Juan Ignacio Novak
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En su primera semana en los cines argentinos (se estrenó el 23 de octubre) la película estadounidense “Annabelle” fue vista por más de 200.000 espectadores. Algo notable si se toma en cuenta que se trata de un film tópico y en absoluto novedoso sobre una muñeca poseída, tras un conjuro, por una entidad demoníaca. Una idea que el cine comercial explotó en numerosas oportunidades, con desiguales resultados pero sonados éxitos de taquilla como el que se percibe aquí. Para encontrar las primeras referencias a este “subgénero” del terror con muñecos, marionetas o juguetes dotados de siniestra vida es necesario remontarse a 1945 cuando se rodó la película británica “Al morir la noche”. Una de las historias que cuenta -son varias y tienen como hilo conductor que son todas de misterio- es la de una marioneta que controla a su ventrílocuo, que interpreta Michael Redgrave. En 1978, antes de alcanzar la fama con “El silencio de los inocentes” (1991), Anthony Hopkins protagonizó “Magic” dirigida por Richard Attenborough, donde se retoma la idea del film de los ‘40. En este caso hay un mago que comienza a tener éxito con la ventriloquía, pero a costa de su locura.
Pero el subgénero tuvo su auténtico punto de partida al promediar la década del ‘80 gracias al trabajo de dos directores especializados en el terror: Stuart Gordon y Tom Holland. El primero era conocido por sus adaptaciones cinematográficas de la obra de H. P. Lovecraft (el ejemplo más logrado es “Re-Animator”) y el segundo había dirigido “La hora del espanto”, que recientemente tuvo una remake con Colin Farrell en el papel de vampiro. En 1987 y 1988 dirigieron respectivamente “Dolls” y “Chucky: el muñeco diabólico” que fueron, sobre todo esta última, bisagras del subgénero.
“Chucky: el muñeco diabólico” se estrenó en Argentina el 17 de noviembre de 1988. La película tenía actores notables con Chris Sarandon y Brad Dourif, de memorables interpretaciones en “Atrapado sin salida” y “Mississippi en llamas”. Pero el protagonista excluyente es un muñeco que, por efecto de rituales de magia negra, es poseído por el espíritu de un asesino y se dedica a continuar una fatídica serie de crímenes.
Fue tal la popularidad que alcanzó este film gracias a su lograda combinación entre distintas vertientes del terror, inclusive algunos toques del gore, que hoy está en boga, que en forma repentina Chucky pasó a ubicarse entre los personajes más famosos del terror moderno junto a Freddy Krueger, Michael Myers, Jason Voorhees y Hannibal Lecter.
Novia
El muñeco diabólico creado por el guionista Don Mancini tuvo protagonismo en numerosas secuelas y precuelas donde la truculencia, el humor negro y los golpes bajos son el sello. Sin embargo, en toda la lista, un filme que sobresale y podría ubicarse a la altura de la primera. Se trata de “La novia de Chucky” dirigida en 1998 por Ronny Yu, quien tuvo a su cargo, por ejemplo, la extraña “Freddy vs. Jason” de 2003, que enfrenta a los dos íconos del horror.
¿Por qué el film ocupa un espacio privilegiado dentro de una saga que tuvo varias partes? Es que los realizadores ponen mucho énfasis en el humor negro (siempre en los bordes del mal gusto) lo que representa un acierto, la historia es creativa y contiene tramos escalofriantes y sobre todo cuenta con una protagonista femenina, Jenniffer Tilly, quien con su notable interpretación imprime a la historia buena parte de su encanto grotesco.
Silencio
En la línea de las películas de horror con muñecos maléficos, en 2007 se produjo el film “Dead Silence”, que no se estrenó en los cines argentinos, para pesar de los seguidores del subgénero. El film fue dirigido por James Wan la mente creativa detrás de la popular saga de “El juego del miedo”. Justamente el encargado de la fotografía de “Dead Silence”, es John R. Leonetti director de “Annabelle”.
La película es una síntesis (casi un homenaje) a los tópicos del género, sin mucha creatividad en la resolución argumental, pero con elegancia formal, cuidadosa dirección artística y escenas provocadoras que son antológicas. La sinopsis: un joven viudo investiga el asesinato de su mujer y las pistas lo conducen hasta su pueblo natal, donde desvela la leyenda de una anciana ventrílocua cuya última voluntad fue ser enterrada junto a sus 101 muñecos.
Con diversos matices, el éxito de taquilla que suelen tener estas propuestas es que logra conectar (bajo diversas fisonomías) con un rasgo inmemorial, que forma parte de la condición humana desde sus mismos orígenes: el temor a lo desconocido.