Agustina Mai
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“Se olvida más cosas porque es viejo”. Es una frase de sentido común, pero errónea, ya que desestima los primeros indicios de lo que puede ser una demencia. “Generalmente, las personas no consultan en las primeras etapas de la enfermedad porque creen que es normal que un adulto mayor se olvide de las cosas. Pero en realidad, si una persona tiene un envejecimiento exitoso, sólo puede llegar a disminuir la velocidad de sus respuestas, pero conserva sus funciones mentales con normalidad”, comenzó explicando el doctor Hugo Valderrama (h), especialista en neurogeriatría.
¿Por qué se suele asociar al Alzheimer con la demencia? Porque esta enfermedad representa el 60 % de los síndromes demenciales que afectan las funciones mentales y la conducta. En el caso del Alzheimer, se deterioran las funciones cognitivas, como la “memoria episódica”, que almacena lo que uno hace en el día o el día anterior. “Si uno le pregunta al paciente qué hizo esta mañana o ayer, no sabe qué responder. Le cuesta guardar información nueva, por lo tanto deja de aprender. Es como una cinta que se borra hacia atrás: primero se olvidan de los bisnietos, luego de los nietos y finalmente de los hijos”, explicó Valderrama.
El Mal de Alzheimer tiene diferentes estadios: comienza afectando las funciones mentales, luego la conducta y termina comprometiendo la parte motora (marcha y equilibrio) y la inmunidad (la principal causa de muerte de las personas con demencia es por infección, generalmente neumonía o infección urinaria). “Muy pocos pacientes consultan por cuenta propia cuando comienzan las primeras señales, que son los cambios en las funciones mentales, como la memoria episódica, el lenguaje, la orientación en tiempo y espacio, la capacidad de planificar o resolver problemas. Por lo general, son acompañados por la familia cuando el problema ya es grave porque hay cambios en la conducta: el paciente puede ponerse ansioso, agresivo, deambular sin sentido, tener alucinaciones o delirios, mostrarse indiferente, apático y sin iniciativa”, especificó el médico.
Estimular la mente
El Mal de Alzheimer es una enfermedad crónica, progresiva, multifactorial e irreversible, es decir no se cura, pero se puede disminuir la velocidad con la que avanza. “Si se observan cambios en las funciones mentales, hay que consultar al neurólogo para que dé un diagnóstico. Si se trata de Alzheimer, la familia tiene que prepararse para lo que viene porque el paciente pierde autovalidez en las actividades de la vida diaria y de la vida social”, señaló Valderrama.
A continuación se propone un tratamiento farmacológico, que “es limitado y apunta a reducir la velocidad de la enfermedad”, y otro no farmacológico, que consiste en la estimulación cognitiva y conductual. “Se busca aumentar la reserva cognitiva de esa persona a través de institutos médicos especializados o centros de día, actividades culturales y recreativas. Cuanto más estimuladas estén las neuronas, menos se va a notar la curva de declive”, indicó el profesional.
¿Se puede hacer algo para prevenir el Alzheimer? “A partir de los 75 años, el 20 % de las personas tienen esta enfermedad. A partir de los 85 años, afecta a 4 de 10. Su impacto está relacionado con la reserva cognitiva de cada uno y con la edad en la que aparezca. Lo ideal es lograr, a lo largo de nuestra vida, un equilibrio entre nuestro desarrollo laboral, intelectual, artístico y las actividades sociales. Cuanto más fortalecidas estén estas capacidades, menor va a ser el efecto de la enfermedad. La edad también influye: no es lo mismo que se manifieste en una persona de 70 años, donde todavía tiene varios años por delante (y por lo tanto la enfermedad puede desarrollarse en todos sus estadios), que en una de 90”, concluyó.
10 señales de alarma
La Asociación Alzheimer (www.alz.org) lista 10 señales de advertencia que podrían indicar la presencia de la enfermedad de Alzheimer u otro tipo de demencia:
Cambios de memoria: olvidar información recién aprendida, fechas o eventos importantes. Pedir lo mismo repetidamente y depender de notas para recordar las cosas o de la ayuda de familiares para hacer cosas que antes hacía por sí mismo.
Dificultad para planificar o resolver problemas: por ejemplo para seguir una receta de cocina, manejar las cuentas mensuales o concentrarse. Puede demorarse más que antes en hacer las mismas cosas.
Dificultad en las tareas habituales: para llegar a un lugar conocido, recordar las reglas de un juego muy familiar o usar el microondas.
Desorientación: se olvidan fechas, estaciones, el paso del tiempo y hasta dónde están y cómo llegaron allí.
Dificultad para comprender imágenes: pueden tener problemas para leer, juzgar distancias y determinar color o contraste, lo cual puede causar problemas para conducir un vehículo.
Problemas con el uso de palabras: para seguir o participar de una conversación, puede repetir mucho lo que dicen. Suelen luchar por encontrar las palabras correctas o que llamen a las cosas por un nombre incorrecto (como decirle “palito para escribir” al lápiz).
Colocar objetos fuera de lugar: se les pueden perder cosas sin poder volver sobre sus pasos para encontrarlas. A veces suelen acusar a los demás de robarles.
Disminución o falta del buen juicio: puede ocurrir que regalen grandes cantidades de dinero a las personas que venden productos por teléfono. Pueden prestar menos atención al aseo personal.
Pérdida de iniciativa: tanto para ejercer pasatiempos y actividades sociales, como para proyectos en el trabajo o deportes.
Cambios en el humor o la personalidad: pueden estar confundidos, sospechosos, deprimidos, temerosos, ansiosos e irritables.
El desafío de la familia
“Todas las demencias tienen en común la falta de reconocimiento de la propia enfermedad (anosognosia). Por eso es más difícil para el cuidador ayudar a alguien que no sabe lo que tiene”, aseguró el Dr. Hugo Valderrama.
En este marco, brindó algunas estrategias para quienes deben cuidar una persona con Alzheimer. “No se debe insistir en explicarles que están enfermos, porque no van a llegar a comprenderlo. No son conscientes de lo que les pasa o de la severidad de ello. No hay que enfrentarlos, si no se genera una relación de amor-odio, porque el cuidador deja de lado su vida para hacerse cargo del paciente y éste lo rechaza. Por eso es fundamental no confrontar con el paciente, sino distraerlo y cambiar la conversación hacia temas no conflictivos ni dolorosos”, sugirió.
4 de 10 personas de más de 85 años sufren Alzheimer. A partir de los 75 años, el 20 % de las personas tienen esta enfermedad, contó el Dr. Hugo Valderrama (h), especialista en neurogeriatría.