Por Sergio Ferreira*
Especial para El Litoral
“¿Viste?, murió Galeano”. Ya era el tercero de mis amigos que por Facebook o sms me lo contaban. Yo lo había escuchado en la radio segundos antes, e imaginé bien que los mensajes iban a continuar llegando. Eduardo Galeano movía memoria, vivencias, respeto y contradicciones. Lo habíamos conocido en aquel épico viaje con el Taller Literario Temps era Temps, a fines de 1999. Nos íbamos a un encuentro de talleres en Montevideo y me animé a llamarlo antes por teléfono, no nos conocíamos, atendió él mismo y me dijo: “Vénganse, pero nos reunimos 20 minutos nomás, estoy de campaña”. Eran las elecciones que consagrarían a Tabaré Vázquez como presidente.
Nos citó en el centenario Café Brasilero. Se quedó dos horas y media y compartimos cervezas, libros, apuntes, asombros. Nos trató cara a cara y de igual a igual, pero como todo personaje universal era contradictorio. Muchos de sus compatriotas, tanto de las artes como de la política, opinaban de soslayo: “Ay, es un Hughes”, tal su primer apellido. La segunda vez que lo fuimos a ver, nos descolocó: le llevábamos el CD de poesía que el Temps era Temps grabó bajo el sello de la UNL de Santa Fe. Tocamos a su puerta. La mucama, de rasgos y tez indígenas, ataviada con delantal y cofia de puntillas dijo: “El señor no está”.
Así son de controvertidos los personajes universales. Mis amigos me siguen escribiendo, “¿Viste?, murió Galeano”, shockeados, perplejos, todos (y yo también) a esta hora y ante estas circunstancias, decididos a elegir al Galeano de, entre otros, “Las venas abiertas de América Latina”, de “Memoria del fuego”, por calidad literaria y periodística, por necesidad de una lectura que oriente y de una literatura que provoque las ganas de creer.
* Escritor y periodista santafesino