Roberto Maurer
Ante el avance de las tiras extranjeras en los canales abiertos iniciado con “Avenida Brasil”, se viene debatiendo sobre un fenómeno que afecta la producción nacional de ficción, y “Entre caníbales” (Telefé, lunes a jueves, al final de “Elegidos”) es la primera respuesta concreta.
Roberto Maurer
El sangriento aborto de Sherezade en el momento mismo de su boda, no era la ocasión ideal para el estreno de “Entre caníbales”, el as de espadas que Telefé venía reservando para enfrentar a la novela turca y el gran circo de Tinelli. En la noche del debut, “Las mil y una noches” aventajó hasta en ocho puntos al nuevo producto, y en el segundo capítulo tuvo enfrente a la noche peronista protagonizada por Alberto Samid en el “Bailando” y a River en la Copa.
Ante el avance de las tiras extranjeras en los canales abiertos iniciado con “Avenida Brasil”, se viene debatiendo sobre un fenómeno que afecta la producción nacional de ficción, y “Entre caníbales” (Telefé, lunes a jueves, al final de “Elegidos”) es la primera respuesta concreta. Se eligió la historia de una venganza y se confió en la pericia de Juan José Campanella. La venganza es una pasión irresistible para el público aunque no siempre, y Campanella es un realizador formado en el cine y en las series estadounidenses. Una película suya (“El secreto de sus ojos”) ganó el Oscar: es también un factor irresistible. Atributos y trofeos, sin embargo, no son una garantía: Tinelli te pone enfrente al gordo Samid y te gana.
De heroína romántica a mensajera de la muerte
Despegándose de la comedia romántica, y con algunos años más que le dieron carácter a su rostro, Natalia Oreiro resulta muy convincente interpretando a una mujer prisionera de un episodio de su pasado, una vida anclada en una obsesión que la convierte en mensajera de la muerte. Ariana ejecuta un plan que le exige vivir entre la verdad y la mentira, para matar uno a uno a quienes la violaron veinte años antes.
Es básicamente un thriller político en un entorno municipal en donde no existen referencias de la realidad, aunque se reconoce sin dificultad al conurbano bonaerense, y principalmente porque se respira la inmoralidad propia de una gran cloaca. Si el resultado es demasiado neutro, se puede atribuir tanto a la prudencia como a la retransmisión de la tira al mercado latinoamericano a través de Fox. Y si se buscan referencias más específicas, es posible consignar que el gobernador es mencionado como un ex futbolista. No resulta esforzado pensar en un motonauta retirado y tal vez manco, si se lo quiere expresar con la bestialidad de los precandidatos.
El intendente Rafael Valmora (Joaquín Furriel) acaba de lanzar su precandidatura a la presidencia, mientras se deslizan alusiones a la degradación de la política. El padre de Rafael Valmora también fue intendente, pero los tiempos han cambiado. “Tu viejo sabía diferenciar bien a un militante de un mercenario”, le dice un funcionario veterano.
“Es mejor que te tengan miedo antes que respeto”, es otra frase que refleja las transformaciones que hacen de Rafael Valmora un político inescrupuloso y el villano perfecto que necesita una novela.
Luego del acto de lanzamiento, Ariana se infiltra en el lunch, y contacta a Patita, el único agresor que ha identificado. Logra una cita en las afueras del boliche ya cerrado al cual concurría la patota y a orillas del río adonde fue violada veinte años antes, Patita es baleado por el cómplice de Ariana. Ella desconoce la identidad de los otros violadores, pero ha obtenido de su víctima un nombre: Rafael Valmaora, flamante candidato a presidente.
Entre matar y ayudar a la gente
La protagonista ejecuta el plan con un socio, Francisco (Mario Alarcón), un cínico ex juez y especialista en venganzas. Su colaboración es práctica y filosófica. “Como en el locro, no hay que aceptar las recetas de los otros, lo tiene que hacer uno a su manera” dice, mechando citas latinas.
Patitas era un rufián y amigo del intendente a cargo de los trabajos sucios y su asesinato pasa como un caso de inseguridad, lo que permite a Ariana acercarse al círculo del poder municipal, como víctima.
A su vez, se ha relacionado con Agustín Larralde (Benjamín Vicuña), subsecretario de Políticas Sociales, una especie de santo que forma parte de la mafia porque quiere “ayudar a la gente” y se define todo el tiempo diciendo “soy un boludo”. Es tan puro que no se deja besar por Ariana, que lo utiliza para meterse en la municipalidad con el argumento de que ella también quiere ayudar a la gente. De aquel abuso, quedó un hijo sin reconocer que crió un cura villero, responsable del retorno de Ariana, a quien llamó porque el joven -es editor de una revista barrial- fue víctima de un atentado de la gente del intendente.
En el segundo capítulo ya fueron bajados algunos mensajes muy primarios en forma de reflexiones sobre el idealismo y la ética en la política, o su ausencia. “Entre caníbales” (un tema de Soda Stéreo) difiere de las tiras comunes, en cuanto se reconoce una dirección más sólida y la buena intención de hacer un producto digno, aunque resulta poco creíble si lo juzgamos en sus términos de su pretensión de dar testimonio de la realidad. Su peor enemigo es la hipoteca de 120 capítulos diarios.