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Cuatro perros que fueron rescatados por el sacerdote Guillermo Hayes, quien falleció a principios de diciembre, merodean diariamente la sepultura donde fueron depositados sus restos, en una curiosa ceremonia que llamó la atención de los misioneros.
El caso, que despertó la simpatía de los habitantes de la localidad de Oberá, distante a unos 100 kilómetros de Posadas, fue descubierto el mismo día en que los restos del religioso de la orden de los verbitas fueran enterrados en el Parque Jardín Bíblico.
Desde el 7 de diciembre, los canes que fueron bautizados por el padre Guillermo como "Pancho", "Simba", "Brand" y "Oso" y hasta el potrillo "Petizo", no dejan de merodear por la sepultura a flor de tierra de su extinto propietario.
En los alrededores, tantos los vecinos como los seguidores del religioso que llevó adelante una prolífera labor social, no dejan de recordar el cariño que aquél proporcionó a los animales, a los que rescató del abandono, pero más aún a las personas que ayudó con su obra.
De acuerdo con los relatos de testigos, en forma cotidiana se puede ver que los perros descansan sobre el montículo de tierra o bien al lado, como una demostración de fidelidad que algunos científicos ya explicaron y los cineastas la perpetuaron.
El cuarteto de canes, más el potrillo, pareciera que representan el sentimiento vacío de la comunidad católica de Oberá, ubicada en la zona central de Misiones, donde el padre Guillermo creó y sostuvo tres hogares destinados a enfermos y desamparados.
Las personas que acompañaron la obra desplegada por el religioso a lo largo de 28 años, desde que llegó proveniente de Irlanda, no titubean al afirmar que los animales fueron rescatados en condiciones deplorables, tal vez en una extensión de su lema: "nadie debe morir sin amor".
El gesto del padre Guillermo con los animales, aparece sobredimensionado en el caso de las personas necesitadas, se reflejó en los hogares Santa Teresita y Espíritu Santo, en Oberá, y el hogar Virgen de Luján, en la localidad de Guaraní.
El diario local Primera Edición, aclaró que los tres hogares responden a la fundación Cheshire Argentina, cuyo representante era el padre Guillermo, donde actualmente viven casi cien ancianos, discapacitados motrices, enfermos y niños especiales. En cada uno de esos centros se brinda asistencia alimentaria, servicios médicos y resguardo espiritual por parte de los continuadores de la obra del padre Guillermo, quien nació en Cappamore, Irlanda, y se declaró misionero "por amor a la tierra colorada".
Desde su muerte, los enfermeros del Hogar Santa Teresita visitan el sepulcro custodiado por las mascotas, a las que asisten toda vez que recuerdan al sacerdote para agradecer su obra que continúa en beneficio de ancianos, discapacitados y niños.