En “El rostro”, Fontán propone un viaje de ensoñación y recuerdos que sigue los pasos de un hombre que regresa a una isla del río Paraná, en donde se asiste a una temporalidad diferente marcada por un sonido asincrónico y el uso de distintos materiales fílmicos en blanco y negro.
Fontán afirmó que su nueva obra “es una película que propone al espectador atravesar una experiencia sensorial, sensible”, y añadió: “Creo que los materiales del cine, los formatos y el lenguaje, poseen una capacidad y propiedad muy poéticas”.
Podría tratarse de una suerte de continuación de su filme “La orilla que se abisma”, ese otro bello poema visual basado en la obra de Juan L. Ortiz, ya que en “El rostro” Fontán decidió comenzar con una imagen tan potente como la que daba término a esa otra película: el río, la niebla y un hombre en medio de la inmensidad, remando solo y a contracorriente.
Después de competir en el Festival de Cine de Roma y de haber sido parte de una retrospectiva de su obra que le dedicaron en México, esta película filmada en 16 y Súper 8 milímetros -dos formatos fílmicos que, como la forma de vida del protagonista, parecieran estar condenados a desaparecer- se estrenó el año pasado en el Bafici.