Juan Ignacio Novak
Al encarar cualquier abordaje de “The Gunman: El objetivo”, la alusión a “Búsqueda implacable” (2008) es inevitable. Ambas películas repiten director (el francés Pierre Morel), tienen como protagonista a un héroe de acción veterano (Liam Neesom en “Búsqueda...”, Sean Penn en “The Gunman”), un trasfondo de complejas problemáticas internacionales esbozadas en forma sencilla, blandamente crítica y por sobre todo tiros, peleas y persecuciones. Pero, aunque el modelo se reitera casi al pie de la letra, allí donde la película de 2008 funciona, ésta falla. No estrepitosamente, pero en dos aspectos que son clave: la -sorpresiva- falta de carisma de Sean Penn y la escasa fe de los realizadores en los propios personajes, que no terminan de convencer, ni los buenos ni los malos. Y si ocurre esto, si los actores no se creen lo que hacen, ¿cómo es posible que logren transmitir a los espectadores algún atisbo de emoción genuina?
La acción arranca en el Congo en 2006. Jim Terrier (Sean Penn) forma parte de un grupo de agentes especiales que protegen a las organizaciones que realizan tareas humanitarias para tratar de cerrar las heridas abiertas por la guerra civil en el país africano. En realidad esto es una especie de fachada: realizan algunos trabajos mucho más oscuros, al servicio de difusos intereses políticos y empresariales. En paralelo, desarrolla una relación amorosa con la bienintencionada Annie (Jasmine Trinca) una profesional que cumple servicios en una ONG. Tras un operativo donde cumple el rol de “tirador asignado”, debe abandonar el continente y a su novia. Y llevar consigo el trauma de las consecuencias de sus actos. Ocho años después, Jim está otra vez en África, realizando tareas comunitarias en un evidente intento de lavar sus culpas. Sin embargo, el pasado lo acecha: cuando intentan asesinarlo para borrar las huellas de aquella antigua operación, se ve obligado a usar sus habilidades para hallar a los culpables, limpiar su nombre, recuperar a Annie y redimir sus pecados.