Luciano Andreychuk
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El paro nacional convocado por los gremios del transporte, la CGT opositora, la CTA de Pablo Micheli y sectores de izquierda impactó de lleno en el habitual vértigo del movimiento urbano de la ciudad. Sin transporte público, las entradas de los bancos cerradas -con pegatinas de carteles de La Bancaria contra Ganancias-, la terminal de ómnibus en un silencio sepulcral y la peatonal con los comercios vacíos: Santa Fe parecía un “no lugar”, un espacio anónimo e impropio, de momentos irreconocible.
En la terminal, unos pocos viajantes esperaban micros que no llegarían. Sólo se veían empleados limpiando los pasillos. Y las plataformas vacías, que dejaban ver los manchones de aceite que derraman los colectivos sobre el cemento. Las boleterías, cerradas.
Con la adhesión de Amra y Siprus a la medida, los hospitales públicos habían adelantado que se atenderían sólo las emergencias que ingresaran a las guardias. En el Cullen, por caso, “cuatro médicos estaban atendiendo en Guardia. La afluencia de gente había sido muy escasa; hasta media mañana, sólo seis personas habían sido atendidas”, informaron desde Admisión.
Comercios casi desiertos
Por Avenida Freyre y costeando la Gral. López hasta el centro de la ciudad, en las veredas las personas transitaban en un lento discurrir de pasos: estaban paseando, ocasionalmente algunas vecinas iban apuradas hacia las despensas. Es que los negocios de artículos de primera necesidad sí estaban abiertos, pero otros no.
Ya en la peatonal, Pablo, un empleado de Frávega, fue sintético: “Son las 10.20 y todavía no entró ningún cliente. Al no haber transporte público, mermó la clientela habitual”, dijo. Ahí nomás, en Macowens -local de ropa masculina- otro empleado dijo lo mismo: “Hasta ahora no entró nadie. Fijate: la gente anda por la peatonal pero no lleva ninguna bolsa. Los que están, están paseando, no comprando”.
Igual Postal en Alicia Libros. “Hoy debiera estar lleno de clientes, porque en esta fecha todos los padres están buscando libros escolares para sus hijos. Pero no entró casi nadie”, contó una empleada. En la tradicional Cortopassi, habían entrado sólo 10 clientes en dos horas, “un promedio que ni se compara con un día normal. Las ventas se vinieron abajo hoy”, dijo María Cortopassi.
Escuelas
En la Beleno, una primaria pública céntrica, de 400 alumnos de la matrícula sólo 40 habían asistido (si vivían a más de 20 cuadras, los chicos quedaban desobligados de ir a la escuela). Y la mitad de los docentes. “Sin transporte público, los papás no trajeron a los chicos. Pero tomaron esa medida también por precaución”, dijo a El Litoral la directora María Ester Heymo.
En una de las privadas visitadas, el Colegio Inmaculada, la situación era distinta: “A los niveles Inicial y Primario asistió entre el 80 y 90 % de los niños. Los papás los pudieron traer en sus autos. En la secundaria mermó un poco, vino el 50 %. Hubo actividades prácticamente normales”, comentó el Padre Leonardo Nardín.
La actividad en la UNL fue casi nula. Como Adul, el gremio de los docentes de esa casa de estudios adhirió al paro nacional, la medida se hizo sentir en las aulas y en los pasillos de las facultades. La UTN Santa Fe había informado que no se computarían inasistencias, “respetando el derecho de cada trabajador o alumno de adherir o no al paro”.