Darío Pignata
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SUNCHALES (Especial para El Litoral).-
Julio César Lamas, apodado para todos los tiempos “El Padre de la Generación Dorada” del básquetbol argentino, vive, come y sueña en anaranjado. Uno de sus alumnos —en Libertad de Sunchales y en la Selección Argentina—, el “Gringo” Pelussi hace de nexo para conseguir una entrevista que entre anécdotas previas y nota formal para El Litoral con las cámaras del Grupo Meridiano duró casi dos horas.
El “otro” hombre que cambió la historia del básquetbol criollo fue hijo de padre mozo y madre enfermera. Unico hijo de ellos dos, con hermanos de un matrimonio anterior de su mamá. Su infancia, feliz por lo que dice, fue en San Martín, en el conurbano bonaerense.
“Mi infancia fue fútbol primero, básquet después, en familia. Y después de los 9 años aparece en el básquet. Fui a San Andrés a jugar al básquetbol, desde los 15 era monitor de inferiores y me llamaba la atención enseñar a jugar. Estaba enamorado del básquetbol. Yo fui tan precoz que hacía cosas más por intuición e impulso que por tener un plan”, explica.
—¿Cuál es el momento exacto que aparece definitivamente el entrenador?
—Si desde acá debo revisar un momento clave de mi carrera es cuando voy a Sport Club de Cañada de Gómez con León Najnudel. Fue un momento decisivo en mi carrera, no se si hubiera podido hacer las cosas que hice en el básquetbol si no me hubiera cruzado con él. Tan rápido, seguro que no.
—¿Qué te dejó León?
—Me enseñó con total generosidad y desinterés este oficio, un gran maestro. Me enseñó este oficio y yo fui aprendiendo con él. Tenía tanta experiencia, adopté muchas cosas por admiración y respeto hacia él. Algunas cosas las valoré ahí mismo y otras con el paso del tiempo. Porque yo empecé a dirigir a los 24 años como profesional hasta que me fui de San Andrés a Cañada de Gómez. En San Andrés, lo que quería era enseñar a jugar al básquet a los pibes de mi club. Lo hacía con ganas y dedicación total pero con poco conocimiento. Me sobraban ganas y me faltaba conocimiento, León me emparejó un poco (se ríe).
—Cuando empecé a venir a Sunchales, el año que se gana la Liga Nacional, me quedó grabada una frase tuya...
—¿Cuál de todas?
—La que escribías en la pizarra antes de entrar al Hogar de los Tigres y que veían todos los días los jugadores antes de entrenar o jugar: “En el único lugar que la suerte está antes que el trabajo es en el diccionario”.
—No tengo dudas que es así...
—De todos modos...¿haber conocido a León Najnudel para trabajar con él no fue un aspecto casi mágico?
—Yo creo que un toque de suerte hay que tener. He conocido entrenadores que nunca se les dio y lo buscaron toda la vida. Suerte es cuando la oportunidad se junta con la preparación y las ganas y hay que aprovecharla. Yo estaba dispuesto a todo. Y León le puso los contenidos en ir a buscar el conocimiento a los dos mejores lugares del mundo: Estados Unidos y Europa. Yo había cumplido 25, me empezó a llevar con él y fui todos los años.
—Ya hablamos de la suerte cuando te cruzás con León
—Sí
—¿Y qué decir de cuando te cruzás con “Manu” Ginóbili?
—Yo tuve dos o tres situaciones afortunadas en mi carrera y las valoro enormemente. Ese primer plano de la Generación Dorada me había dado una plenitud e ilusión de ver que era algo distinto. Y el último tramo, también, muy afortunado para mí. El haber dirigido a Ginóbili, sin dudas. “Manu” es el mejor jugador de la historia de la FIBA, va a ser Hall Fame de la NBA y es uno de los mejores deportistas de todos los tiempos en nuestro país. El jugador perfecto no existe pero yo a “Manu” no le encontré ningún defecto nunca como jugador de básquetbol. Es una mente brillante con una pierna privilegiada. “Manu” es el jugador que todos hubiéramos querido seràen la noche más inspirada e imaginada. Pero quiero decir que también disfruté a Scola, Nocioni, Priggioni, Delfino, Oberto.
—¡Qué nenes me estás nombrando!
—Sí, pero además me pasa otra cosa. Hay otros jugadores, con los cuales integré equipos y he sintonizado el amor por el juego, su nobleza y los respeto igual que a esos cracks. Para mí, el que interpreta así aunque tenga menos difusión significa lo mismo. Yo no me sentí diferente entrenando la Selección Argentina, Real Madrid o Libertad de Sunchales en el día a día. Jugar bien diez partidos seguidos es lo mismo en cualquier lado.
—Se te nota realizado como entrenador, me parece estar entrevistando a un tipo que es feliz.
—Tuve mucha suerte de tener a tipos como Darrás, Oroño y el “Gringo” Pelussi, que me ayudaron un montón para ser mejor entrenador. Esta es una actividad de recursos humanos, porque el mes más importante es cuando elegís a los jugadores.
—Es innegable que ustedes, con la famosa Generación Dorada, dejaron la vara muy alta.
—Puede ser.
—Nos pasó lo mismo con Los Pumas y Las Leonas. En el rugby el quiebre de los últimos años fue el retiro de Pichot, lo mismo ahora sin Lucha Aymar en el hóckey.
—Ya imagino hacia dónde va la pregunta...
—¿Qué va a pasar en el básquetbol argentino sin Ginóbili?
—¿La verdad? Ya estábamos jugando sin “Manu”, la realidad es que en Londres fue la última vez que jugó una parte del grupo de la Generación Dorada juntos. Es así: la Generación Dorada no está jugando más en la Selección y no pasa nada. Ya pasaron tres años de ese torneo en Londres, lo que pasa es que los queremos tantos, los admiramos tanto y los respetamos tanto que nos cuesta despedirlos.
—Saliste fácil...
—Es que jugamos varios torneos sin “Manu” y no pasa nada. Entre Maradona y Messi hubo 20 años de muy buenos jugadores y no pasa nada. Ortega, Riquelme, Aimar. El deporte no es para andar llorando. Las cosas importantes de la vida pasan por la salud, el trabajo, la educación. El deporte es una actividad para enaltecer a las personas...
—Lo más importante de las cosas menos importantes como dijo Arrigo Sacchi.
—Tal cual, esa frase es perfecta. El deporte no puede llevar de compañero al miedo, porque es el peor compañero que uno puede elegir en esta profesión. Si lloramos a “Manu”, le transmitimos miedo a las generaciones que vienen. Mirá te voy a decir algo para el final de la charla: yo me conformo estando Scola y volviendo Carlitos Delfino, que es de ustedes ahí en Santa Fe. Con esos dos, acordáte lo que te digo, podemos empezar a sembrar de nuevo esa semillita que se llama gloria.