Danilo Chiapello
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Fue la noche del sábado, al regresar de una salida, que Silvia Imhof conoció la cara del espanto.
La mujer quiso entrar a su vivienda de Marcial Candioti al 2800 pero la puerta estaba trabada.
Buscando algo de calma se alejó unos metros pero observó que la luz de uno de los dormitorios estaba encendida. Entonces ya no tuvo dudas: había ladrones dentro de la casa.
En el acto, la mujer recordó lo ocurrido hace muy poco (el 24 de noviembre) cuando delincuentes robaron en la farmacia que lleva su apellido y en su domicilio particular que se encuentra pegado al comercio.
De inmediato, Silvia llamó al 911 y dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. A los pocos minutos, el lugar se llenó de patrulleros y uniformados. Sin embargo los cacos fueron más listos. Mientras los agentes se organizaban, los intrusos fugaron por los techos de las fincas vecinas.
“¡Están adentro!”
“La policía ya había llegado cuando veo que alguien cierra una de las persianas. ‘¡Están adentro!’, les grité. A todo esto seguían llegando patrulleros y más policías”, señaló hoy Silvia.
Finalmente, los agentes violentaron la puerta y entraron a la casa. Pero las personas que estaban adentro escaparon por los techos, que es por donde habían llegado. Después supimos que nos habían atacado desde la terraza.
Según me enteré entraron por el tapial de mi vecina. Fueron escalando hasta llegar a la terraza. Una vez allí violentaron una puerta que les permitió el acceso a la casa”.
Golpe repetido
Más adelante, la mujer recordó que “lo peor es que hace menos de 20 días, también me robaron. Aquella vez me entraron por el garaje rompiendo el mecanismo automático.
De mi casa, me llevaron alhajas, objetos personales, indumentaria deportiva y también dinero en efectivo. Después se pasaron al negocio, que se comunica con la casa, y sustrajeron medicamentos varios, en su mayoría digestivos”, describió.
“Ahora, en el último robo también se llevaron elementos de valor de mi casa y desde la farmacia sacaron analgésicos, psicotrópicos y vasodilatadores. A mi entender, son medicamentos que se pueden vender en el mercado negro. Hay kioscos y mercaditos de barrios que venden este tipo de mercadería.
“Para mí, por la similitud de los hechos, tengo que interpretar que son los mismos. Es gente que conoce del tema. La primera vez actuaron con toallas y guantes, para no dejar rastros. La segunda vez directamente no se cubrieron con nada”, relató.
Tierra de nadie
En otra parte, la profesional sostuvo que “éste era un barrio seguro, pero ahora sentimos que es tierra de nadie. Todo el vecindario está alarmado. Tratamos de cuidarnos entre nosotros pero nos damos cuenta de que no alcanza”, advirtió.
“Acá, hay dos focos de inseguridad. Son espacios verdes pero que no cumplen su función vital porque allí no se practican deportes ni hay recreación. Por el contrario, en esos lugares se junta gente de mal vivir.
“Hasta altas horas de la madrugada, se juntan a tomar bebidas alcohólicas; a escuchar música a todo volumen, hay gritos, corridas, y hasta gente que practica escenas de sexo.
“Las normas de convivencia están siendo violadas. Ven que hay gente tirada o drogada por la calle y sin embargo las autoridades no hacen nada”, sentenció.