Por Gustavo José Vittori
El Archivo General de la Provincia de Santa Fe es un prodigio histórico y documental. Que haya logrado conservar más de cuatro siglos de documentos en la desaprensiva atmósfera de un caserío pobre, sometido a asaltos militares y ocupaciones temporales durante las guerras civiles, a inevitables inundaciones periódicas y a deficitarias condiciones ambientales, se parece a un milagro. Pero allí está.
Su extraordinario valor -atesora la documentada historia de los santafesinos desde los días de la fundación de la ciudad en el sitio primitivo- obliga a darle una respuesta condigna. La casa que habitó el brigadier general Estanislao López, y donde murió en 1838, es también la residencia donde se agasajó al general Justo José de Urquiza -vencedor de Caseros- y a los diputados que procedentes de las provincias concurrían a fines de 1852 a la gran cita del Congreso General Constituyente que el 1º de mayo de 1853 sancionaría la Carta Magna de los argentinos.
Plena de historia, se ha mantenido en pie pese a la sobrecarga de las habitaciones del primer piso, agregadas a finales del siglo XIX. Pero si la casa y su extraordinario contenido han aguantado, es hora de generar un hecho contundente. Y el conflicto inmobiliario del que da cuenta la crónica ofrece una oportunidad. En mi opinión, ese solar debería expropiarse para construir allí, con buen diseño y bajo impacto ambiental, las instalaciones que un archivo moderno reclama, con sus sensores de humedad y temperatura, muros cortafuegos y medidas de seguridad general, adecuados sistemas de archivo y ámbitos modernos de trabajo y lectura. Ambos cuerpos edilicios podrían tener comunicación, y en la residencia de López, ambientar el museo federal.