Cuando esta mañana el fotógrafo de El Litoral estuvo en las nuevas instalaciones se encontró con una triste realidad: empleados municipales estaban juntando los ladrillos y restos de escombros que habían quedado tras el robo de un perfil de hierro y enrollaban un pedazo de malla sima también sustraída de la obra.
Desde que comenzó la edificación, el vandalismo y los destrozos son moneda corriente. Ya se llevaron perfiles, malla sima y demolieron una habitación. Además, las paredes están llenas de graffitis, donde hasta se publicitan los servicios de prostitutas que usan las instalaciones con sus clientes. El olor a orina reina en el lugar, que se convirtió en un baño público.
“Hasta que no se cerque o se ponga custodia policial esto va a seguir pasando”, lamentó un empleado.
En tanto, el subsecretario de Ambiente reconoció que si bien ya tienen compradas las aberturas, no las colocan justamente para evitar que las roben o destruyan. “Hasta que no techemos y cerremos por completo no podemos instalarlas”, señaló.