La risa de siempre, el estudio y “el alma del vino”: el artista en su medio, en estado puro. Foto: Gentileza Joaquín Graells
El legendario “Tavo” Angelini presentará el show “Eléctrico Doméstico”, con un selecto combinado de músicos locales.
La risa de siempre, el estudio y “el alma del vino”: el artista en su medio, en estado puro. Foto: Gentileza Joaquín Graells
Ignacio Andrés Amarillo
Gustavo Horacio Angelini, el “Tavo” para todo el mundo, regresará con toda la furia en “Eléctrico Doméstico”, el sábado 18 a las 21 en el Molino Marconetti (Dique 2 del puerto). Con formato eléctrico, la presentación promete canciones de Carneviva, Patada de Elefante y otras inéditas. Sólo 400 personas podrán disfrutar de este show. Las entradas anticipadas se pueden adquirir en los locales de Megaforce (Galería Colonial, local 32) y El Arca del Sur (Irigoyen Freyre 2935).
En la previa, el “Tavolino” dialogó con El Litoral sobre el show y sus andanzas artísticas, incluyendo su dúo con Ignacio Guido Montoya Carlotto.
—“Eléctrico Doméstico” es uno de los temas de la última época de Carneviva. Como para indicar que es eléctrico...
—Por supuesto. Ese nombre lo eligieron los chicos, sobre todo el Matt Hungo (Cristian Deicas). Lo íbamos a llamar, jodiendo (de noche y de ronda), “Nocivo”, como el tabaco. Pero no tira tan buena onda algo nocivo. Es buen nombre para una banda, pero genera una energía distinta. Matt Hungo lo posteó en un Facebook, hablando de lo doméstico del ser humano, y lo eléctrico.
—En esta búsqueda post Carneviva hubo momentos más acústicos, otros más eléctricos, ahora se empieza a perfilar una estructura de banda solista.
—Creo que es una cuestión de practicidad. Si vos me decís Carneviva, podríamos tocar de por vida. Pero Lucio (Venturini) como yo, que somos los que estamos vivos de esa banda, tenemos toda la razón y el derecho de hacer otras cosas, y salir del esquema de lo convencional. Hoy en día, hacer un espectáculo de Carneviva significa muchísimo, a nivel producción, y a nivel carga, emoción.
—Y peso del nombre.
—Totalmente, es un nombre que no puede hacer cualquier cosa. Ni el de él ni el mío. En todas las épocas traté de hacer cosas que tengan cierta magnitud artística y de responsabilidad con el género y la gente. Lo que quiero hacer ahora, que estaba bastante tranqui, es un show “podridito”, de los que a mí me gustan (risas).
Hacer un show así significa mucho más trabajo que el que venía haciendo cuando venía con la guitarra acústica.
Variaciones
—Alguna variante eléctrica hiciste en el Emparche y Música en el Río.
—Fui a lo seguro: eran shows cortos, con temas ya clásicos. Ahora, me metí en un quilombito más fuerte: ya no es lo clásico, alguno obviamente. Pero si no, la gente te encasilla.
Va a haber repertorio nuevo que nunca escucharon, que es lo que más me gusta, y lo que más tiempo lleva al hacerlo sonar. Temas de Patada de Elefante, que de lo último que he hecho es lo que más me gusta. Y de Carneviva elijo un popurrí de temas que no estábamos tocando tanto, y de los que estaban en el show están reversionados.
—¿Como cuáles?
—“Música te amo” me apasiona, y la estamos tocando con dos Gibson Les Paul, filosas, que madre mía (risas). Es otro formato de banda.
—Correrte de una de las violas.
—Correrme de la base, que lleva la estructura. Salirme y poder disfrutar desde afuera de la formación y poder cantar libremente. Por más que me encanta tocar la viola.
—¿Cuándo se compuso el material nuevo?
—Siempre voy haciendo canciones, las voy probando con distintas formaciones. Antiguamente estaba con tiempo completo, dormía con mi guitarra, o a veces... (risas).
—A veces está bueno con otra persona (risas).
—No estaba comprometido, ni tenía hijos. Esas canciones las probé en discos solistas, proyectos, hasta tango. Estas canciones son nuevitas porque nunca las toqué, pero tienen sus añitos. Deben ser cosecha 2011, 1012.
Hay equipo
—¿Cómo fue juntar el dream team?
—¿Estos locos? Por suerte, acá siempre me llenan de afecto, soy un agraciado, es un regalo. Todo eso tiene que ver con que hay músicos excelentes que quieren tocar conmigo. Es como ir a Londres y que quieran tocar con vos David Gilmour (risas).
—¿Quiénes son los integrantes?
—El “Mono” (Javier) Farelli en la batería, que siempre queríamos hacer ruido juntos; Matt Hungo (en guitarra), con el que nos encontrábamos en las noches y él siempre hinchaba. En el bajo el Emi (Yellati), al que conocí con el proyecto solista que terminó como Patada de Elefante: fue su primera banda, a los 18 años. Me lo traigo de Buenos Aires, ahora no está tocando el bajo sino la viola y tiene su banda.
—Estuvo en la última formación de Carneviva.
—Totalmente. Franco (Bongioanni, en la otra guitarra), es un músico excepcional, tiene una visión muy amplia, es muy responsable, como todos: ha cambiado esa cosa informal de la música, no va.
—¿Invitados?
—Cantantes solamente, ya me costó muchísimo ensayar con los músicos (risas).
—Es la vuelta de Valeska Oleksak a cantar. Recordamos algún “Rosa Cuveé” con vos allá por el 2000.
—Tiene una voz hermosa, es un talento que seguir dando brillo. También va a estar el “Negro” Rodrigo (González), (Rubén) “Tato” Pastor, Itatí (Barrionuevo) y Tristán Ulla. Y alguna sorpresita.
Consolidación
—Con varios compartiste la ópera “Indio”. ¿Cómo fue esa vivencia?
—Con “Indio” noté la responsabilidad de los chicos, como el Mono y el Matt Hungo. La banda suena así gracias al Mono, en un 70 %. Franco también mucha memoria para los temas que compongo yo, que tienen bastante rosca (risas).
—Hay una continuidad Bertolino, Tucci, Angelini y Ferrero.
—(Risas). Yo la pasé bárbaro. En la cancha se ven los pingos, fue hermoso cómo cantó el “Flaco” (Agustín Ferrero) en el recital. Lo viví como una totalidad.
—¿Cómo sigue el proyecto?
—Ya no tengo 20 años, se siente en el cuerpo. Entonces me pongo fechas, como cuando vas al odontólogo. Con José Minotti (productor) armamos este show, teníamos dos meses, y tenemos otra el 6 de diciembre. Me gustaría grabar con los chicos y tocar con más continuidad acá.
—¿Cómo es tu vida en Buenos Aires?
—Con un ritmo acelerado, yo tengo esa tendencia. Si estoy en Rincón termino hablando con los extraterrestres. Es una forma de decir, creo que todavía no hablé, aunque con cada persona... (risas).
Soy un tipo emprendedor, con distintas facetas.
—¿Se puede vivir de la música?
—Nunca me lo propuse. La música es mi gran tesoro, es algo que tengo para brindar, el bolsillo que tengo para decirte “nos tomamos una birra más”. Tal vez es un error. Es un brillante para compartir, es mi moneda de cambio: siempre está conmigo (risas).
El amigo —En algún momento hiciste el dúo Dos x Tango con un muchacho... —¿Qué loco no? —Ahora saltó a la fama por otro tema (es Ignacio Guido Montoya Carlotto). ¿Qué sentiste cuando te enteraste? —Me puse muy contento. Siempre tuve un presentimiento, una sensación, al conocer su entorno. Lo conocí en la Escuela de Música de Avellaneda. Un personaje magnífico el “Pacho”, muy parecido a lo de acá de Santa Fe, un tipo de una ciudad chica, más cerrada, por Loma Negra, intereses fuertes, movida militar. Cuando conocí a su familia, me encantaron, pero algo me hacía ruido. Nunca lo pude hablar con él, siempre fui muy respetuoso. —¿Cómo era esa época? —Hicimos dos discos, no había tecnología para subirlo a la nube, tendríamos que hablarlo. Está muy guardadito. Estábamos en la Escuela: había recreos de 15 minutos, un profesor no viene. Y lo bueno de las escuelas de música tradicionales... —Es que hay un piano por aula. —Sí, tenés alguno libre, si querés estudiar una lección. Yo lo escuché de pasada tocar Piazzolla y no sé por qué se me ocurrió tirarle la onda, de tango tenía lo de mi padre. Se copó y empezamos a trabajar. Nos hicimos muy amigos, compartimos buenas cosas. Muy laburante: pintamos casas, colocamos aires acondicionados, decoramos (aparte de ensayar). Después él se fue para Olavarría y yo me cansé un poquito del tango, no va con mi personalidad, más libre de estructura (risas).