Joaquín Fidalgo
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Tres indefensos integrantes de una familia de barrio La Loma sufrieron anoche un brutal ataque cuando se encontraban frente a su domicilio, en inmediaciones de donde se cruza el Camino Viejo a Esperanza con calle Estanislao Zeballos.
“Eran aproximadamente las 21.30 de ayer y tomábamos mate adentro de casa cuando comenzaron a escucharse tiros. Siempre se enfrentan una banda del lugar y otra de más lejos. Después salí de la vivienda, para ver si volvían mi hija y mi mamá, que tenían que regresar de la iglesia. Estaba preocupada por ellas. Fui hasta un banco que mi papá tiene en la vereda, en la esquina, donde estaban mi cuñada y mi hermana. Nos sentamos a charlar y poco después llegó mi hijito, que se puso al lado mío. Al ratito, escuchamos ‘pum’ desde atrás y nos pegaron los perdigones”, relató esta mañana Cristina Aguirre, de 27 años.
Las municiones impactaron en su pantorrilla derecha; en brazos, piernas, espalda y cuello de su cuñada, de 16 años; y en la cabeza, cuello y espalda de su pequeño, de apenas 10 años. “Tiró de lejos, de media cuadra aproximadamente. Menos mal, porque si lo hacía de más cerca nos mataba a todos. Cuando me di vuelta pude ver que el tirador era un joven que vive a pocos metros. Es parte de una familia que tiene una ‘banda’ de denuncias, porque atemorizan a todos, en especial a los chicos. Le grité: ‘Fijate que está la criatura. Mi hijo tiene 10 años. Qué culpa tiene él de que vos tengas problemas con otros delincuentes’. Lejos de preocuparse, el muchacho este me respondió: ‘Hay que matarlos a todos. En este barrio voy a mandar yo. Los voy a matar’. Nosotros terminamos los tres en el hospital, mientras ellos escaparon antes de que la policía fuera a su casa”, relató la mujer.
Ella ya había sido dada de alta esta mañana y se encontraba cuidando a su hijo, que permanece internado en el Hospital de Niños. Si bien el estado del menor es estable y su vida no correría peligro, los médicos siguen fundamentalmente la evolución de dos de las heridas, una en el cráneo y otra en la columna. La adolescente ya fue asistida y regresó a su hogar.
“Los vecinos se indignaron anoche y trataron de ir a buscar a los delincuentes estos, pero la policía lo impidió. La madre cargó a sus hijos en un auto y se fueron. Sólo quedó el padre, de 36, que fue detenido después”, contó Cristina.
Este hombre tenía en su poder una escopeta de fabricación casera (“tumbera”) y una réplica de revólver.
“Tienen que hacer algo con esos pibes, porque nos se puede vivir más con ellos. No son de acá, llegaron de Alto Verde, desde donde los corrieron por este mismo motivo. Ellos manejan droga y quieren reclutar a los nenes del barrio para que hagan lo que ellos ordenan. Golpean al que se resiste. Los pequeños no pueden ir más a tomar la copa de leche, porque el comedor es al lado de la casa de estos malvivientes. Verduguean a los chiquitos cuando pasan, los amenazan, les muestran ‘fierros’, les faltan el respeto a las mujeres. La misma madre de estos delincuentes los incita a que agredan a todos y reconoce que ella misma les compra los ‘fierros’. No es la primera vez que hacen una cosa así. Tienen muchas denuncias, pero los detienen y los largan al ratito. Mi hermana vivía al lado de ellos y se tuvo que ir. Dejó todo. Lo tienen amenazado de muerte a mi sobrinito, de 11 años... ¡11 años tiene! y lo amenazaron de muerte, porque no quiso andar con ellos. No les hizo caso. Ellos piensan que estás con ellos o sos enemigo. Si vamos para el otro barrio, creen que les pasamos ‘datos’ a la otra banda, pero la gente tiene que salir para trabajar. No podemos vivir encerrados y escondidos porque ellos se tirotean a toda hora y en cualquier lugar”, manifestó la mujer.