Remo Erdosain —Es una lástima que el periodista Pepe Eliaschev se haya muerto -comenta Marcial. —Era un periodista valiente, valiente y culto -observa Abel. —También gorila -acota José. —Ya tenía que salir el peronista destilando bronca. —Yo no destilo nada. Simplemente lo describo -responde José. —Era muy gorila -digo- denunció mucho tiempo antes de que el hecho ocurriera, el acuerdo de Timerman con Irán. Hay que ser muy gorila para hacer semejante cosa. —Era muy gorila -agrega Abel-, dirigió durante veinte años un programa de radio ejemplar que el señor y la señora Kirchner decidieron levantarlo porque era gorila. —El otro dato de su gorilismo incorregible es su defensa inclaudicable de los derechos humanos, los derechos humanos para todos, por supuesto -señala Marcial. —Ustedes lo defienden -insiste José- porque era opositor al gobierno. —Lo defendemos -enfatiza Marcial-, porque era inteligente, honesto, valiente y no era alcahuete. Si esas virtudes a vos te parecen las de un gorila, pues bien, lo defendemos porque era gorila. ¿Estás conforme? —Les recuerdo que alguna vez fue peronista -menciona José. —Y tuvo el coraje de decir que se había equivocado -responde Abel. —El compañero Horacio Verbitsky le cantó unas cuantas verdades -insiste José. —¿Por ejemplo? —Le recordó su pasado y sus incoherencias. —Verbitsky es la persona indicada para esos menesteres -comenta Marcial con una sonrisa. —No sé qué tienen que decir en contra del compañero. —Podemos decir muchas cosas -expresa Abel- pero por ahora me conformo con preguntar lo que ya le preguntaron otros: ¿qué hizo durante la época de la dictadura militar?, ¿de dónde esa afición por publicar folletos con su íntimo amigo, el comodoro Güiraldes, folletos en el que ponderaban las virtudes de Lami Dozo, Graffigna y la Fuerza Aérea? —Tal vez Verbitsky arribó a la conclusión de que en aquellos años la Fuerza Aérea era nacional y popular -comenta Marcial. —Yo también recuerdo cuando alguna vez dijo incendios de Kirchner por el tema del petróleo. —Seamos objetivos -interrumpe José-, el propio Verbitsky dijo que el que cambió fue Kirchner no él. —Lo notable -puntualizo- es que el señor Verbitsky siempre se las ingenia para presentarse como perfecto, impoluto, veraz y justiciero. —Lo que a ustedes les molesta es que Verbitsky le haya recordado a Eliaschev su pasado y lo haya comparado con Mariano Grondona. —Si la memoria no me falla -contesto- el que trabajó con Grondona en la Agrupación Periodistas fue el propio Verbitsky. —Lo que yo recuerdo -dice Abel- es ese programa de televisión donde Eliaschev le demostró a la diputada Diana Conti que era stalinista. —Ella misma admitió que lo era. —Lo cual para mí, tratándose de quien se trata, no fue ninguna sorpresa -confiesa Marcial. —Yo creo que Eliaschev, como cualquier persona en el mundo, se equivocó y acertó muchas veces. Pero más allá de eso, lo que importa es que fue un periodista decente, reacio a la cortesanía o al oficio de besar la mano del amo. Además era un tipo culto, interesado por la historia, la política, la música, interesado en definitiva por todo lo que ocurría en la vida -digo-. Recuerdo que siempre decía que luchaba para dejarle un país mejor a sus hijos y nietos. —¿Y lo hizo? —Hizo lo que pudo y lo hizo con talento y decencia. —Y hablando de periodistas -dice Abel- ¿qué me cuentan de Germán de los Santos, el periodista rosarino corresponsal de El Litoral y La Nación? —Vos te referís a las amenazas que recibió por parte de narcotraficantes. —¿De los narcotraficantes o de la policía? -pregunta Marcial. —¿Acaso no son la misma cosa? -pregunta Abel. —Yo no creo que sea tan así -reacciono-, pero es cierto que hay un sector de la policía que es socio del narcotráfico. La lucha contra el delito, la corrupción y el narcotráfico no tiene destino si no se pone en caja a la policía y a los jueces. —Lo cierto es que un periodista que investiga en serio, un periodista que pone en evidencia negociados y complicidades, termina amenazado de muerte. —Lo bueno es que hubo una respuesta de solidaridad muy amplia. —Eso es bueno -reconoce Abel-, hoy alcanza, pero no sé si mañana va a alcanzar. —El problema de fondo -señala José- es el narcotráfico en Santa Fe. —El problema de fondo -corrijo- es la corrupción y el narcotráfico en la Nación. —Ustedes son unos maestros en rehuir de las responsabilidades. —Y ustedes son unos maestros en mirar para otro lado -se enoja Abel. —Lo que sé -expresa Marcial- es que en los únicos y pocos casos en que el narcotráfico aparece complicado con la política, los que están involucrados son funcionarios oficialistas, o narcotraficantes que ponen plata para su campaña electoral. —Seamos realistas. Si el narcotráfico, con sus corruptelas, sus variantes populistas, dispone de un aliado objetivo en la Argentina, ese aliado es el peronismo, es lo más funcional para ellos, lo es hasta por razones ideológicas -subrayo. —No sé por qué decís eso -se defiende José. —Mirá el narcotráfico en Colombia o en México. Sus relaciones con la política se producen con partidos populistas. Escobar mismo era un líder populista que regalaba dinero, electrodomésticos y casas; financiaba equipos de fútbol y daba empleo a los pobres, aunque ese empleo fuera el de sicario. No soy yo el que inventó las relaciones entre populismo y narcotráfico -explico. —Pero de allí a deducir que el peronismo es funcional al narcotráfico hay una gran distancia. —Hay una distancia, pero no tan grande -juzga Marcial. —Después de todo, es Lilita Carrió la que dijo que Massa es el candidato del narco y que los principales operadores de la droga son empleados de la Casa Rosada. —Esa mujer no se priva de nada, ni siquiera de los disparates. —El futuro dirá si miente o dice la verdad. También el futuro dirá qué pasa en los countries de Tigre. —A mí me gustaría saber qué pasa en los countries de los barrios paquetes de Rosario. Yo les puedo admitir que en la provincia de Buenos Aires haya problemas con el narco y la efedrina, pero no se laven las manos con lo que ocurre en Santa Fe. —Yo por los gobernantes de Santa Fe, me lavo las manos y las pongo en el fuego -exclama Abel. —No comparto -concluye José.