Remo Erdosain Los pocillos de café de siempre en mi caso y en el de Abel; la taza de té de Marcial y José, que esta vez optó por un liso. No hace calor, pero daría la impresión de que los fríos ya se fueron hasta el año que viene. Por la peatonal, la gente pasea como si estuviéramos en primavera, definitivamente ajenos al tono furtivo de los meses de invierno. —Las Paso y las elecciones nacionales ya tienen fecha -comento. —Y el nuevo presidente ya tiene nombre puesto -atropella Marcial- se llama Mauricio Macri. —Eso está por verse -responde José. —Ya no hay nada que ver. Ya tenemos al hombre y ahora de lo que se trata no es de ver lo que ya conocemos muy bien, sino de sumar votos. —Vos pérdoname -dice Abel- pero a mí, tu hombre no me termina de convencer. Además, si hay que votar a un candidato conservador, prefiero hacerlo por Cobos que es de mi partido y no por uno que no tiene nada que ver con los radicales. —Porque no tiene nada que ver con ustedes es que va a ganar -chicanea Marcial. —Más o menos no tiene que ver con los radicales -digo-. En Entre Ríos, van juntos en un montón de lados; algo parecido puede decirse de Córdoba. —¿Y se puede saber cuál es el candidato de ustedes? -preguntan a José. —A nosotros, lo que nos sobran son candidatos -contesta-, a mí me gusta Taiana, pero también está Rossi y si hay que ponerle un voto a Aníbal Fernández, también se lo pongo. —Cruz diablo -dice Marcial, en voz baja. —Todos esos candidatos serán muy buenos -digo- pero no le hacen sombra a Scioli. —Si a vos no te conforma Macri, a mí no me conforma Scioli -dice José. —Pero ésos son los que tienen los votos -afirma Marcial, para después agregar- a ustedes no les gustan porque a ustedes nunca les gustan los candidatos con votos. Pero no se confundan; el nuevo presidente va a ser Macri, Scioli, Massa y, con mucha suerte y viento a favor, Cobos; los demás están pintados. —A mí, Sanz me gusta -comenta Abel como hablando consigo mismo. —A mí también me gusta -digo-, pero tal como se presentan las cosas, es número puesto para vicepresidente de Cobos o Macri. —Y de Lilita Carrió, ¿qué opinan? -pregunta Abel. —Vade retro Satanás -exclama José. —A mí me gusta -admite Marcial-, pero para diputada; no la imagino en un cargo ejecutivo. —Yo no sólo que no la imagino -exclama José- sino que si eso ocurre creo que es lo peor que nos podría pasar. —Cada vez que escucho a los peronistas maldecir a Carrió, me doy cuenta de lo importante que ella es a la hora de poner límites a ladrones y sinvergüenzas. —Yo estoy totalmente de acuerdo -admite Abel- pero la pregunta que hago es la siguiente: ¿quién le pone límites a ella? —Yo creo que ni ella es capaz de responder a esa pregunta -dice José. —A mí, sinceramente, el que me gusta es Binner -digo. —Un buen candidato a vicepresidente -responde Marcial-. Además, todavía no le escuché decir nada interesante. —Como si Macri fuera un sabio griego. —Macri no es un sabio, pero es un hacedor. Y acá lo que hacen falta son los hacedores. —Lo mismo puede decirse de Binner -respondo. —Y si me apurás -dice Abel- lo mismo puede decirse de Cobos, que en su provincia de Mendoza tiene una aceptación que supera el sesenta por ciento. —¿No les parece que más que mirar encuestas lo que hay que mirar son perfiles, programas? -dice José. —Los perfiles y los programas son todos parecidos; los candidatos compiten entre ellos para decidir quién es más moderado. —Y entonces, ¿qué es lo que diferencia a un candidato de otro? —Su historia, su capacidad de gestión, sus antecedentes. —Si es por antecedentes -ironiza Marcial-, Boudou sería el candidato ideal. —En este caso -agrega Abel-, más que de antecedentes, de lo que hablamos es de prontuario. —A ese tema los peronistas se la saben lunga -afirma Marcial. —Acá nadie está en condiciones de tirar la primera piedra -contesta José. —En el caso de ustedes -responde Marcial- más que hablar de una piedra hay que hablar de un alud. —Sin ir mas lejos -digo- en estos días lo vuelven a citar a Menem. Esta vez es por el hijo, pero ayer era por lo de la compra de armas y antes de ayer era por lo de Río Tercero. —El hombre no está preso -sentencia Abel- porque los compañeros K lo protegen. —En este país -digo- nada se hace gratis. Si los K lo protegen es porque esperan algo a cambio. —Muy sencillo -responde Marcial-, esperan ser defendidos con la misma lealtad cuando regresen al llano y los empiecen a citar desde los juzgados. —Y ya no va a haber un Oyarbide que les saque las papas del fuego -digo. —Si así son las cosas -digo- y si lo que importa es juzgar a los K, a la que hay que ponerle fichas es a Carrió, porque es la única que los va a perseguir. Los demás, por un motivo o por otro, van a arreglar o se van a quedar callados. —Macri es partidario de mirar para adelante -admite Marcial-, pero si los jueces abren una causa, él no va mover un dedo para proteger a la señora y a sus colaboradores. —Si no hay una voluntad política para juzgar a la corrupción, todos sabemos que espontáneamente los juicios no salen. El caso de Alfonsín con los militares debería ser ejemplificador: hubo voluntad política, tan intensa como, a la inversa, hubiera sido la de Luder para no tocarle el jopo a los milicos -explica Abel. —Ustedes me hacen acordar a los gorilas del 55 -acusa José-. Quieren perseguir y juzgar. —El problema del 55 -dice Marcial, guiñando el ojo-, lo que transforma a la Libertadora en una estupidez, no es que haya perseguido, sino que persiguió poco, y sobre todo persiguió a los que no debía, porque los grandes malandras del peronismo de entonces quedaron libres de culpa y cargo. —¿Y que me decís del general Valle? -pregunta José. -Que en primer lugar fue una barbaridad que lo hayan fusilado; y en segundo lugar, te recuerdo que Valle fue un militar nacionalista que tenía poco que ver con el peronismo; es más, Perón lo condenó desde el exilio. —¿Y llegamos al 2015? -pregunto. —Por este camino lo veo difícil -murmura Abel. —Yo quiero que la señora llegue -dice Marcial-, pero lo que no quiero es que le tire el cadáver al próximo gobierno. —Es lo que va a pasar -sentencia Abel-. Y después, a la primera dificultad, la culpa de todos los males la vamos a tener nosotros. —Quédense tranquilos -dice José- que al timón lo tenemos bien agarrado y la compañera Cristina no es De la Rúa; la compañera se podrá equivocar o no, pero al poder no lo deja, ni tampoco se le ocurre escaparse con un helicóptero cuando los papas queman. —Si el país es un barco -dice Abel-, ustedes están haciendo todo lo posible para llevarlo al naufragio. Inflación, recesión, desempleo, caída de las exportaciones, caída de precios en el mercado mundial. Y la Señora supone que todo esto se arregla emitiendo. —No comparto -concluye José.