Remo Erdosain
Por Remo Erdosain
Remo Erdosain
Mesa con porrones y pocillos de café. Los hábitos clásicos se confunden con la irrupción de los calores del verano. Hace mucho calor, pero hacia el sur se divisan nubes de tormenta. Quito se acerca, retira algunas botellas vacías y deja otras. Todos estamos con ganas de conversar. Es que, como dijera Marcial, en este país los gobiernos siempre dan motivos para no aburrirse —Ahora, resulta que los señores K quieren pedirle juicio político al doctor Fayt -dice Abel algo compungido. —No sé qué espera para irse -replica José-. Tiene más de noventa años y la ley dice que con setenta y cinco años ya está en condiciones de retirarse. —A mí me parece desopilante que a los compañeros K se preocupen por pedirle un juicio político a Fayt, que será viejo pero es impecable, y no se les ocurra pedir juicio político a Boudou o a cualquiera de los sinvergüenzas que andan dando vuelta por el poder. —Sin ir más lejos pienso en Zaffaroni -dice Marcial. —No sé qué tenés que decir del compañero Zaffaroni... —Tengo para decir de todo -digo-. Juez de la dictadura, alcahuete del poder, regente de prostíbulos, amigo personal de cuanto mafioso o malviviente ande suelto... no sé que más se puede decir de Su Señoría. —Son opiniones -responde José-. Zaffaroni es un académico de lujo, un hombre respetado en los foros internacionales, un caballero desde todo punto de vista. —Vos tenés una mirada muy singular de la caballerosidad reprocha Abel- porque por esa línea también sería un caballero Menem, protegido de lujo de los amigos K. —Y si la memoria no me falla -digo-, el señor Zaffaroni fue el que hace quince años puso el grito en el cielo porque Menem estaba preso. Él era muy antimenemista, pero cuando estuvo preso hizo lo posible y lo imposible para que ese facineroso quedara en libertad. —Daría la impresión de que por encima o por debajo de las aparentes diferencias políticas, existe una sólida red de solidaridades. No me extrañaría que Menem y Zaffaroni de alguna manera sean cómplices: la misma marginalidad, la misma desfachatez, la misma percepción de que el peronismo es siempre una garantía de impunidad. —Yo hago memoria -dice Abel- y no recuerdo un gobierno tan corrupto como éste. —¿Y los militares? -dice José. —De Onganía, Videla o Lanusse, se pueden decir cosas mucho más graves, pero nadie los puede acusar de ladrones o corruptos. Tal vez no sea casualidad que el único milico corrupto de la dictadura militar haya sido el almirante Massera, la niña bonita de los peronistas durante mucho tiempo. —El único gobierno que se puede empardar con éste en materia de corrupción es el de Menem -dice Abel. —Yo creo que Menem era más mesurado -dice Marcial. —Era más salvaje -digo. Era un corrupto que no sabía hacer otra cosa que corromper todo lo que tocaba. Los Kirchner practican otro estilo, ni más elegante ni más sofisticado, tan brutal como el menemismo, pero con relato nacional y popular. —Y ahora la Señora está especulando con ser candidata del Parlasur. —En realidad, en lo que esta pensando es en los fueros. —Yo quiero creer -dice Marcial- que la justicia de alguna manera llega; tarde o temprano pero llega. No puede ser que un régimen cleptocrático como el que nos gobierna quede impune. —Alguno o alguna va a ir a dar con sus huesos entre rejas -suspira Abel. —Síí -digo-. Va a ir algún perejil, es probable que Boudou que viene de la Ucedé vaya a un calabozo. —Como María Julia Alsogaray fue al calabozo en tiempos de Menem. —O sea -digo- que la función histórica de la Ucedé fue la de haber provisto de chivos expiatorios al peronismo. —Por ese camino, creo que vamos a terminar creyendo que Boudou o María Julia eran inocentes. —De inocentes no tienen nada, lo que pasa que comparados con los popes de los diferentes peronismos que azotaron a la Argentina, no son más que modestos ladrones de gallina. —¿Ustedes creen en serio que el único móvil de este gobierno es robar? -pregunta José. —Debe de haber otros móviles -dice Marcial- pero el más importante es robar, o, como le gusta decir a la Señora, ser una abogada exitosa. —Lo de Lázaro Báez es insostenible digo-. Ningún gobierno podría sostener esa relación. —Yo tengo entendido -dice José- que se trata de un aguerrido empresario nacional. —¿Vos hablás en joda o hablás en serio? -pregunta Marcial-. ¿O suponés que somos tontos? —Yo lo que digo es que a un gobierno hay que evaluarlo por sus políticas públicas y no por las anécdotas acerca de si se quedaron o no con un vuelto -insiste José. —Éstos no se quedan con un vuelto; un vuelto es lo que le dan a la gente. Éstos no roban para la corona, roban para su bolsillo o para su jefe, su patrona o su madrina, o como mejor la quieras llamar. —El otro día -comenta Abel- me enteré que la flota de autos y camiones de Báez supera los mil vehículos, vehículos que colocados uno al lado del otro llegan a cubrir desde Casa Rosada a Aeroparque. —Lo que se dice un clásico empresario nacional de la Argentina peronista digo. —Insisto en que nos vamos en los detalles y perdemos de vista lo fundamental. —Para vos, la obra pública y los sobreprecios son detalles, el lavado de dinero es un detalle, los hoteles alquilando cuartos a una clientela fantasma es otro detalle, que la presidente haya multiplicado geométricamente su fortuna es un detalle. —En estos temas -dice Marcial- no hay margen para equivocarse. El lavado de dinero se hace a través del turismo, el juego y los hoteles, los campos preferidos de inversión de la Madrina. —Yo no estoy al lado de la compañera Cristina por sus negocios en Santa Cruz; estoy porque es un gobierno que se ha preocupado por los pobres, que ha mejorado la calidad de vida de la sociedad, que le devolvió dignidad a los trabajadores, que puso entre rejas a los militares genocidas. Lo demás para mí es jarabe de pico. —O sea que para vos -dice Abel- un gobierno ladrón y autoritario no es una falta en sí mismo, si a cambio reparte algunas zapatillas y bolsones de comidas entre los pobres. —No comparto -concluye José.