Dilma Rousseff, con nuevo mandato en Brasil. Fotos: Archivo El Litoral
Por Rogelio Alaniz
Dilma Rousseff, con nuevo mandato en Brasil. Fotos: Archivo El Litoral
Rogelio Alaniz
Brasil y Uruguay celebraron sus respectivas elecciones. Dilma Rousseff continuará gobernando su país hasta 2019, mientras que recién el 30 de noviembre próximo se sabrá si el nuevo presidente de Uruguay es Tabaré Vázquez del Frente Amplio o Luis Lacalle Pou del Partido Blanco.
Los procesos electorales de ambos países se desarrollaron con tranquilidad y da la impresión de que los electorados prefieren, por ahora, candidatos de centro izquierda, aunque importa observar que estas victorias se producen con una escasísima diferencia de votos.
El Partido de los Trabajadores en Brasil y el Frente Amplio de Uruguay son las formaciones políticas que mejor expresan en la región la presencia de una izquierda decidida a conquistar el poder en los marcos de la democracia. Ambos partidos se constituyeron en las décadas del setenta y el ochenta. En sus orígenes, mantuvieron un perfil ideológico más agresivo, pero a medida que la cercanía del poder se hizo posible fueron moderando sus expectativas.
Se trata, en ambos casos, de partidos de amplia composición popular y cuentan con la adhesión de sectores medios e intelectuales progresistas. Sus principales dirigentes han renunciado a la tradicional estrategia izquierdista de la lucha de clases y el acceso al poder por la vía de la lucha armada. Rousseff, en Brasil; Mujica, en Uruguay, han sido guerrilleros que revisaron sus ideales juveniles e incluso sus objetivos estratégicos, ya que lo que se proponen es una administración “compasiva” del capitalismo, con políticas sociales que en la mayoría de los casos no han ido más allá del asistencialismo.
Al respecto, bien podría decirse que más que un cambio ideológico a través de una especulación intelectual, lo que ha habido fue una adaptación a las nuevas condiciones históricas o, sencillamente, un reconocimiento tácito de que a los cambios hay que promoverlos en el interior del capitalismo y no destruyéndolo.
A los aciertos indudables de estas formaciones políticas, hay que señalarles sin embargo algunos vicios que no han podido, no han querido o no han sabido conjurar. El más evidente y notorio -en el caso de Brasil- es la corrupción, escandalosa en algunas zonas. En honor a la verdad, hay que decir que Rousseff hizo algunos esfuerzos notables para combatirla, pero la tendencia parece ser muy fuerte y habrá que ver qué hace el PT en el futuro con este tema que compromete en primer lugar a Lula, su líder indiscutible.
En el caso de Uruguay, la conducta de Mujica es inobjetable y su testimonio demuestra a todos que es posible gobernar con manos limpias y uñas cortas. Las dificultades del Frente Amplio provienen de la propia gestión del poder. Temas como la seguridad, la pobreza o la burocratización del poder son muy difíciles de resolver. Las virtudes que se le atribuyen a Mujica se hacen extensivas a Tabaré Vázquez, un médico oncólogo con prestigio profesional y político, motivo por el cual, en su momento, la plana mayor del Frente Amplio se hizo presente en su domicilio para pedirle al dirigente con más aceptación social en Uruguay, que fuera de nuevo candidato a presidente.
Toda comparación que pretenda hacerse entre Brasil y Uruguay debe tener en cuenta en primer lugar las visibles diferencias entre estos dos países. Como alguna vez dijera el propio Mujica para darle una lección de realismo a un seguidor demasiado entusiasmado: “Somos apenas un barrio de San Pablo”. Exageradas o no, están claras las diferencias existentes entre un país “continente” de más de ciento cincuenta millones de habitantes y el entrañable “paisito” de tres millones y medio de ciudadanos.
En Brasil, al triunfo de Dilma lo venían señalando las encuestas, aunque quedaba abierta la incógnita acerca de los resultados que provocaría en el electorado la denuncia dada a conocer por la revista Veja acerca de la presunta complicidad de Lula y Rousseff en los episodios de corrupción con la empresa Petrobras. Contados los votos, la victoria del PT fue inmediatamente reconocida por Neves, pero quedó claro que fue la victoria más ajustada desde que Lula llegara al poder hace doce años.
La presidente sabe que la mitad de Brasil no la votó y que todo el país está expectante respecto de las resoluciones que tomará en temas clave como el crecimiento económico, la inflación y la corrupción. El sentido común aconseja abrir un espacio de acuerdos con la oposición, pero este objetivo es más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo con una oposición que desde hoy se estará preparando para asumir el poder dentro de cuatro años.
La otra enseñanza que dejan estos comicios es que el PT es muy fuerte en el norte, sobre todo en los Estados pobres, mientras que el partido de Neves gravita en el sur. La diferencia no es nueva, pero no deja de ser algo paradójica. El PT gana entre los sectores más dependientes de la asistencia social y con conciencia política más atrasada, mientras que la supuesta derecha neoliberal se impone entre los sectores sociales más integrados y cultos.
Asimismo, no deja de llamar la atención que el partido cuyo nombre invoca al mundo proletario y particularmente a los trabajadores urbanos de los grandes centros, pierda por una diferencia de siete millones de votos en San Pablo.
Para concluir con este apretado paneo político, a todos llamó la atención que Neves fuera derrotado en Minas Gerais, el Estado que gobernó durante dos períodos y del que se retiró con más del noventa por ciento de aceptación. Los observadores políticos señalan que en Brasil el que gana en Minas gana en el país. Verdadero o no, esta vez el axioma se cumplió al pie de la letra.
Tabaré Vázquez, del Frente Amplio.
En Uruguay, al futuro presidente se lo elegirá el último domingo de noviembre. Tabaré Vázquez obtuvo una diferencia de casi quince puntos sobre Lacalle Pou y en circunstancias normales esta ventaja debería ser decisiva. Pero sucede que en Uruguay pesa el dato consistente del tercer partido -el Colorado- que por lo general vuelca la totalidad de sus votos al partido Blanco, de modo que a la hora de pensar en una segunda vuelta, hay que partir de la idea de que en la proyección los candidatos mantienen una mínima diferencia.
El Frente Amplio gobierna en Uruguay desde hace diez años y aspira a hacerlo por cinco más. Puede hacerlo, lleva buenos candidatos, pero el prestigio de Lacalle Pou es grande. Además el joven candidato ha tomado la precaución de presentarse como la superación del Frente Amplio y no su negación. Según sus palabras, mantendrá todas las conquistas sociales y las ampliará.
A modo de apretada síntesis, puede decirse que en ambos casos se ha tratado de elecciones ejemplares, con candidatos prestigiados y capaces de ganar amplias voluntades. En el caso de Brasil, la campaña electoral fue muy dura, pero nadie sacó los pies del plato. La dureza de la campaña tuvo como principal responsable al PT, que valiéndose de los recursos el Estado fustigó hasta la inclemencia a los candidatos opositores. Tal fue el caso de Marina Silva, sometida a una campaña despiadada e inescrupulosa.
Parecidos ataques recibió Neves, presentado como explotador, derechista y hasta enemigo de la patria; ataques que fueron replicados con tonos de similar intensidad, y con el auxilio de medios de comunicación como la red O’Globo y la popular revista Veja, publicación que llegó a adelantar su última edición para denunciar a Lula y Dilma como partícipes en notorios episodios de corrupción.
A diferencia de la Argentina, el debate ante la ciudadanía fue más abierto. Dilma y Neves polemizaron cara a cara en numerosas ocasiones y todos los brasileños tuvieron la oportunidad de saber qué piensan los dirigentes sobre los temas más diversos.
Esta práctica política es impensable en la Argentina de estos días, tanto como la asunción de errores y la admisión de las críticas por parte de los candidatos, quienes pese a las asperezas de la campaña, en todo momento se manifestaron a favor de la unidad nacional, entendida como unidad pluralista y republicana.
Dilma y Neves polemizaron cara a cara en numerosas ocasiones y los brasileños tuvieron la oportunidad de saber qué piensan sus dirigentes sobre los temas más diversos.
Luis Lacalle Pou, del Partido Blanco, dirimirá con Tabaré la presidencia en segunda vuelta.