Por Néstor Vittori
Por Néstor Vittori
La grabación difundida por el Isis (Califato Islámico de Siria y el Levante) atribuida a su califa Abu Bakr al Baghdadi que sostiene que “el Islam nunca fue una religión de paz”, desinforma sobre la conducta del profeta, expresada en distintos momentos de su vida al frente de la Umma (comunidad islámica). Las fuentes del Islam son el Corán, la Sunna, los Hadices y la Sharía. Y a través de ellas puede seguirse la conducta del profeta. Si bien combatió con los mequíes en el pozo de Badr, luego en Uhud y por último en la denominada batalla de la Trinchera, cuando el ejército mequí intentó la conquista de Medina, no es menos cierto que intentó en el año 630 realizar el hajj (peregrinación) a la Meca junto con un numeroso contingente que lo acompañó desarmado, con el tradicional atuendo blanco de los peregrinos, y que no pudo llegar hasta la mezquita de la piedra negra (la Kaaba) por la oposición amenazante de los mequíes, quienes, violando la tradición de paz de los peregrinos estaban dispuestos a impedirlo. Asimismo, desconocían otra tradición: la del respeto por el territorio cercano -de aproximadamente cuarenta kilómetros a la redonda de la mezquita- donde no se toleraba ninguna clase de violencia. Mahoma junto con sus peregrinos había acampado en Hudaybiyyah, sitio ubicado dentro del área sagrada, y luego de muchas idas y vueltas hizo con los mequíes un pacto, por el cual renunciaba momentáneamente a realizar las circunvalaciones al santuario y retirarse a Medina a cambio de una apertura de los mequíes respecto del futuro ingreso de los peregrinos, que se concretaría en el año 628. A partir de entonces, dispondrían de tres días para concretar su peregrinación, lo que ocurrió en absoluto orden y respeto de lo acordado por ambas partes. El acuerdo de Hudaybiyyah, en el que a primera vista Mahoma parecía haber transado y perdido autoridad -con resistencias dentro de sus propias filas-, fue en realidad un momento determinante del futuro. Es que allí comenzó lo que habría de denominarse la “paz islámica”, con el consiguiente proceso de expansión del Islam en las distintas tribus, fenómeno evolutivo del modelo tribal hacia una comunidad islámica total, debido fundamentalmente a que dejaron de ver a Mahoma (y su gente) como un agresor que sólo buscaba la conquista por la fuerza, para comenzar a verlo como un hombre que procuraba la paz y el respeto con sus semejantes. El sacrificio de Mahoma fue el gran paso hacia una nueva comprensión de la realidad por parte de la mayoría de los árabes que concibieron la unidad comunitaria como una nueva expresión institucional; unidad que posibilitaría, como de hecho ocurrió, una organización que proyectase a los pueblos árabes a un destino mejor. Es cierto que en los tiempos de Mahoma la vida valía poco y el salvajismo era moneda corriente en las relaciones humanas. Por ese motivo, la conducción política debía recurrir con frecuencia a procedimientos drásticos que operaban como factores de ordenamiento. Pero no es menos cierto que al dar el paso constitutivo de la comunidad árabe, el recurso de la violencia, la ley del talión, la venganza como única reparación, encontraron nuevo cauce en reglas dictadas a la luz de una mayor compasividad. Quienes quieren ver en el Corán a la religión de la espada desvirtúan malintencionadamente su prédica, que reconoce la violencia pero recomienda su uso sólo en situaciones extremas, y con la profundidad y el rigor necesarios para terminar rápidamente los conflictos. La manifestación de Al Baghdadi es una deformación deliberada del mensaje coránico en su propio beneficio. Con su interpretación busca justificar las atrocidades que viene cometiendo el Isis, violencia exacerbada y espectacularizada que contradice la mejor tradición islámica de búsqueda de la paz y la convivencia.