Joaquín Fidalgo
[email protected]
Daba mucha tristeza recorrer esta mañana las instalaciones de la Escuela Nº 1111 Luis Borruat, donde más de 500 pequeños reciben educación primaria y alimentación. Vidrios rotos, puertas destrozadas, armarios desvencijados y trabajos prácticos desparramados por el piso... el lugar era un verdadero caos. El establecimiento está enclavado en la zona oeste de la ciudad, en barrio Santa Rosa de Lima, más precisamente en la cuadra de calle Aguado al 2900. Por fuera, parece una penitenciaría; por dentro, también. Cada puerta de ingreso y demás aberturas tiene una pesada reja de protección. Pero todas las medidas de seguridad fueron insuficientes ayer, una vez más.
En horas de la tarde, aprovechando que la custodia policial tuvo que ausentarse, delincuentes ingresaron al edificio por un delgado ventiluz y destruyeron varias aulas. A patadas, los vándalos hicieron saltar las partes de aluminio de las puertas. Luego, también a golpes rompieron los armarios y desparramaron por el suelo los trabajos prácticos de los chicos.
“Hace 30 años que estoy en esta escuela. A los seis meses de que me recibí como maestra, me llamaron de aquí y me enamoré del lugar. Acá es donde la docencia vale, donde se valora todo lo que hacemos. Amo lo que hago, trabajando a la par con estos chicos, en un barrio bárbaro, con mayoría de gente buena y laburadora. Casi todos los padres está al lado nuestro... cuando los convocamos, los tenemos. Los chicos son divinos y nos dan grandes satisfacciones”, comentó esta mañana Blanca Ollarce, quien es hoy la directora del establecimiento.
“No es la primera vez que nos entran a robar -agregó-. Pero siempre es más lo que perdemos por los destrozos que por lo que se puedan llevar. Los lugares donde están las cosas de valor (sala de computación, cocina) tienen alarma y están monitoreados por la Municipalidad. Los ladrones saben dónde no deben entrar. Nunca activan los sensores del sistema de seguridad. Además, tenemos custodia permanente en la escuela, pero ayer a la tarde el guardia tuvo que ausentarse y los malvivientes aprovecharon. Seguramente eran chicos pequeños, porque entraron por un ventiluz diminuto”.
El saqueo anterior ocurrió en febrero. En esa oportunidad, los delincuentes arrancaron y sustrajeron cuatro ventiladores de techo que había en el comedor. “Eran artefactos industriales que habían ‘sobrevivido’ a la inundación (la escuela quedó bajo 3 metros de agua en abril de 2003). Ahora compramos unos de pie, que guardamos todos los días en un depósito”, puntualizó la mujer.
“Después de 30 años -añadió- es mi barrio, mi casa. Esto que pasó te bajonea, te duele, pero hay que tener fuerzas para salir adelante. Uno está al frente de una institución que tiene muy buenas docentes, que hoy estaban con sus caras largas, porque veían destruidas sus salitas, desparramados y rotos en el piso los trabajos de sus alumnos y cortadas las cortinas que ellas mismas habían colocado. Tenemos que salir adelante. Afortunadamente contamos con el apoyo de mis superiores, porque mi supervisora y la Región 4a. están al tanto y pendientes para ayudarnos".
“Ahora lo que tenemos que plantearnos es qué está pasando con esta sociedad. Está totalmente enferma. La escuela parece una cárcel. Está llena de rejas gruesas. Tenemos que estar encerrados con los chicos por temor. Estamos hablando de un establecimiento donde los alumnos, además de educación reciben desayuno, almuerzo y merienda. Hoy tuvimos que abrir las puertas a pesar de todo lo sucedido. La escuela debe continuar, porque hay alumnos que dependen de nosotros. Tenemos que levantar la cabeza y avanzar”, concluyó Ollarce.
///////////////////////
Antecedente
Cabe señalar que en marzo pasado ya habían ingresado a robar y provocaron destrozos en la escuela que cumple una gran labor social en el populoso barrio del cordón Oeste.