—¿Qué me cuentan del atentado terrorista en París? -pregunta Marcial con expresión sombría. —No sé de qué están hablando -dice Abel que acaba de llegar. —Marcial se refiere -explico- al operativo criminal montado por el fanatismo musulmán en donde mataron doce personas, muchos de ellos periodistas y caricaturistas de un tradicional semanario humorístico de Francia que se llama Charlie Hebdo. —Yo no estoy de acuerdo con lo que hicieron estos musulmanes -dice José- pero tampoco estoy de acuerdo con el colonialismo europeo. —¿De qué colonialismo europeo estás hablando? -reacciona Marcial algo impaciente. —Del que promovieron los países centrales, Francia entre otros. Hoy, ese colonialismo no existe como antes pero está presente; por ejemplo, en la discriminación que sufren los musulmanes en Francia. —O sea que pasando en limpio -responde Marcial- los muchachos estuvieron brillantes. Y la culpa de todo esto la tienen los caricaturistas de la revista que son tan colonialistas que hasta se burlan de Mahoma. —Convengamos -repite José- que a las religiones hay que respetarlas. —O sea que no se puede hacer un chiste, porque los muchachos de barbas se enojan y te matan. Ni Onganía ni Videla se hubieran animado a tanto. Y no sé si Hitler hubiera sido tan osado. —Ustedes siempre haciendo comparaciones impertinentes -sostiene José-; lo que yo digo es que el terrorismo está mal, pero hay causas que lo explican. —Una linda manera de disculparlos, de darles carné de pase libre para el crimen y asegurar su impunidad. Según José, los terroristas se equivocan pero en el fondo tienen razón, son víctimas. —Básicamente -subraya José- estoy en desacuerdo en que se hable del Oriente malo y el Occidente bueno. —Tan en desacuerdo estás -contesta Marcial- que para no equivocarte estás del lado de los musulmanes. —Paren un poco -digo-, no nos vayamos por las ramas. Lo concreto es que dos tipos armados y muy bien protegidos entraron a una revista y mataron a doce personas que estaba trabajando. Entraron exhibiendo su identidad musulmana y prometiendo muerte al que no piense como ellos. ¿Eso está bien o está mal? —Vos sos muy esquemático para plantear las opciones -responde José. —Y vos no sabés a qué finta retórica recurrir para justificar a los terroristas, porque para vos el enemigo es la modernidad, la libertad y todo aquello que tenga que ver con el humanismo occidental. —Esos son valores del primer mundo, valores de los colonialistas. Yo por definición estoy del lado de los que luchan a favor de la causa del Tercer Mundo. —O sea, que estás al lado de los terroristas. —No estoy con ellos, pero los entiendo. —¡Qué tierno! -exclama Marcial. —Además, los errores de una minoría de fanáticos no justifica acusar a todos los musulmanes -insiste José. —Según tus observaciones -puntualizo-, ahora el operativo criminal no es un horror sino un error. —Yo ya estoy hasta la coronilla -interviene Abel-, cansado de que para justificar a los terroristas musulmanes se insista en que son una minoría o no son musulmanes. —Convengamos en que lo que hacen es una interpretación equivocada del Islam -acota José. —No sé si está tan equivocado -contesto- no soy un experto en islamismo, pero yo no les negaría a estos terroristas identidad musulmana. —Son una minoría -repite José. —Con que sean el cinco por ciento del Islam ya estamos en el horno, porque ello significa un ejército de terroristas de más de cincuenta millones de soldados de la causa. —Además -señala Marcial-, si los musulmanes no están de acuerdo con el terrorismo, que se hagan ver. Si alguien matara en nombre del cristianismo o de la Iglesia Católica, yo como católico saldría a la calle para decir que no tengo nada que ver con ellos. A esa diferenciación no la veo, y si existe es muy minoritaria, por lo que tengo razones para sospechar que por diferentes motivos un sector importante del islamismo consiente, tolera y en algunos casos colabora con la gesta de los terroristas. —Eso se llama islamofobia -acusa José. —Yo no sé como se llama -responde Abel- pero si la totalidad de los atentados terroristas que hay en el mundo provienen del mismo lugar, tengo motivos para desconfiar de ellos. En Francia y en toda Europa, llegan inmigrantes de distintos lados, pero con los únicos que hay problemas es con los musulmanes. De ahí vienen las bombas, los atentados, las ejecuciones. Y no sólo lo hacen, sino que además lo festejan y justifican mientras algunos imbéciles de Occidente, las acongojadas almas bellas, dicen que no hay que hacerles nada porque eso sería no respetar sus creencias. —¿Y acaso no es así? -pregunta José. —No, no es así -enfatizo-, porque una cosa es profesar una religión o vestirse de una determinada manera, y otra, muy diferente, es invocar el derecho a las particularidades nacionales matar a otros o pretender imponerles su fe religiosa. —Creo -expresa Marcial- que a nosotros nos costó mucho aprender a vivir en democracia, a respetar la libertad y las opiniones de los otros, para que ahora vengan estos mamarrachos a pretender arrastrarnos hacia la Edad Media. —Yo estoy impresionado por el impecable discurso republicano de Hollande -digo- y sobre todo estoy asombrado por la eficacia del Estado, que en menos de veinticuatro horas dio con algunos sospechosos y ya tienen los nombres y las fotos de los asesinos. —Acá llevamos más de veinte años de la Amia y de la embajada de Israel y no hay ni un detenido. —Esa sí es una diferencia notable entre el primer mundo que yo defiendo y el tercer mundo que defiende José -comenta Abel. —Yo le sumaría otra -agrega Marcial-, el presidente Hollande siempre habló en nombre de “nosotros”, mientras que nuestra Señora, abanderada del tercermundismo, siempre habla en nombre de “Ella”, “Ella” es la amenazada, “Ella” es la que sufre, “Ella” es la que lucha, el mundo empieza y termina en “Ella”. —No comparto -dice José.