El Litoral
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El servicio de agua potable llegó a barrio Loyola Sur en etapas: en 2009, en 2012 y en 2013. Pero en el sector del barrio que accedió a la red hace un año, los grifos no sueltan una gota. Es el caso de Liliana Niz, una vecina que vive en calle Hermano Figueroa al 8400, entre José Cibils y José Pedroni. “Pusieron los caños, la cajita de registro en la vereda pero desde entonces yo no tengo agua”, comentó la mujer.
La obra que se inauguró en el 2013, implicó un tendido de 3.200 metros de red distribuidora y 350 conexiones domiciliarias. Fue financiada con fondos municipales, demandó una inversión de 800.000 pesos y benefició a unos 1.500 habitantes del Distrito Noroeste, según informó la Municipalidad oportunamente.
“A mis vecinos les pasa lo mismo, incluso hay algunos a los que les llega la factura y no tienen el servicio. Todos los que vivimos en Hermano Figueroa al 8400, hasta J. Gorriti y Pasaje Gollán, estamos en la misma situación”, precisó Liliana y agregó que incluso sus vecinos reciben la correspondiente factura del servicio. A pesar del inconveniente, la mujer no realizó el reclamo ante Aguas Santafesinas (Assa), dijo que le había encargado el trámite a otra vecina.
Efectivamente, desde el área de comunicación de la empresa Assa confirmaron que no tienen reclamos registrados por el servicio en ese sector de la ciudad. “Si no hacen el reclamo no tenemos forma de saber que hay problemas. A veces los vecinos que se suman a la red desconocen los mecanismos para advertir la deficiencia”, señalaron desde Assa.
Para proveerse del servicio, Liliana recurrió a una alternativa por fuera de la red. “Hicimos una conexión con un caño de una cuadra y media desde Gorriti hasta mi casa. El problema ahora es que el agua viene con muy poca presión y no llega a subir hasta el tanque”, comentó la mujer.
Yuyos, Tierra y oscuridad
Pero en Loyola Sur, el agua no es el único problema. La falta de mantenimiento, obras de mejora y servicios es evidente en el barrio.
En las calles el mejorado desapareció y ahora son sólo de Tierra, un polvo ligero y pegajoso que se cuela por todos lados. Cada vehículo que pasa levanta una nube espesa que permanece flotando.
“El regador nunca pasó, los pozos son enormes y hace mucho tiempo que no pasa una máquina a arreglarlas. Por eso cada vez que llueve los colectivos de la Línea 1 no ingresan al barrio, no pueden andar”, indicó Patricia Loseco, una vecina de calle J. Reinares al 8400.
Otra preocupación de los vecinos son los yuyos altos y la falta de iluminación. “De los pastizales salen una ratas gigantes, ni hablar de los mosquitos. Hay terrenos privados a los que los dueños no les cortan los pastos, pero las cunetas y los bordes de la calle tampoco se mantienen. Sentimos que estamos lejos de todo”, reclamó Daniel Dorigón, un vecino de Juan Mantovani al 6600.
El foco de la esquina de la casa de Patricia Loseco tiene cinco años. y lo recuerda bien porque ella misma lo colocó cuando celebró el cumpleaños de 15 de su hija, que hoy tiene 20. “Al de mitad de cuadra también lo puse yo, y no me molesta colaborar pero necesitamos que la Municipalidad, además de reemplazar los focos que se rompen, los proteja de alguna manera porque la gente los rompe. Vivimos en un barrio complicado y los vecinos no colaboran”, consideró la mujer.
Acostumbrados a esperar las obras, los vecinos se mostraron predispuestos a aportar para que las calles se mejoren con pavimento articulado. Una obra que el municipio llevó adelante con éxito en otros sectores de la ciudad. Aunque lo que más reclaman es un acercamiento de los funcionarios.
“Necesitamos que nos atiendan, que vengan, que charlemos. Sabemos que se vienen las elecciones y no queremos que aparezcan sólo a pedir el voto”, concluyó Loseco.