Joaquín Fidalgo
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“Venimos de mala racha. En febrero, por un desperfecto eléctrico, se nos incendió el negocio. Tuvimos que arrancar otra vez desde cero prácticamente. Y esta mañana, cuando llegamos, nos desesperamos, porque nos habían robado un montón de cosas. Afortunadamente, pudimos recuperar la mercadería, pero igual nos sentimos muy mal. No podemos trabajar tranquilos”, relató Roque, uno de los empleados del almacén ubicado en la esquina de Amenábar y Juan Díaz de Solís, en barrio San Lorenzo (zona suroeste de la ciudad).
Los ladrones ingresaron al local en horas de la madrugada por un portón trasero que fue violentado, luego de cruzar por los techos o por una reja lateral que da a la vereda. Se llevaron fideos, lácteos y muchas botellas de cerveza y vino, además de algunas cuchillas que se utilizan en el sector de la pollería.
A primera hora de la mañana, cuando el propietario llegó al lugar y se encontró con ese cuadro, en el que reinaba el desorden y había varios muebles rotos, la indignación pudo más que el dolor. En compañía de algunos allegados, inició una breve pero muy precisa investigación que lo llevó hasta dos domicilios cercanos, muy cercanos.
“Esta es una despensa de barrio, de la que viven varias familias. Nos manejamos como los almacenes de antes, fiamos a la gente que no tiene para pagar. No dejamos a nadie con hambre. Todos los vecinos tienen cuenta con nosotros. La misma madre de uno de los delincuentes tiene cuenta acá. Ella está cansada y quiere que internen a su hijo, porque no lo puede controlar. No le hace caso. Nosotros la venimos remando y da mucha impotencia todo esto. Uno de los pibes que nos robó vive a 50 metros y el otro a sólo 10. Hacen esto para poder drogarse, cambian las cosas por cocaína o marihuana. Ese es el gran mal de este barrio. Son pobres chicos que necesitan ayuda, pero nadie hace nada para rescatarlos”, aseguró Roque.
Los presuntos autores del hecho fueron detenidos por la policía poco después y en sus casas se encontró la totalidad de los artículos que habían desaparecido del negocio. Ambos fueron trasladados hasta la Sub 10a, donde quedaron a disposición de la Justicia (uno de ellos es menor de edad, de 15 años).
Ya esposado y dentro del patrullero, antes de ser trasladado, el adolescente miró desafiante a las víctimas. “Hizo una seña muy clara, como diciendo ‘ya los vamos a agarrar’. Da mucha bronca, mucha impotencia. Nosotros vamos a seguir remando, peleando para salir adelante. Ya abrimos y estamos atendiendo otra vez a la gente, pero no podemos trabajar con tranquilidad. No sabemos qué puede pasar. Tenemos desconfianza”, concluyó Roque.
Algunos habitantes de la zona señalaron que estos mismos muchachos ya han cometido innumerables robos similares “en una cuadra a la redonda”. “Sabemos que fueron ellos”, coincidieron.
“La Policía Táctica anda y cuando están los agentes el barrio es seguro, pero a partir de las 21 no queda un uniformado. A esa hora salen las alimañas y todos los vecinos nos tenemos que encerrar. Es como si hubiese toque de queda”, se quejó una mujer.