Danilo Chiapello
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Los negros ojos de Ayelén miran sin ver. Están clavados en un punto fijo. No hay palabras... tampoco sonrisas.
Sentada en una silla de ruedas apareció en uno de los patios del Hospital de Niños. A su lado, como siempre, su madre, Graciela Orellano.
La nota positiva de la mañana son los tímidos rayos de sol que se filtran por las altas paredes del nosocomio y que acarician la carita de la pequeña. Madre e hija forman un cuadro de inmensa tristeza. Sin embargo se debe decir que, pese a todo, Ayelén está mejor. En las últimas horas la niña dejó la sala de cuidados intensivos y pasó a otra de atención especial. Incluso hasta tiene permitido estos “paseos” al aire libre por el patio del hospital.
Su prolongada internación ya le hizo perder 13 kilos, lo que acentuó de manera notable la apariencia frágil de su figura.
La pesadilla sigue
“Ya no es la nena feliz que corría por las veredas y se ilusionaba con ir de paseo al shopping. Hoy todo su tiempo lo pasa acá en el hospital. Estos delincuentes le arruinaron la vida”, dijo Graciela entre lágrimas.”
“Encima de todo tengo que soportar que gente vinculada a los agresores salga por algunos medios hablando pavadas y difamando a mi familia. Esto es el colmo. Yo lo único que quiero es que quienes hicieron esto vayan presos... que paguen por el daño que le hicieron a mi hija. Pasa el tiempo pero sigo viviendo una pesadilla.”
“Nadie sabe el dolor que significa ver a un hijo sufriendo en una cama de hospital o como está ella ahora, en una silla de ruedas. Ella ya me dijo que no quiere volver al barrio, porque tiene miedo de que le vuelva a ocurrir algo malo”, precisó.
Sola y desamparada
“Me siento absolutamente sola y desamparada”, agregó. “Los únicos que me ayudaron en todo momento fueron los médicos y el personal de este hospital. Después... nada. Nadie vino a verme ni de la Secretaría de la Niñez, ni de Derechos Humanos, ni del gobierno.”
“Todo el mundo sabe que estoy amenazada. Me hicieron llegar mensajes de terror hasta aquí, en el hospital. Sin embargo no tengo custodia, ni nada. Tengo el botón de pánico pero no alcanza. Muchas veces tengo que salir para ir hasta mi casa o a realizar algún trámite y tengo miedo. Yo ando sola por la calle.”
“Acá parece que los delincuentes tienen más derecho que una nena inocente con todo el futuro por delante. Eso es lo que me está demostrando la jueza de Menores, la oficina de Derechos Humanos y los funcionarios de la Secretaría de la Niñez.”
“Yo sé que todos ellos se preocuparon por la situación de los detenidos, mientras que nadie apareció por acá para preguntar por Ayelén. Eso es algo que repugna”, sentenció.
El futuro
Lo que queda por delante para Ayelén son varios días más de internación. “Tiene que recuperar peso y evitar cualquier riesgo de infección”, precisó la mamá.
Mientras Graciela seca las lágrimas que se deslizaron por su rostro durante el relato, la pequeña continúa inmersa en su mundo.
Con gestos minúsculos la nena da a entender que extraña a sus amigas. Que desea ver televisión en la pieza. Y que uno de sus momentos sagrados es cuando la visita una de sus maestras de la escuela.
Pero de inmediato Ayelén retoma su mirada. Quizás buscando respuestas. O algo que le devuelva una pizca de alegría.