El “Knick” es el Knickerbocker, un hospital en dificultades financieras. Su cirujano jefe es el Dr. John Thackery (Clive Owen), un pionero excéntrico, visionario e intratable. Foto: Gentileza HBO / Cinemax
Es posible que, hoy, resulte difícil encontrar en la ficción televisiva un lugar desocupado en el mundo de las “series de hospital”. Sin embargo, en ese subgénero ya superpoblado por lugares comunes, acaba de aparecer un espécimen original.
El “Knick” es el Knickerbocker, un hospital en dificultades financieras. Su cirujano jefe es el Dr. John Thackery (Clive Owen), un pionero excéntrico, visionario e intratable. Foto: Gentileza HBO / Cinemax
Roberto Maurer
Es posible que, hoy, resulte difícil encontrar en la ficción televisiva un lugar desocupado en el mundo de las “series de hospital”. Sin embargo, en ese subgénero ya superpoblado por lugares comunes, acaba de aparecer un espécimen original. “The Knick” rompe estereotipos simplemente yendo hacia atrás en el tiempo, al año 1900, en el cual un hospital de Nueva York resulta la vidriera perfecta para ilustrar el ejercicio de una medicina primitiva y casi artesanal en su transición a la medicina moderna, en el contexto de una sociedad en rápida transformación.
El “Knick” es el Knickerbocker, un hospital en dificultades financieras, y su cirujano jefe es el Dr. John Thackery (Clive Owen), un pionero excéntrico, visionario e intratable que se inyecta cocaína en los dedos de los pies porque en los brazos ya no hay lugar para pinchazos. Ha sido observado como un Dr. House de principios del siglo pasado y el personaje posee rasgos de William Halsted, un fundador de la cirugía moderna y responsable de la primera transfusión de emergencia. “Se trata de sacar la profesión de la barbería y llevarla al futuro”, sostiene Thackery.
Acaba de ascender a cirujano jefe, y la vacante se produce en la tremenda primera secuencia. El viejo titular practica una cesárea en la cual mueren la madre y el niño, con la ruidosa tecnología de manivelas, pedales y torniquetes. Abrumado, se dirige al auditorio -es un foro- y en un hilo de voz alcanza a decir “parece que todavía no estamos preparados”, mientras se oye una voz que intente consolarlo: “Falló el procedimiento, tú no”.
Desalentado, va a su oficina, tiende una sábana sobre un diván, se sienta, dice: “ A la mierda todo” y se pega un tiro. La misma cirugía ya se había practicado doce veces, sin sobrevivientes. En ese panorama, el desagradable Thackery es designado para reemplazar al suicida.
“NO TE QUIERO EN MI CIRCO”
No se lucha solamente contra la enfermedad, otros enemigos son la corrupción generalizada y las pésimas condiciones sanitarias de una ciudad que trata de acomodarse al masivo aluvión de inmigrantes. Se alojan en viviendas sin ventilación, sin luz, ni agua corriente y la tuberculosis avanza. Existen controles de la policía del Departamento de Salud de Nueva York, y nuevas leyes sanitarias que no se respetan porque los inspectores son sobornados por los propietarios.
Cuando les exigen cambios estructurales, argumentan ante el inspector que los presiona para cobrar coima:
—Eso me costaría una fortuna. Soy empresario.
—Échele la culpa al microscopio de Lister.
El administrador del Knick es corrupto, y también los choferes y camilleros lo son, ya que cobran a los hospitales por cada paciente que llevan, en especial si son pudientes.
Thackery tiene un candidato para ocupar la vacante de asistente del cirujano jefe que ha dejado, pero la junta que preside un magnate tiene el suyo, el Dr. Edwards, que egresó de Harvard y vuelve de Europa con grandes antecedentes, pero es negro. “No te quiero en mi circo”, le dice el brutal Thackery en la cara.
Luego argumenta ante Cornelia Robinson, que reemplaza a su padre en la presidencia del consejo de administración: “No estoy interesado en liderar el intercambio de razas. Así como un comerciante en sus estanterías no tiene productos que nadie va a comprar, yo no voy a contratar a un cirujano que ningún paciente querría que lo operara”. Finalmente cede: si acepta al negro, el hospital realizará la inversión para la luz eléctrica.
A NO MIRAR
Las cirugías son muy realistas, y cumplen con un propósito enunciado de los realizadores: obligar a bajar la vista al espectador. Los actores se entrenaron con cuerpos de siliconas y para recrear la época la serie se sirvió de la famosa colección de miles de daguerrotipos y fotografías antiguas sobre los tiempos heroicos de la medicina reunidos por Stanley B. Burns, cirujano oftalmólogo de Nueva York. “The Knick”(*) se sostiene sobre la reputación de Steven Soderbergh, su director y productor.
(*) Se estrenó en Max y se verá en distintas plataformas como HBO Go, On Demand, HBOMAX TV, Canal MAX por Youtube y a partir de hoy, en la señal abierta del paquete HBO/MAX.