Las dos caras sabaleras A la izquierda, la resignación de Curuchet por el descenso en la cancha de Rosario Central cuando se perdió la categoría a manos de Atlético Rafaela. A la derecha, el grito de desahogo del “Mago” Ramírez frente a Boca Unidos de Corrientes. Fueron los extremos de un año que será, por todo lo vivido en tan poco tiempo, inolvidable. Fotos: Mauricio Garín / Facundo Maggiolo
De la Redacción de El Litoral
Caos. La segunda acepción que da el Diccionario de la Real Academia Española es el de “Confusión, desorden”. Creo que así estábamos, así estuvimos y así empezamos a estar a partir de ese mítico y ya añorado 23/12/2013, donde luego de un proceso vertiginoso y frenético de campaña electoral, se obtuvo el 70% de los votos de la mermada masa societaria sabalera.
Llegamos inexpertos pero urgidos. Colón necesitaba la máxima diligencia para evitar la desafiliación. La quita de puntos ya era un hecho consumado. Había que resolver los problemas bancarios, pero también había que resolver los problemas morales. La remañida estafa moral.
Me dijo un maestro que “7 años de vaciamiento se pagan caro” y efectivamente eso nos pasó. Porque nos costó mucho más que los U$S 830.000 a pagar la deuda con los mejicanos y mucho más que las reuniones de Comisión Directiva y la Asamblea Extraordinaria, las sanciones a los ex dirigentes. Mucho más que fijar el primer precedente en la historia del Fútbol Argentino en constituirse como querellante de un club de fútbol, contra sus anteriores directivos para investigar un proceso de vaciamiento, con ribetes delictivos. Pero eso pasó.
Y hubo que elegir el cuerpo técnico. Y hubo que salir a convencer a alguien de que el barco aún no estaba hundido. Y así llegó Diego Osella, quién en la primer reunión nos mostró un gráfico con proyecciones estadísticas donde nos decía que confiaba en sacar 27 o 28 puntos, que con ese escenario, teníamos grandes chances de salvarnos del descenso. Luego en un escritorio de calle Viamonte, se decidió que no podíamos incorporar refuerzos, por un incumplimiento orquestado en la misma calle (salvo el del cupo por lesión).
Sacamos 30 puntos. No sólo 30 puntos. Sacamos amor propio. Sacamos enjundia y pertenencia. Sacamos un ADN de dientes apretados, de estar todos juntos, de recuperar la mística de humildad y sacrificio.
Pero además, se recuperaron más de 16.000 socios sabaleros, que no se habían ido. Solo se habían cansado de las mentiras. Estaban desilusionados con lo que mostraban como “el nuevo Colón”.
Y habiendo sacado la cantidad de puntos para pelear un campeonato o al menos entrar a una copa, con un gol de rebote de un penal errado y otro en la agonía del partido, tuvimos que ir a un partido definitorio.
Recuerdo esa semana como una de las más duras de toda mi vida. Recuerdo la impresionante movilización. Recuerdo la extraordinaria demanda de entradas. Recuerdo tener que viajar a AFA con el Presidente, romper la rueda del auto en un pozo en la autopista llegando a Buenos Aires, romper la ilusión de jugar a cancha llena por la decisión de “especialistas en seguridad” del mismo organismo, recuerdo los argumentos que tanto nuestro Presidente como el Vice le daban al difunto presidente de AFA (al punto que Demanuelle salió del despacho presidencial insultando y dando un portazo) e incluso, la llamada que se hizo desde el Gobierno Provincial, brindando las garantías del caso. Pero bajó el martillo y nos recortó el cupo de público a “10.000 personas por equipo”.
Fue metafórico. Fuimos más. Muchos más. Los que estuvieron y los que alentaron. Y los que sin estar, estaban. Sabemos lo que pasó con el resultado, pero viéndolo hoy en perspectiva, creo que era necesario.
Porque lo que arrancó a partir del mes de julio para nosotros, para el Club, para la gente, fue un proceso purificador. Máximo aliento, máximo nivel de convocatoria en la categoría y también habrá que decirlo, máxima presión.
A 4 fechas del final, en medio de una campaña irregular, se produjo el primer gran quiebre interno. Renuncia consensuada del Cuerpo Técnico y escenario de búsqueda desesperada para su reemplazo.
Ahí apareció el actual capitán del barco, “Mostaza”, con un sí tan rotundo como inmediato, siendo el único deseoso de poner el pecho a la situación sumamente delicada, que por esas horas se vivía. Y con un optimismo, que a nosotros en nuestra locura, nos sonaba irreal.
Quizás lo más doloroso del proceso, haya sido el calificativo de “honestos pero inútiles”. Se escuchó mucho esa frase en Pergamino, cuando el desánimo era generalizado.
Y así llegamos a la última fecha. La agonía se estiró al máximo. En el entretiempo, el panorama era desalentador. No se encontraban expectativas. No importaba haber reducido la deuda en casi 50 millones de pesos (entre AFA y deudas pagadas atrasadas) sin contar jamás con ingresos televisivos. No importaba haber ordenado y puesto al día los salarios atrasados de jugadores, de empleados y de todos los servicios tercerizados de la institución. No importaba haber sido el club con más ventas de jugadores durante el 2014, ni haber logrado por primera vez en la historia de la nueva construcción contar con la habilitación definitiva del Estadio Brigadier López. Mucho menos importaba haber encauzado a la Institución, a pesar de las múltiples resistencias propias y foráneas, dentro del marco del “Salvataje Deportivo” para blindar a posibles oportunistas con ansias de gestiones poco claras y transparentar todos y cada uno de los actos de gobierno.
No importaba. Y quizás eso, termine siendo lo más doloroso. Pero como lo que no mata, fortalece y como los nacimientos son tan felices como dolorosos, el penal de Alario entró en el ángulo y el, para muchos, “refuerzo inútil” de Ramírez la clavó una vez al lado de cada palo, para sellar el 3-0 y permitir el delirio completo. La alegría desatada y sobre todo, el desahogo contenido durante 198 días. Ahora importa. Y sobre todo, importa considerar que con múltiples errores y desaciertos, el mundo Colón ya no es más un caos.
No sé si lo mejor está por venir. De lo que sí estoy seguro es que lo peor, ya pasó.