Chaco For Ever, con un “sprint” final impresionante, se había adjudicado el torneo ganándole con un gol de Di Marco a Lanús en el último partido. Lanús, dirigido por Roberto Domingo Rogel, hizo un gran campeonato hasta las últimas fechas, donde empezó a perder terreno y no pudo remontarlo jamás. Si ese torneo duraba dos fechas más, Unión salía campeón y Colón ganaba el dodecagonal. De esto no tengo dudas. Chaco For Ever lo terminó aventajando por un punto, pero la marcha de Unión era aún más sólida que la de los chaqueños. Unión salió tercero y tuvo que entrar en la segunda etapa del dodecagonal, Colón lo hizo en la primera.
Los dos clásicos de la etapa regular se habían jugado en un marcado clima de irregularidad. Las dos dirigencias —la de Ezcurra en Colón y la de Corral en Unión— efectuaron una sobreventa de entradas para esos partidos. Unión metió más de 5.000 personas en las tribunas de madera del sector este del Centenario, donde se puso en riesgo la integridad física de la gente. Y lo mismo pasó en el partido revancha en el 15 de Abril, donde se recuerda a los hinchas de Colón tirándose al foso para ocupar el sector de la tribuna redonda. Fueron empates, 2 a 2 en el Brigadier y 1 a 1 en la avenida. Y todos contentos.
Llegó la fase final. Colón arrasó con Villa Dálmine y luego dejó en el camino a Huracán y a Lanús, a los que demolió futbolísticamente, recuperando aquella imagen del principio. Tenía muy buenos jugadores, como Nicosia, Míguez, Wolheim, Chaparro, Javier López y Verdirame, entre otros. En Unión, que había llegado a esa final venciendo a Deportivo Italiano en cuartos de final y a Almirante Brown en la semi, el equipo se recitaba de memoria: Tognarelli; Altamirano, Tomé, Mauri y Humoller; Carlos González, Passucci, Rabuñal y Madelón; Castro y Echaniz. Alternaban muy buenos jugadores, como Mario Alberto, Jorge García, Eduardo Sánchez, Gustavo Brandt, Dante Fernández, Ariel Catino y Julio César Toresani, entre otros.
La primera final fue 2 a 0 en el Centenario y la revancha, 1 a 0 en la avenida. Con algunas anécdotas para el recuerdo, como aquél video que el doctor Corral llevó a Afa con la expulsión de Wolheim (le dieron dos fechas ante Lanús y no pudo jugar ninguna de las finales), antes de que el volante sabalero hiciera su descargo. O el intento del Flaco Zuccarelli, horas después de terminado el partido, de llevarse a Nicosia y a Míguez, previendo lo que luego aconteció con el tiempo: la inminente venta de Humoller, una de las grandes figuras en aquél ascenso.
Buenos recuerdos para Unión. Aquéllos que perdurarán por siempre en las retinas de quiénes estuvieron y en el corazón de los que, por una cuestión generacional, lo saben por lo que leyeron y le contaron. Unión jugó una vez, ante River, una final de un torneo de Primera (el Nacional de 1979), pero para el hincha, aquellos choques con el clásico rival de siempre, es el que más se recuerda.