Tanques Merkava. En el sur de Israel una formación descansa en cercanías de la Franja de Gaza, desde la que se lanzaron tres misiles que provocaron la inmediata reaccion del gobierno judío. El ejército de este país decidió proseguir el ataque contra las infraestructuras terroristas. Foto:efe
La tregua no es la paz, es apenas una pausa, un paréntesis. Mientras el objetivo de Hamas sea tirar a los judíos al mar, el clima de guerra se mantendrá intacto. Puede que esta tregua dure unos días, unas semanas o unos meses, pero apenas Hamas se recupere de los golpes recibidos volverá a las andadas. No saben hacer otra cosa, no pueden hacer otra cosa.
Si en un brote de generosidad o irresponsabilidad Israel levantara el bloqueo, los preparativos para la guerra se acelerarían. Hamas no quiere convivir con Israel, quiere destruirlo. El objetivo además de perverso es delirante porque carece de recursos para lograrlo. Pero esa ausencia de realidad es sustituida por el fanatismo religioso, que como todo fanatismo es alienante y tanático.
La situación de Israel tampoco es cómoda. Para nadie es cómodo tener vecinos cuyo objetivo es destruirte. Las alternativas que se le presentan no son muy amplias, y en cualquiera de sus variantes representan costos materiales y humanos. Como dijera el historiador Bernard Lewis, lo que se discute en la región no es el tamaño de Israel -uno de los países más pequeños del mundo- sino su existencia.
Si Israel renunciara a todo, a sus territorios, a sus ciudades y redujera su existencia a un pueblito, ese pueblito sería para sus enemigos el responsable de la tragedia árabe, el culpable del hambre, la ignorancia y el atraso de las masas árabes. Las llamadas “almas bellas” inmediatamente encontrarían motivos para deslegitimar a esa aldea, Dirían que no tratan bien a sus empleados, que rezan mucho o se divierten poco y que, por supuesto, no tienen derecho a defenderse. No, no es el tamaño de Israel el problema, el problema son los judíos.
¿Irracional? El antisemitismo es irracional y delirante por definición, pero sus locuras no le impiden ser al mismo tiempo real y consistente. No hace falta recordar la tragedia del Holocausto para referirse a la materialidad de este antisemitismo que, como en los años treinta, presenta sus registros de izquierda y derecha; alcanza y sobra con prestar atención al antisemitismo contemporáneo.
Lo repito, Israel es el único Estado en el mundo cuya existencia está amenazada. No es un gobierno o un régimen el amenazado, es el Estado judío como tal. Los argumentos son diversos, pero todos coinciden en un punto: judíos al mar. El fanatismo religioso de signo musulmán no se detiene en matices o delicadezas. Los amigos de Hitler en los años treinta hoy se mantienen leales a las viejas convicciones acerca de cómo tratar a los judíos.
En un territorio de cuatro millones de kilómetros cuadrados, en su gran mayoría devorados por el desierto, ellos insisten en que veinte mil kilómetros cuadrados son un atropello inadmisible a la identidad musulmana o árabe. Para la izquierda, Israel es el portaaviones de los yanquis y la expresión descarnada del imperialismo. Israel es explotador, colonialista y agresivo. Por ese camino los muchachos abrevan en las fuentes del viejo y añejo antisemitismo que identifica a los judíos con la peste.
Ninguna de estas imputaciones resiste una discusión seria, pero los caballeros hace rato que han suplantado los debates por consignas y golpes emocionales, un recurso que alguna vez perteneció al fascismo pero que hoy, en su naufragio ideológico y político, la izquierda recupera muy suelta de cuerpo.
La centralidad que adquiere la guerra en esta región es un testimonio más de la resistencia que genera la presencia de los judíos. Mientras Israel se defendía de los ataques de Hamas, no muy lejos morían niños y mujeres en una cantidad geométricamente superior. Pienso en Siria, Irak o Libia. Pienso y pregunto: ¿alguien vio manifestaciones callejeras repudiando a los criminales de guerra? ¿Alguna vez la izquierda o las almas bellas se han movilizado contra los jeques corruptos y reaccionarios o contra los clérigos oscurantistas y fanáticos? Nunca.
El señor Timerman, en nombre del gobierno argentino, advirtió a Israel que lo hacía responsable de la salud de los cuatro o cinco argentinos que viven en la Franja de Gaza. Me conmueve tanta solidaridad, pero en nombre de esos nobles sentimientos, ¿no se le ocurrió al gobierno argentino decir alguna palabra con respecto a los ciento veinte mil argentinos, ¿oyeron bien?, ciento veinte mil argentinos que viven en Israel y que pudieron estar amenazados por los ataques de Hamas?
Se condena a Israel por defenderse de una banda terrorista que controla el poder en Gaza. La inercia es tan eficaz que ni siquiera prestan atención a declaraciones de instituciones insospechables de ser proisraelíes. ¿Ejemplos? Mohammed Abbas, el titular de la Autoridad Palestina, calificó a Hamas de terrorista en el Foro Económico de Arabia Saudita. La Liga Árabe acusó a Hamas de cometer crímenes de guerra y el actual gobierno de Egipto -que ejerce un riguroso bloqueo sobre Gaza-, declaró a Hamas organización terrorista.
Mucho más sorprendente que estas omisiones, son los amagues que las “almas bellas” se comen periódicamente de parte de quienes han demostrado ser unos maestros en el arte de la manipulación. Más ejemplos. Las fotos que llegan de Gaza exhiben una curiosa unanimidad. ¿Nadie sabe que el Ministerio de Propaganda de Gaza es el que autoriza las fotos que salen al mundo? ¿Nadie se preguntó sobre el número de periodistas que fueron expulsados de Gaza por no someterse a las instrucciones oficiales? ¿A nadie le llama la atención que en las fotos sólo se vean civiles y niños, nunca un combatiente? Según los informes gráficos de Hamas, los únicos que mueren son civiles, pero, claro, no dicen que sus combatientes están vestidos de civiles. ¿Alguien puede creer en serio que Israel ataca escuelas y hospitales porque le gusta matar a chicos y ancianos? ¿No se les ocurrió pensar que la información está manipulada?
Que Israel ha demostrado que la paz le importa, lo demuestran los acuerdos firmados con Egipto, Jordania y Líbano; también las negociaciones emprendidas con Siria antes de que se desatara la guerra civil. A Israel le importa la paz por razones filosóficas, políticas y existenciales. Me lo dijo con un cierto toque de humor un judío conservador: “Nosotros antes que trepar con un fusil a las alturas del Golán, preferimos trepar con un esquí los Alpes Suizos”. O sea que hasta por razones consumistas los judíos quieren la paz. No puede decirse lo mismo de sus enemigos; es más, podría decirse exactamente lo opuesto. Así es el caso de Hamas, en el que es evidente que su signo es la muerte; que sus objetivos son la muerte y su futuro es la muerte. Es más, consideran que esa filosofía de la muerte es una ventaja.
Israel ha demostrado en estos sesenta y pico de años que es un país viable. Así lo demuestran su economía, sus instituciones políticas, su sistema educativo, la calidad de vida de su gente. La existencia de Israel no depende de la existencia de los palestinos; no los necesitan ni siquiera para explotarlos. Por el contrario, los palestinos no podrían vivir sin su enemigo.
Digamos que la viabilidad de Israel está fuera de discusión, los que en todo caso deberán demostrar su viabilidad son los palestinos. La propia identidad palestina deberá someterse a las pruebas de la historia. Hasta hace cincuenta años como entidad política no existían. En la actualidad existen con enormes dificultades, pero a juzgar por los hechos su futuro es más que dudoso. Hoy el problema más serio que se les presenta no es Israel sino sus feroces disensiones internas, el fanatismo de una de sus facciones y la corrupción escandalosa de la otra.
Una respuesta provisoria a ese escenario devastado es inventar al enemigo. Los palestinos nacieron y viven pendientes de la existencia de ese enemigo. Si Israel no existiera no sabrían qué hacer con su presente. Pues bien, ha llegado el momento en que los palestinos -si realmente quieren tener futuro- piensen que más importante que odiar a los judíos es proponerse en serio construir una sociedad y un orden político que afronte en el desierto los desafíos de la pobreza, el atraso y la ausencia de libertad.
por Rogelio Alaniz [email protected]
Los palestinos nacieron y viven pendientes de la existencia de ese enemigo. Si Israel no existiera no sabrían qué hacer con su presente.